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Susín
es un pequeño pueblo situado en el camino al sobrepuerto de Biescas.
Se alza, casi tocando el cielo, sobre la orilla izquierda del río
Gállego. Desde allí las vistas del valle de Tena son espectaculares, Oliván a vista de pájaro puede verse en la imagen
2. Entre ambos núcleos hay en línea recta unos
1200 m. Por la pista la distancia es de 2.700 m. La
pista, que arranca de Oliván, es de uso restringido a vehículos y hay que
solicitar autorización en el Ayuntamiento de Biescas (Julio de 2001). Su
parroquial, dedicada a Santa Eulalia, a pesar de la drástica reforma
del siglo XVII que invirtió la orientación de la iglesia ("rezaban
mirando a Pamplona") y erigió una torre atravesando el ábside,
sigue conservando una interesante cabecera larredense al modo especial
y excepcional de hacer de los constructores del "Románico del Gállego" (Ver
planta). Parte
de la techumbre de la nave se hundió pocos días antes
de mi primera visita (4 de Junio de 2001) y aparecía cubierta
por una lona (2001, 2002, 2004, 2009, 2010, 2011, 2015 y 2016).
La
siguiente vez que subí a Susín (26-Junio-2002) ya habían
arreglado la techumbre y además colocaron una flamante cerradura
en la puerta del templo. Las llaves las guarda la única habitante
de este lugar, Angelines Villacampa Pregunta por ella. Te lo mostrará
convencida de que allí están sus raíces y de que
es necesaria la ayuda de todos para que el lugar no desaparezca ni del
mapa ni del pensamiento de las gentes. Angelines es sin duda el alma
de Susín.
(Lamentablemente he de añadir la noticia
de que a primeros de febrero de 2013, Angelines "el alma de Susín",
dejó de serlo de modo físico. Murió. Desapareció
como persona; pero seguirá allí en su casa, en su iglesia
y en el corazón de todos sus amigos)
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Poco antes de llegar al caserío
hay una anchurita en la pista donde dejar el coche. La artesanal barrera
que encontramos más allá, preserva este lugar del acceso de vehículos.
Apenas son 300 metros y es una delicia caminar sobre la abundante hierba
de esta primavera de 2009. Cantan el cuco y los ruiseñores. El
valle y su tráfico quedan tan lejos, al igual que los problemas
del día a día, que franquear esa barrera es como hacer
un paréntesis en nuestra vida a la que luego habremos de regresar. Desde el camino y entre el arbolado vamos vislumbrando las casas, el templo, la ermita de la era... como si poco a poco se nos fuesen apareciendo. (Ya en ese punto toca parada
y fotografía).
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Otra verja bajo el arco de la imagen
3 es el último hito para sentirnos plenamente inmersos
en le magia de Susín. Asegurada con una alambre, hay que dejarla
otra vez cerrada a nuestro regreso. En la enorme casa de Angelines,
la heráldica y la decoración del balcón de su portal
nos hablan de otros tiempos (Imágenes 4 a 6).
Enfrente a la misma, la herrería, símbolo del poder del
pueblo en su momento, y el hortal donde cultiva flores y verduras.
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Más allá hay un delicioso
camino entre muros de piedra seca que nos lleva hasta el templo. Senda cubierta de alfombra de hierba y
encorsetada entre tapias de lajas de piedra. Al final nos espera altiva
Santa Eulalia de Susín, tan excepcional, bella y enigmática
como siempre imaginé. Acércate, lector, despacito. No corras por esas
sendas milenarias. Para y respira el aroma del pasado. Escucha el sonido
de la naturaleza. Haz un millón de fotos que mañana, inmerso
en el día, a día te recuerden que hay un lugar allá
arriba cerca del cielo, sin duda bello, que necesita que te acuerdes de
él.
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