Me han vuelto a echar de una
iglesia. Esta vez ha sido en la catedral de
la ciudad de Puebla de Zaragoza, capital del
estado de Puebla, México.
El argumento empleado esta vez ha sido que estaban
celebrando la Santa Misa, lo cual me parecería
estupendo si no fuera por el detalle de que
tanto yo como mis acompañantes nos encontrábamos
en la otra punta de donde transcurría
la susodicha celebración.
Tuve la desgracia de nacer intolerante, la sangre
fría de intentar enmendarme. Y la suerte
de estar a punto de conseguirlo, pero créanme:
estas son la clase de cosas que me hacen dar
un pasito para atrás, María.
Respeto a los creyentes practicantes de la religión
católica apostólica y romana tanto
como puedo respetar a los ortodoxos, a los judíos,
a los protestantes, a los budistas, a los sintoístas,
a los agnósticos, a los ateos, incluso
a los hinchas del fútbol si me apuran.
Y precisamente por que los respeto, me entristece
no obtener como mínimo lo mismo de ellos.
Si me hubiera quedado sentado entre ellos sin
decir palabra hubiese podido ver la catedral
de marras todo lo que me hubiese apetecido,
pero eso a mi me hubiera parecido una falta
de respeto como mínimo, y posiblemente
de principios y escrúpulos.
No habían pasado ni veinte segundos desde
el momento en que entramos en la catedral, correctamente
vestidos y en actitud de total silencio y respeto,
cuando una especie de cancerbero de sexo femenino
se nos ha abalanzado con el eterno y perfectamente
lógico "no flash".
Hasta ahí perfecto, pero como la amiga
veía que con eso no nos espantaba directamente
nos ha dicho que estaban celebrando misa ( en
la otra punta ). Reconozco humildemente que
me ha saltado el automático a la segunda
y le he dicho que me parecía muy bien,
que no me molestaban para nada y que siguieran
a lo suyo ( "prosiga mosen").
Pero
en ese instante ya se debería haber dado
cuenta solita de que ahí nadie molestaba
a nadie y que según sus creencias todos
somos hijos del mismo padre y en su casa estábamos.
Por toda respuesta hemos recibido una invitación
silenciosa y velada para irnos al lugar que
se encuentra justo al otro lado de la puerta
principal vista desde dentro: a la puta calle.
No voy a entrar en la discusión de "a
quien pertenece una iglesia", entre otras
cosas por que no estoy preparado, por que no
lo tengo claro y por que además discutir
la propiedad de algo que dura unos dos mil años,
me parece de ser un autentico gilipollas. Pero
concretamente esta catedral es reclamo turístico
esgrimido sin complejos, y además es
patrimonio. Así que como comprenderán
el hecho de ponerme de patitas en la pinche
rue por que unos practicantes católicos
se habían atrincherado dentro para hacer
sus cosas me parezca una solemne tontería,
además de una cabronada.
También es significativo que de mis tres
acompañantes dos fuesen católicos
practicantes y otro católico y se hayan
ido exactamente igual de indignados y perplejos
que yo.
Estas actitudes de oscurantismo y marginación
lo único que consiguen es acentuar aun
más las eternas diferencias entre personas.
Siempre es lo mismo, "ellos" y "nosotros".
No somos capaces de ver las cosas de otra forma
y es una autentica lastima porque así
jamás nos podremos aportar nada. También
es curioso el detalle de que, de una u otra
forma, la religión en pleno siglo XXI
siga siendo motivo de disputas, desencuentros
y malos ratos entre las personas que no profesan
la misma, e incluso entre las que si lo hacen.
Que quede muy claro que no quiero asumir el
papel de "tipo indignado que paga sus impuestos
y conoce sus derechos". Ese nunca me ha
ido. Siempre he preferido el entendimiento entre
personas civilizadas que la aplicación
escrupulosa de lo que es legal de hacer y no
hacer.
A
mi lo que realmente me ha molestado, es que
me han largado de un sitio público por
todo el morro sin que yo hiciera nada para molestar
a nadie, solo por el simple hecho de estar ahí.
A eso yo lo llamo agresión.
Espero que estas líneas las lean muchos
sacerdotes, muchos practicantes y muchos/as
cancerberos como el que me ha tocado lidiar
hoy a mi, y que pierdan un momento planteándose
si tienen derecho a asumir como suyos edificios
y lugares que nos van a sobrevivir a todos.
Y sobre todo que se planteen que existe una
clase de personas que no necesitan del asueto
de una religión para ser capaces de disfrutar
de una iglesia, y que por mucho que les joda
vivimos en el mismo planeta que ellos, venga
de Dios, del Big Bang o de donde carajo sea.
Como desquite personal apuntarles que la catedral
por dentro es mas parecida a un palacio francés
que a un sitio de oración. Y supongo
que sus santidades y caridades saben para que
se empleaban los palacios franceses que tanto
gustan de imitar en sus templos de construcción
relativamente moderna. Lo realmente bonito es
la fachada y las torres, así que si alguno
de ustedes cae por ahí, que sepa que
se puede ahorrar el interior y el pasar al lado
del cepillo.
No acaba ahí la historia, no. Al día
siguiente volvemos a la susodicha catedral,
pero esta vez por que los dos católicos
practicantes querían ir a misa. El resultado
de escándalo: amago de ponerlos en la
puta calle nada mas entrar, correctamente vestidos
a escuchar su misa semanal. Sin comentarios.
Seguimos el tour: toca Cholula, cerca de Puebla.
Hay una iglesia preciosa en un pueblo llamado
Tonantzintla cuya particularidad es que como
no había Dios que los evangelizara, tuvieron
que adecuar la decoración interna a las
religiones indígenas. Actualmente "el
pueblo" ha decidido que no quieren párroco
ni sacerdote por que no se fían ni de
su padre, así que la mantienen ellos
solos a puro huevo, con dos cojones.
Hasta
ahí todos mis respetos, El problema ha
venido porque en la entrada hay unos preciosos
carteles que rezan "No flash, no
tripod - No flash, fotos sin trípode".
La lectura no deja lugar a dudas : se pueden
hacer fotos en las condiciones especificadas,
y eso he hecho hasta que una lugareña
ha comenzado a encorrerme alegando que estaba
grabando video, cuando le he explicado que no,
ha seguido por que ya había hecho demasiadas
fotos.
Alucinante.
Por supuesto he dicho buenos días y derecho
a la calle. En el rato que he pasado fuera he
comprendido la situación: la torda era
la mujer de un guía que no hemos contratado
y vendía unas postales que veía
amenazadas por mis fotos (fíjense que
eso ya lo he visto en más sitios y no
tan lejos). Una lástima que yo ya hubiera
decidido darles parné antes de entrar
en la iglesia. ¡Bien por "el pueblo"!.
También apuntar que en el momento de
teclear estas líneas estoy disfrutando
de la vista nocturna de una iglesia iluminada
-muchísimo más atractiva que la
catedral- desde mi habitación del hotel,
y voy haciendo pausas de cinco minutos para
disfrutar de las torres, las columnas y las
estatuas. Estoy corriendo el riesgo de ir al
infierno, amigos.
Como ya le apunte al productor ejecutivo de
esta página en una ocasión: Las
religiones, como las luciérnagas, necesitan
de la oscuridad para brillar.
Y
a nivel humano algo muchísimo más
triste: tal y como en todas las procesiones
hay un tonto que va delante, en los muchos monumentos
que precisan de conservación suele haber
un payaso que les pasa la escoba y se piensa
que son suyos.