LA GUÍA DIGITAL DEL ARTE ROMÁNICO
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-EVOLUCIÓN EN ARAGÓN DE LAS IGLESIAS MEDIEVALES. JACA: MEZCLA Y ARQUETIPO-
El arte románico es sin duda una manifestación formal de la cultura y de la religiosidad de gentes que vivieron en la apasionante época medieval en la que la orden de los monjes benedictinos de Cluny consiguió encabezar y sintonizar con la degradada sociedad resultante del desmoronamiento del imperio Carolingio para reconducirla hacia otra unidad con hegemonía papal centralizada en Roma y motores secundarios de poder extendidos por todo el actual territorio europeo. Las vías de comunicación, los motivos para recorrerlas, las etapas a lo largo de su camino y su voluntad hegemónica frente a la otra gran religión monoteísta, fueron sus frentes de trabajo. Desde este punto de vista no ha de extrañar que el gran momento de la orden benedictina se centre en los siglos XI y XII coincidentes con la explosión del Arte Románico difundido por los monjes negros aportando al mismo unas señas de identidad formales e ideológicas muy homogéneas que permiten su reconocimiento subyugando a las gentes incluso diez siglos después de su creación. Las grandes rutas de peregrinación hacia Santiago de Compostela estratégicamente posicionada en el confín del mundo; hacia Roma y hacia los Santos Lugares vertebran los grandes movimientos de gentes con todo lo que ello supone de tránsito de ideas, comercio y arte. Hospitales de peregrinos surgen a lo largo de estas rutas. Sitios de oración y acogida coordinados por sus respectivos monasterios dependientes de Roma y muy relacionados con los diversos monarcas. También surgirán mecanismos de salvaguarda de los movimientos de gentes a lo largo de los mismos. Señores de la guerra y caballeros que el papado supo redirigir en su belicosa actividad hacia la conquista de los Santos Lugares a través de la idea de la redención personal por medio de la Santa Cruzada y que devinieron en Ordenes Militares. En algún caso alcanzaron tanto poder que llegaron a ser herederas de reinos enteros llegando literalmente a "morir de éxito".
El arte románico es sin duda una manifestación formal de la cultura y de la religiosidad de gentes que vivieron en la apasionante época medieval en la que la orden de los monjes benedictinos de Cluny consiguió encabezar y sintonizar con la degradada sociedad resultante del desmoronamiento del imperio Carolingio para reconducirla hacia otra unidad con hegemonía papal centralizada en Roma y motores secundarios de poder extendidos por todo el actual territorio europeo. Las vías de comunicación, los motivos para recorrerlas, las etapas a lo largo de su camino y su voluntad hegemónica frente a la otra gran religión monoteísta, fueron sus frentes de trabajo.
Desde este punto de vista no ha de extrañar que el gran momento de la orden benedictina se centre en los siglos XI y XII coincidentes con la explosión del Arte Románico difundido por los monjes negros aportando al mismo unas señas de identidad formales e ideológicas muy homogéneas que permiten su reconocimiento subyugando a las gentes incluso diez siglos después de su creación. Las grandes rutas de peregrinación hacia Santiago de Compostela estratégicamente posicionada en el confín del mundo; hacia Roma y hacia los Santos Lugares vertebran los grandes movimientos de gentes con todo lo que ello supone de tránsito de ideas, comercio y arte. Hospitales de peregrinos surgen a lo largo de estas rutas. Sitios de oración y acogida coordinados por sus respectivos monasterios dependientes de Roma y muy relacionados con los diversos monarcas.
También surgirán mecanismos de salvaguarda de los movimientos de gentes a lo largo de los mismos. Señores de la guerra y caballeros que el papado supo redirigir en su belicosa actividad hacia la conquista de los Santos Lugares a través de la idea de la redención personal por medio de la Santa Cruzada y que devinieron en Ordenes Militares. En algún caso alcanzaron tanto poder que llegaron a ser herederas de reinos enteros llegando literalmente a "morir de éxito".
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Así estaba la situación en la cristiandad al comenzar el primer milenio. Superado por vez primera el miedo al traspaso del año mil y al apocalíptico regreso del maligno encadenado durante ese tiempo tocó rehacer, conquistar y unificar. Los monjes que habían rentabilizado el miedo al milenarismo, una vez superado este sin que se desencadenase el anunciado Apocalipsis, hubieron de recomponer la figura y achacar el fallido fin de los tiempos a sus continuos rezos, que había que continuar manteniendo y sufrgando para que la catástrofe universal siguiese aguardando. 34 Aragón, como reino medieval, todavía no existe. Hay familias dirigentes residuales de la etapa carolingia que encabezan a los reducidos núcleos poblacionales de los valles pirenaicos. Todavía perduran en la Hispania cristiana los modos de hacer de época visigoda. 5 Será Sancho III el mayor de Pamplona el monarca quien a comienzos del siglo X se alce como fuerza emergente y ansias de ser emperador en el oportuno momento en que el mundo califal entra en crisis tras la desaparición de Almanzor. Desde su coronación en el año mil y hasta su muerte treinta y cinco años después, esa fue su particular empresa/cruzada que más tarde continuarían sus descendientes estratégicamente situados en los diferentes reinos hispánicos. Es en ese contexto donde florecerá el acertadamente denominado por García Guinea "Románico Dinástico"
Así estaba la situación en la cristiandad al comenzar el primer milenio. Superado por vez primera el miedo al traspaso del año mil y al apocalíptico regreso del maligno encadenado durante ese tiempo tocó rehacer, conquistar y unificar. Los monjes que habían rentabilizado el miedo al milenarismo, una vez superado este sin que se desencadenase el anunciado Apocalipsis, hubieron de recomponer la figura y achacar el fallido fin de los tiempos a sus continuos rezos, que había que continuar manteniendo y sufrgando para que la catástrofe universal siguiese aguardando.
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Aragón, como reino medieval, todavía no existe. Hay familias dirigentes residuales de la etapa carolingia que encabezan a los reducidos núcleos poblacionales de los valles pirenaicos. Todavía perduran en la Hispania cristiana los modos de hacer de época visigoda.
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Será Sancho III el mayor de Pamplona el monarca quien a comienzos del siglo X se alce como fuerza emergente y ansias de ser emperador en el oportuno momento en que el mundo califal entra en crisis tras la desaparición de Almanzor. Desde su coronación en el año mil y hasta su muerte treinta y cinco años después, esa fue su particular empresa/cruzada que más tarde continuarían sus descendientes estratégicamente situados en los diferentes reinos hispánicos. Es en ese contexto donde florecerá el acertadamente denominado por García Guinea "Románico Dinástico"
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Lo primero que hay que advertir es que no hay en Aragón iglesias anteriores al año mil. Lo impiden las periódicas razias de Almanzor, que en 997 llega a arrasar Santiago de Compostela y en 999 Pamplona. Quedan algunos vestigios aislados, recuerdos de esa temprana religiosidad de raíz visigoda que nos llega desde occidente a través del reino pamplonés. Los templos fueron modestas edificaciones de planta única o triple, rectangulares y de cabecera plana en la que abrían vanos geminados con arcos de herradura labrados en piezas monolíticas. Se conocen dos en el palacio de Sada en Sos del Rey Católico o la que hubo en Loarre y desapareció del museo de Huesca (Imagen 1). Los arcos de herradura nos están remitiendo a la tradición hispano-visigoda y no a lo islámico ni a lo mozárabe. Es una idea fundamental, dado que hasta Aragón llega esta tradición hispano-visigoda a través del reino de Pamplona y de las campañas repobladoras de Sancho III el Mayor. Las primeras comunidades cristianas han de replegarse ante el empuje de los sarracenos y refugiarse en los valles pirenaicos. En ocasiones lo hacen en cuevas dando lugar al fenómeno eremítico y otras, edificando pequeños templos de la forma que ellos sabían hacer. Templos semejantes a sus viviendas. Sencillos, de cabecera plana y con cubierta de madera cuyos ventanales monolíticos son hechos al modo de los descritos. Así podemos hallar al norte de Luesia las ruinas de un monasteriolo conocido como "El Corral de Calvo" cuya iglesia datada en 1025 adopta el patrón de iglesia de planta rectangular y cabecera plana (Imágenes 6 a 8), con las características especiales de separación física entre la zona destinada a los fieles y la cabecera por medio de un arco-diafragma de medio punto, cuyas impostas lucen un primitivo antecedente del ajedrezado jaqués. La forma de utilizar la sillería en este templo, previa a las influencias de los lombardos, es la típica de las edificaciones locales de este momento.
Lo primero que hay que advertir es que no hay en Aragón iglesias anteriores al año mil. Lo impiden las periódicas razias de Almanzor, que en 997 llega a arrasar Santiago de Compostela y en 999 Pamplona. Quedan algunos vestigios aislados, recuerdos de esa temprana religiosidad de raíz visigoda que nos llega desde occidente a través del reino pamplonés. Los templos fueron modestas edificaciones de planta única o triple, rectangulares y de cabecera plana en la que abrían vanos geminados con arcos de herradura labrados en piezas monolíticas. Se conocen dos en el palacio de Sada en Sos del Rey Católico o la que hubo en Loarre y desapareció del museo de Huesca (Imagen 1).
Los arcos de herradura nos están remitiendo a la tradición hispano-visigoda y no a lo islámico ni a lo mozárabe. Es una idea fundamental, dado que hasta Aragón llega esta tradición hispano-visigoda a través del reino de Pamplona y de las campañas repobladoras de Sancho III el Mayor. Las primeras comunidades cristianas han de replegarse ante el empuje de los sarracenos y refugiarse en los valles pirenaicos. En ocasiones lo hacen en cuevas dando lugar al fenómeno eremítico y otras, edificando pequeños templos de la forma que ellos sabían hacer. Templos semejantes a sus viviendas. Sencillos, de cabecera plana y con cubierta de madera cuyos ventanales monolíticos son hechos al modo de los descritos. Así podemos hallar al norte de Luesia las ruinas de un monasteriolo conocido como "El Corral de Calvo" cuya iglesia datada en 1025 adopta el patrón de iglesia de planta rectangular y cabecera plana (Imágenes 6 a 8), con las características especiales de separación física entre la zona destinada a los fieles y la cabecera por medio de un arco-diafragma de medio punto, cuyas impostas lucen un primitivo antecedente del ajedrezado jaqués. La forma de utilizar la sillería en este templo, previa a las influencias de los lombardos, es la típica de las edificaciones locales de este momento.
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Otro templo de este momento que ha llegado hasta nosotros, felizmente rescatado del abandono, es la ermita de Asprilla en Espuéndolas, dedicada a San Julián y también conocida como Santa Isabel (Imágenes 9 a 12). El templo es el más antiguo vestigio edificativo en la zona de Serrablo y en sus sencillas hechuras de nave y cabecera plana hay que resaltar dos circunstancias: su portada de arco de herradura de tradición hispano-visigoda (Imagen 10) y el vano de su cabecera, que ya se aleja un poco de los dobles vanos monolíticos reseñados. Aquí lo hallamos rehundido y enfatizado por medio punto compuesto de toscas dovelas (Imagen 11). Hechuras que traen ecos de los vanos de la cripta de Leyre ya que es de esa zona de donde está llegando este impulso de repoblación.
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De esta misma hechura a base de nave rectangular y cabecera plana de tradición hispano-visigoda tenemos otros ejemplos como el primitivo templo de Siresa, aparecido en las excavaciones realizadas bajo la actual iglesia (Imagen 14), Santa María de Espierre, San Juan de Espierre, monasterio de Arrasul en Acumuer, San Bartolomé de Gavín o la iglesia prerrománica del castillo de Loarre, sin olvidar la primitiva iglesia de los Santos Julián y Basilisa de San Juan de la Peña, que debido a las edificaciones añadidas en torno y sobre ella ha quedado funcionalmente como "cripta" de la iglesia románica superior, entre otras. Otro interesante vestigio de este momento es la estructura que resta del arco triunfal del monasterio de San Andrés en Concilio, incluido en un pajar tras la iglesia románica (Imagen 13).
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Dado que estamos "navegando en el tiempo hacia Jaca", hay que volver la vista a esta ciudad para recordar a su primitiva iglesia de San Pedro, que ya solo existía en la memoria histórica hasta finales de 2002 y principios de 2003 en que una campaña de excavación arqueológica permitió volver a ver su estructura congruente con todo lo apuntado (Imagen 15). Nota: Algunas de las ideas y el esquema general de este recopilatorio de imágenes se basa en el trabajo de Bernabé Cabañero Subiza -Universidad de Zaragoza- publicado bajo el título "Precedentes musulmanes y primer arte cristiano" publicado en la colección "Actas" del Instituto Fernando el Católico-2007 correspondientes a las actas del congreso de 2005 desarrollado en Ejea de los Caballeros, Sos del Rey católico y Uncastillo bajo el título "Las Cinco Villas Aragonesas en la Europa de los siglos XII y XIII")
Dado que estamos "navegando en el tiempo hacia Jaca", hay que volver la vista a esta ciudad para recordar a su primitiva iglesia de San Pedro, que ya solo existía en la memoria histórica hasta finales de 2002 y principios de 2003 en que una campaña de excavación arqueológica permitió volver a ver su estructura congruente con todo lo apuntado (Imagen 15).
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