¿Cómo se puede resumir medio año de trabajo en poco más
de dos horas?. La respuesta la tuve ayer después de ver la película, y era la que me esperaba: no
se puede. Nadie puede. Ni siquiera Ridley Scott.
A los pocos minutos de Gladiator hay una frase de esas que se nota que no vienen
del guionista, sino de
alguien con una visión de este circo bastante más amplia: "Hay que saber cuándo se es conquistado".
Es un buen resumen de cómo funciona este negocio: llegas. montas, ruedas
y te vas a otra parte mientras que alguien desmonta. Creer en otra cosa o en algo más profundo es del género
tonto o inocente, que a fin de cuentas viene a ser lo mismo.
La película es una buena película. Eso nadie lo puede poner en
duda. Los exteriores fueron escogidos con mimo. Las escenas de batalla están cuidadas al milímetro
y oye, el castillo de Loarre sale un par de veces. Una auténtica lástima que no sean suficientes
para justificar las caras de "qué bien nos ha debido de quedar la película y cómo nos
lo hemos currado" que ponían todos los que de una u otra forma tenían que firmar algo, ir de
visita, hacer como que hacían o esperar a ver qué les caía.
Estos debieron hacer otra peli distinta a la que yo estuve durante todo el rodaje
en España, seis días a la semana -en ocasiones, siete de siete-. De cinco o seis de la mañana
hasta que el cuerpo del director aguantase. Se lo garantizo: mi primo el de Alien es incombustible.
Me queda la espina de que además de comerme el rodaje enterito, también
me comí gran parte de la construcción de los decorados de Loarre. Y qué quieren que les diga:
todo lo que allí se hizo no se paga con diez minutos de metraje.
Claro que eso también se sabía de antemano y por eso se pensaron
más cosas. Pero eso, como tantas otras, también nos venía grande. Una lástima que dos
meses de oportunidades cayeran en medio de cuatro años de escasez de miras. Hay que saber cuándo
se es conquistado.
En Andalucía pusieron muchas más facilidades para casi todo y eso
al final se acaba notando. El palacio de Portocarrero de Palma del Río en Córdoba y los Reales Alcázares
de Sevilla son una constante durante toda la película. Y como el cabildo de la mezquita se les cuadró,
pues ahí estaba Casa Pilatos en Sevilla, que es otra perla. Y todo llevado con naturalidad, saber estar
y sin tantas leches.
Nadie me malinterprete: el trabajo de Loarre fue excepcional. Tanto durante la construcción de los decorados como durante el rodaje. La gente
se volcó con todo el equipo y dieron lo mejor de si mismos, sin excepción.
Los que no estuvieron a la altura fueron los que no suelen estarlo.
Nuestra constante
en los últimos dos mil años. ¡Qué buen vasallo si hubiera buen señor!. Aquél
que quiera entender, que entienda.
Yo
vi y conocí el día a día de todo el rodaje en España.
A todos aquellos que levantaron los decorados con sus propias manos. A los que los diseñaron. A los que
los pagaron. A los que luego iluminaron y grabaron todo lo que allí se decidió que se grabase. Y
a algunos de los actores.
Todos ellos eran buena gente. Buenos profesionales y casi siempre mejores personas.
Hicieron su trabajo lo mejor que supieron y ninguno sacaba tanto pecho como los que no hicieron nada. Claro que
tampoco tendrían la misma cara cuando saliesen del cine.
El resto queda para la anécdota, los detalles, las conversaciones, los
actores, dirección, carnaza... pero claro, como tantas otras cosas, las anécdotas hay que ganárselas.
No se puede vivir la vida de otros por todo el morro. Y el que quiera hacerlo, que se compre una tele, el Diez
Minutos o ambas cosas. Para todo lo demás, está el Departamento de Prensa de la Productora.
Y relajando el tono... ¡Qué planta tiene el jodido castillo y que
maravilla es la Sotonera!. Sancho Ramírez lo hizo muy bien. Y las cosas bien hechas y bien llevadas siempre
acaban perdurando y sobreviviéndonos.
Haciendo control de daños: fueron meses duros, muy duros. Intensos y muy
interesantes. Meses durante los que aprender montones de cosas si tenías los ojos y los oídos atentos.
Tuve la suerte de entenderme con las personas que me rodeaban (Ya saben lo del hecho diferencial. Ellos no hablaban
vasco ni catalán; pero el que suscribe habla un inglés "de puta madre").
De todo lo que vi y he visto, me quedo con los planos exteriores del castillo,
los primeros planos de los almendros en flor de Loarre, los interiores de Sevilla, la decepción de que la
banda sonora no la hiciese finalmente Hans Zimmer como estaba previsto cuando llegó a Córdoba, y
el detalle de que en Loarre se rodó más, mucho más de lo que finalmente se ha montado. Es
probable que en futuros montajes de la película tengamos oportunidad de ver cómo queda en la pantalla.
En directo, prometía.
Lo más bonito sin duda: La gente. El espíritu de trabajo y compañerismo
desde el primero al último miembro del equipo. Las cosas que no se cuentan. Y el nombre en la película
de la protagonista.