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LA GUÍA DIGITAL DEL ARTE ROMÁNICO Webmaster: A. García Omedes - Huesca (España) |
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-OTO. PARROQUIAL DE SAN SATURNINO- |
UTM 30T 735781 4720429 923 m. |
El pequeño núcleo de Oto se halla en la orilla derecha del río Ara aguas abajo de la confluencia con el barranco de Sorrosal. Nada más entrar a Broto desde Torla hay que desviarse en la primera curva a la derecha para en escasos 400 m llegar a su caserío. El pueblo tiene un marcado estilo medieval dominado por sus dos esbeltas torres: La del templo dedicado a san Saturnino y la de don Jorge Laguna datada en el siglo XVI. Una vez más contraposición de los poderes fácticos: el Señor y la Iglesia (2001, 2004, 2009, 2010, 2015 y 2016).
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La torre de su iglesia parroquial está emparentada con las del románico del Gállego. Se compone de cinco cuerpos de los que los tres primeros son de claro estilo románico, conservando su estructura los mechinales pareados de su edificación. Difícil de datar es el cuarto, con ventanales geminados cegados dotados de guardapolvo. El quinto y último data como mínimo del siglo XVII. En 2017 se restauró esta torre, reabriendo los vanos geminados de los dos tramos superiores (Imágenes 1, 1a, 1b, etc).
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Es reseñable la ventanita del primer cuerpo que, como apuntaba, la relaciona con el arte del Gállego (Imagen 8). Posee tres toscos baquetones verticales entre dos ménsulas (probáblemente reaprovechadas de alguna edificación anterior) en función de jambas. Por encima posee un dintel monolítico con arco de descarga realizado a base de tres rudas y asimétricas dovelas. Por encima de ella hay una imposta que delimita segundo y tercer cuerpos de la torre. Una losa de sepultura, esculpida y desgastada, hace las veces de banco a la puerta de la iglesia (Imágenes 15 a y b).
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En la planta baja de la torre, se aprecian -cegados- vanos de medio punto dovelado bastante peraltados. Constituyeron en origen un atrio bajo la torre al estilo de lo que vemos en Ainsa. Del templo románico original prácticamente solo resta la torre descrita
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Al salir del caserío de Broto hacia Oto, cruzamos el barranco del Sorrosal dejando a nuestra derecha el bonito puente medieval que permitió en tiempos vadearlo Poca distancia aguas arriba del mismo, una increíble cascada se desploma desde el interior de los estratos rocosos convúlsamente ondulados por fuerzas telúricas que propiciaron esta abigarrada geología. En el entorno de la cascada podemos apreciar los flisch eocénicos del Gállego que a modo de onduladas páginas de un libro sirvieron con poco trabajo de maza para obtener abundantes lajas con que fabricar los sillarejos de sus templos y viviendas (Imagen 9).
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El interior del templo, totalmente rehecho, muestra un espacio funcional y útil a la vez que mantiene recuerdo de los elementos arcaicos que debieron ser arcos fajones sobre pilastras y cabecera absidal (Imágenes 10 y 12), cuyo leve descentramiento al norte podría indicar que al menos una parte de la misma se reutilizó del templo primitivo (?).
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La pila bautismal original del templo se encuentra en el lado norte de la cabecera de la nave. Es una semiesfera monolítica vaciada, de tosca factura (Imagen 11). La imagen 13 muestra el interior del ventanal oeste del primer cuerpo y a continuación una imagen del interior de la planta baja hacia su acceso norte actual en la que podemos ver restos de epigrafía (culta e inculta) en sus muros (Imagen 14).
En el atrio de acceso al templo podemos ver una lauda sepulcral utilizada como losa del pavimento. Decorada con una gran espada, lleva fecha de 1710 y epigrafía de difícil lectura señalando al finado (Imagen activa 15). En el exterior del templo, reutilizada como banco, existe otra lauda sepulcral muy desgastada que luce un bello motivo geométrico -nudo de Salómón- (Imágenes 15 a y b)
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En otoño de 2004, cuando las hojas cambian de color y dan una belleza increíble al lugar poco antes de caer, acompañé en su último viaje a un amigo, sabio por cuanto viejo, con el que compartí mesa, mantel y charradas ante deliciosas rodajas de chorizo de jabalí mientras hablábamos de todo y de nada; del tiempo y de los hijos, del río y de las truchas, de los valles, de las vacas... Antonio Villacampa. Su mujer, Balbina -de Buisán- partió ya hace varios inviernos. De él queda, en los que fuimos sus amigos, la memoria.
Para reponer fuerzas, poco antes de llegar al pueblo a la izquierda hay un restaurante: "El Mirador", regentado por sus descendientes en el que merece la pena parar.