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Volviendo al tímpano, el crismón que lo centra es de bella y arcaica factura. Corresponde a los catalogados por F. Matarredona y J. A. Olañeta como "Primitivos" atendiendo al desorden o ausencia de sus símbolos. Se trata de un ejemplar de ocho brazos con roseta central decorada con bezantes y circulito al interior. Circundando a todo el conjunto hay otra línea de bezantes, un sogueado y una pequeña orla de baquetón. Los brazos rematan en pequeñas mazas y los símbolos están en desorden: "A-W-P". Solo "S" está en su sitio. El símbolo "Rho" en vez de ser realizado como es habitual en forma de "P", ha recibido el "rabito" correspondiente a la letra griega. Por eso aparenta ser un tres invertido.

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Los capiteles en que apea la arquivolta central son muy toscos en su ejecución. El de poniente representa a dos serpientes con cabeza en sus dos extremos. Las cabezas exteriores se hallan muy bien conservadas y las que confluyen en el ángulo, más pequeñas, han sufrido deterioro. Este tipo de monstruo se denomina "anfisbena" (Imágenes 2 y 3). En el capitel opuesto, dos aves, adosadas por el lomo, y con sus cabezas, deterioradas, convergiendo en la arista picoteando un fruto (Imágenes 4 y 5). Interpretados en conjunto parecen indicar el bien a la derecha y el mal a la izquierda. Este último es especialmente tosco incluso en el tratamiento del "sólido capaz". Sus formas se adaptan al sillar en el que se labró sin proporcionarle estructura de "cesta". Me evocan las hechuras de los capiteles de Arbués guardados en el Museo Diocesano de Jaca.

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Al interior vemos que es iglesia de nave única con el muro sur reemplazado por un arco de medio punto que arranca del pavimento y comunica con el espacio ganado en la modificación (Imagen 4). La cabecera posee cilindro absidal cubierto por bóveda de cuarto de esfera, sin imposta. Un corto presbiterio la articula con la nave. La bóveda de la nave ha sido sustituida por una moderna de escayola. El templo original es probable que se cerrase con techumbre de madera.

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En el muro norte, próximo a la cabecera y a media altura, hay un sillar alargado, reutilizado, con una ruda figura alanceando un ¿dragón?. Se recolocó girado, con los pies hacia el altar. (Imagen 5). En una reciente exposición de Pedro Sanz Quibus (Ibercaja-Huesca. Navidad 2002), artista que reproduce magníficamente en cerámica motivos románicos, la he visto descrita como "Los Ángeles custodios" que es como conocen a la figura en el pueblo. Es la eterna lucha entre el bien y el mal y bien pudiera representar a San Jorge o a San Miguel, más bien al primero por carecer de alas. En su simbología posee dos características que sin duda han de ser importantes: en primer lugar, su "lanza" es un bastón de peregrino con su pomo en forma de "tau" y no menos importante, el dragón/serpiente ("serpens anticus qui este diabolus") adopta forma de media luna. Pocas cosas son casuales en las representaciones de este momento de la historia.

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Centra el ábside el vano cegado al exterior (Imágenes 7 y 8). A los pies del templo hay un coro alto de madera con acceso por la escalera de la torre (Imagen 9) y bajo él en una hornacina del muro norte se halla la pila bautismal que es de factura simple (Imagen 10) y que conserva cerca de su borde libre la huella de una antigua cincha de hierro. En el centro de su fondo posee orificio de desagüe.

Paseando por el cerro al oeste del pueblo, al otro lado del barranco, es fácil hallar en la misma senda abundantes fósiles de caracoles y corales que hacen las delicias de los más pequeños de la familia y que nos hablan de arcaicos fondos marinos en esta tierra.