- EL CLAUSTRO DE S. JUAN DE LA
PEÑA -
Ana Isabel Lapeña Paúl
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El monasterio bajo de San Juan de la
Peña contiene todo un conjunto de elementos artísticos
notables, pero es el claustro pinatense el que suele
concitar todos los gestos de admiración que los
visitantes expresan, sorprendidos ante la gran cubierta
rocosa y las obras escultóricas que hace cientos
de años labraron unas manos anónimas.
Los problemas planteados en su estudio
Todas las personas que de una u otra forma nos hemos
acercado a la descripción de la obra escultórica
del claustro de San Juan de la Peña, insistimos
siempre en un grave problema que aquí quiero
y debo reiterar. Es el tema de la ordenación
de los capiteles, hoy alterada por las numerosas vicisitudes
y restauraciones que ha tenido este monasterio. Con
absoluta seguridad sabemos que los capiteles se han
reorientado y cambiado.
Tema nada fácil resulta ser el análisis
de este claustro pinatense que ha generado una gran
abundancia de trabajos . Originalmente este claustro
rectangular tuvo que tener 36 capiteles. Hoy en día,
únicamente se conservan 25 piezas. Si atendemos
al ritmo de los fustes de columnas que tuvo que existir,
basándome en lo hoy conservado, debieron estar
distribuidos de la siguiente forma :
Sin embargo, la desaparición de un buen número
de capiteles, ya que únicamente han llegado hasta
nosotros menos de una treintena de piezas que parecen
estar relacionadas con el claustro, algunas de las cuales
se hallan en la actualidad en diversas partes del monasterio
y no se han repuesto en su sitio original, se ha convertido
en un gravísimo inconveniente, aunque no el único,
para llegar a comprender este sorprendente claustro.
Da la impresión que, en alguna de las restauraciones,
se siguió la idea de "completar" lo
más posible las alas mejor conservadas y, por
eso, en el ala norte, en concreto, se incrustó
una pieza que no estuvo originalmente allí y,
al mismo tiempo, se realizó un capitel moderno,
sin decoración alguna, para sustituir el elemento
que debía estar prácticamente perdido.
Observando detenidamente una de las fotografías
de la colección de veinte editadas en 1891 por
Félix Álvarez Puyol pueden sacarse algunas
conclusiones. A pesar de no ser una toma de gran calidad,
se percibe el tremendo estado de deterioro de algunas
de estas piezas del final de este ala. Además,
los mínimos datos documentados al respecto no
aclaran prácticamente nada, incluso complican
en algún momento su posible comprensión.
Con el examen detenido de la fotografía de la
crujía norte del claustro, se descubre que en
el capitel donde se representa el aviso del ángel
a San José mientras duerme, la escena está
orientada hacia el este, mientras en la actualidad está
dispuesto hacia el norte, reorientación que también
se comprueba en otras piezas. Por otra parte, algún
otro capitel ha sido cambiado de emplazamiento, tal
y como se comprueba al contemplar la litografía
de Parcerisa dedicada al claustro pinatense, de 1844,
en la que en su lado izquierdo aparece un capitel que
ahora está colocado en el centro del ala sur.
Marisa Melero se ha
atrevido a hacer una propuesta de ordenación
de las dos pandas más completas en la actualidad,
esto es, de los capiteles de lo que denomina "Taller
de San Juan de la Peña" y que sitúa
desde la esquina N.E. del claustro, a lo largo de todo
el ala N y prolongándolo hasta casi culminar
el ala oeste, concretamente hasta la pieza nº 18
inclusive.
Todos los investigadores aceptamos la presencia de varios
ciclos en este claustro como es el caso del Génesis,
el del Nacimiento e Infancia de Jesús y el de
la Vida Pública de Cristo, pero se dan discrepancias
a la hora de admitir una posible existencia de un ciclo
sobre San Juan Bautista que, en mi opinión, pudo
existir, y del que sólo nos han quedado unos
fragmentos que presentan problemas a la hora de su interpretación.
La titularidad del monasterio y un único capitel,
hoy situado en el emplazamiento número 7, me
llevan a esta conclusión que Melero acepta con
reservas. Así, cuando describe el claustro y,
en concreto, esta pieza, dice: "Capitel 7: Restos
de capitel cuádruple probablemente procedentes
de la galería Sur y casi totalmente destruidos.
Tema desconocido, quizá conectado con la muerte
del Bautista y danza de Salomé". Por su
parte, José Luis García Lloret se limita
a designar esta pieza como "Hombre asomado a un
castillo", a afirmar que su iconografía
es una incógnita, y a recoger en su texto que
otras personas han sugerido que podría "representar
en origen escenas del martirio de San Juan Bautista",
aunque en nota a pie de página parece aceptar
la interpretación por la forma arquitectónica
que en él se esculpió.
Señala Marisa Melero que también "debió
existir un ciclo apocalíptico y un conjunto de
representaciones de animales, que probablemente tuvieron
un sentido decorativo, aún cuando en ocasiones
este tipo de escenas podían tener un sentido
simbólico-moralizante". Más adelante,
incorpora la sugerencia de que asimismo hubiese capiteles
con decoración vegetal. Nada que objetar por
mi parte a estas palabras salvo que, más que
un ciclo apocalíptico, probablemente se trató
nada más que de una sola pieza con la representación
de Cristo en Majestad. Poco después, esta misma
autora considera que "debió haber una idea
rectora en el desarrollo iconográfico que sirvió
como base para relacionar entre sí los citados
ciclos, al menos en una parte importante de la escultura
de este claustro", y llega a la conclusión
de que quien diseñó la iconografía
del claustro empleó un programa bastante complejo
en el que la idea principal fue la de la caída
y redención, construido a base de relacionar
determinadas escenas del Antiguo y Nuevo Testamento.
Su resumen sobre el citado programa se refleja en las
siguientes líneas: "Un programa que insiste
sobre la caída de Eva y sus consecuencias más
inmediatas como la muerte de Abel, tomada como pre-figura
de la muerte de Cristo, y sobre la promesa de restablecimiento
de Adán y Eva, así como de toda la humanidad,
a través de la futura muerte de Cristo, a la
que se alude desde el primer momento de su concepción
en la escena de la Anunciación, mediante la cruz
que lleva el arcángel Gabriel. Después
de las promesas, el programa continúa con el
restablecimiento real de Eva gracias al nacimiento de
Cristo, al cual asiste como testigo, tanto de su propia
salvación como de la virginidad de María
... A través de este texto se presenta a los
magos como legítimos portadores de la promesa
de redención, promesa plasmada en un texto que
se supone de origen divino y que conectaba directamente
la muerte de Abel con el anuncio de la futura redención".
Y aquí debo señalar que ya no comparto
del todo algunas de las afirmaciones de la citada profesora
porque, en mi opinión, tal y como iré
desarrollando en las páginas siguientes, no considero
acertadas todas las identificaciones y relaciones que
hace.
El maestro de obras Miguel Peralta en el siglo XVI escribió
unas pocas líneas sobre los temas existentes
en este claustro que debo incluir: "Assi mesmo
fui requerido visitase y viese del claustro para bolberle
como antes estaba y correspenda a lo que esta en pie,
porque la metad de el esta caydo, sin memoria de columnas
ni arcos porque dicen fue quemado. Y bien parece ser
verdad en lo que muestran las paredes que en pie quedaron
porque estan como almagra la peña y todo faltan
en dicho claustro catorce columnas con sus chapiteles
y casas las columnas de largo el chapitel hacen puesto
todo el testamento viejo y nuevo, assi como he visto
ser puestas por lo que esta /en\ pie que entrando la
puerta del claustro comienza la creacion del mundo y
en esto el pecado de Adan y la muerte de Abel; por la
otra parte comienza por el nacimiento de Nuestro Señor
y luego la adoracion de los Reyes y la circuncision.
Todo lo demas falta que cierto parecia claustro de reyes".
Los problemas que nos dan estas líneas son dos
y paso a exponerlos a continuación, aunque quiero
señalar que, de momento, no puede resolverse
ninguna de las dos cuestiones.
1) mención de la falta de 14 columnas con sus
capiteles. En la actualidad, si a las 11 piezas hoy
inexistentes, le sumamos los dos modernos, situados
en los lugares 10 y 21, nos dan un total de 13. Entonces,
si Peralta lo anotó bien, ¿qué
capitel hay ahora en el claustro que no estuviera en
el siglo XVI?.
2) Escribe que al traspasar la "puerta del claustro
comienza la creación del mundo y en esto el pecado de
Adan". ¿Significa esto que en los desaparecidos
capiteles anteriores, por lo menos en los dos que antecedieron
a la creación del Primer Hombre, hubo alguno
dedicado a los momentos previos esto es, a cualquiera
de los diferentes días de la creación
propiamente dicha? , o bien cabe otra posibilidad, por
la que yo personalmente me inclino, y es que debemos
entender la referencia de Peralta a la "creación
del mundo" exclusivamente como una referencia a
la creación de Adán.
Por otra parte, los historiadores del arte suelen describir
la iconografía de los capiteles pero, por lo
general, no suelen relacionar las interpretaciones con
los elementos de vida cotidiana de la época (instrumentos
de trabajo, vestido y calzado, equipamiento de las mesas,
atalaje de los animales, etc.) que se reflejan en las
escenas. Hace unos años, en una de las ediciones
de la guía histórico-artística
del monasterio que publiqué , aparecieron unas
páginas dedicadas a estos aspectos, pero separadas
de la descripción general de los capiteles que,
ahora, quiero integrar al tratar de algunas de las piezas.
Descripción de los capiteles según
la disposición actual
Paso, a continuación, a tratar de todos los capiteles
conservados en el famoso claustro.
1. La
creación de Adán y la creación
de Eva (Génesis 2, 7 - 25). Capitel
con dos escenas que se presenta adosado a la cara
sur del machón del ángulo N.E del claustro.
Dos fustes.
En la primera escena, un desnudo Adán aparece
tumbado y Dios Padre, en forma antropomórfica
pero cuyo rostro ha desaparecido casi por completo,
cubierto con amplias vestimentas y con nimbo crucífero,
le infunde vida mediante el contacto físico.
Sugiere certeramente Melero que, incluso, parece modelar
la pierna del Primer Hombre. Una mano le da la vida
y la otra da forma a su cuerpo Y como se trata de una
creación, y no de un nacimiento, Adán viene al
mundo como adulto. Tras las dos figuras, unas formas
vegetales evocan el Paraíso. El cuerpo de Adán
lleva marcada mínimamente una costilla, probablemente,
como sugiere García Lloret, en alusión
al pasaje posterior en que Yahvé le duerme para
quitarle esa parte del cuerpo con la que creará
a Eva, de aquí que Adán aparezca acostado
sobre la tierra.
En la segunda escena, Eva, recién creada y totalmente
formada, aparece en pie y desnuda. Falta aquí
la figura de Dios Padre que tuvo que haber, aunque,
en la actualidad, sólo quedan unos pequeños
fragmentos de la parte inferior de sus vestidos. Quizás
Dios le tendiera la mano a Eva, gesto frecuente en las
representaciones de la creación de la Primera
Mujer. El capitel se completa con algunos elementos
vegetales a modo de árboles, intercalados, que
evocan de nuevo la vegetación del Paraíso.
2. Pecado
original y recriminación divina (Génesis
3, 1 - 19). Capitel con dos escenas que se presenta
adosado a la cara oeste del machón del ángulo
N.E del claustro. Dos fustes.
A la derecha del espectador aparece una serpiente, símbolo
del primer pecado, que se enrosca en el Árbol
de la Ciencia del Bien y del Mal, junto al cual aparece
el cuerpo de Eva que se conserva de forma incompleta,
aunque se aprecia que cubre su sexo con una hoja de
parra. Tras un elemento vegetal de separación,
aparece Adán quien, avergonzado, también
esconde su desnudez ante Yahvé, con túnica,
conservado sólo en su mitad inferior. Tras la
figura divina, de nuevo, un árbol. La mano derecha
del Primer Hombre señala su garganta, como si
un trozo de la manzana se le hubiese atragantado. Es
acertada la interpretación de que en la escena
se han "fundido" el pecado y la recriminación
divina ya que ambos han cubierto su sexo. "Adán
participa del pecado aunque sea Eva la protagonista
principal, y Eva participa de la recriminación,
aunque esencialmente la dirige a Adán",
escribe al respecto Marisa Melero.
3. Trabajos
de Adán y Eva (Génesis 3, 23) y las
ofrendas de Caín y Abel (Génesis 4,
3 - 4). Exento. Un fuste:
Los dos temas se reflejan en cuatro episodios: Eva
hila, es decir, que se le representa realizando
una de las tareas femeninas por excelencia ya que las
mujeres completaban sus tareas con el hilado y el tejido,
tanto de la lana como del lino y el cáñamo,
las fibras vegetales habituales en el agro aragonés
de aquellos siglos. Esta figura femenina apoya la rueca
con el copo en su cintura en la parte izquierda de su
cuerpo, mientras sus manos trabajan el hilo, ya que
con la izquierda lo retuerce entre sus dedos y con la
derecha lo comprime, a la vez que hace girar el huso
que en este capitel cae pendiente de la mano derecha
de Eva, quedando de esta manera devanado. Por su parte,
Adán trabaja la tierra. Su figura, a la que le
falta la cabeza, está detrás de un arado
-el característico "aladre"- tirado
por una yunta formada por dos animales, con un tipo
de atalaje, difundido en Europa desde el siglo IX, que
suponía una auténtica innovación
con respecto al sistema de cuerdas anterior que oprimía
el cuello del animal. Con el nuevo sistema se aprovechaba
mejor la fuerza de tracción del animal en todas
las faenas agrícolas, en el arrastre y en el
transporte. La mano derecha de Adán sujeta la
"mancera" y la izquierda coge la reja de tipo
plano y forma lanceolada.
Completa el capitel la escena de las ofrendas de los
primeros descendientes de Adán y Eva. Abel, de
aspecto juvenil e imberbe, alza con sus dos manos un
cordero, mientras Caín, barbado y de mayor edad,
ofrece a Dios un haz de espigas. Según los tratados
iconográficos, la escena solía completarse
con la respuesta de Dios a las ofrendas que se podía
representar de varias formas: a través de la
mano divina, del humo de las ofrendas o de la misma
figura de Dios. El pequeño deterioro que hay
en el capitel entre los dos hermanos bien pudo presentar
la mano derecha de Dios que saldría del cielo
para bendecir a Abel. García Lloret cree advertirla
encima de Caín pero orientada hacia su hermano,
algo que yo no aprecio. Sin embargo, una nueva observación
más detallada si me ha permitido ver que, encima
de las espigas ofrecidas, aparecen unos pequeños
trazos ondulados que deben referirse al humo que, descendiendo
del cielo, simbolizaba el rechazo de Dios a la ofrenda
de Caín, quien se había reservado las
mejores espigas en vez de entregarlas para el homenaje
y el reconocimiento divinos.
Observemos los vestidos de los dos hermanos y de su
padre. Éstos son cortos, hasta las rodillas,
como corresponden a los ropajes empleados en la época
medieval por las personas de escaso poder adquisitivo,
tales como pastores y agricultores, pero apropiados
para las tareas del campo ya que unas largas vestimentas
hubieran sido además un estorbo. Fijémonos
en el calzado. Abel lleva unas abarcas que cubren la
planta del pie y algo de los laterales pero sin tapar
el empeine. Por otra parte, parece que lleva algo parecido
a unas medias o calzas que protegen sus piernas hasta
la rodilla, algo lógico dada la dura climatología
de la zona y del trabajo a la intemperie que desarrollaban
los campesinos y pastores. Para sujetar las abarcas
se cosían unas cintas que, entrecruzadas, se
ataban a las piernas, y en este caso, al tobillo. Por
otra parte, las descripciones conservadas de aquellas
gentes coinciden plenamente con lo que contemplamos
en este capitel . Otro calzado diferente, similar a
un botín hasta el tobillo, es el que lleva Caín.
En cuanto al vestido de María es largo, como
corresponde a una mujer del siglo XII.
4. Anunciación
(Lucas 1, 26 - 38). Visitación (Lucas 1,
39 - 45). Nacimiento
de Jesús (Lucas 2, 1 - 7). Anuncio
a los pastores (Lucas 1, 8 - 12). Exento. Dos fustes.
En la Anunciación del arcángel Gabriel
a la Virgen de su próxima maternidad se aprecia
claramente el gesto de sorpresa de María, que
parece estar sentada, asustada ante la presencia del
mensajero de Dios. Lleva éste en su mano derecha
una cruz que, apropiadamente, se vincula al futuro destino
del Hijo de Dios y flexiona su rodilla en señal
de respeto y reconocimiento a María, la Nueva
Eva, como fue nominada por los teólogos, que
redimirá el pecado de la Primera Mujer. Esa cruz
es la transformación del bastón, un atributo
habitual de los mensajeros de Dios que, en este caso,
sirve para anunciar el futuro del Hijo de Dios. Con
esta escena suele comenzar el ciclo de la infancia de
Jesucristo. La siguiente es la de la Visitación
que se representa de la forma habitual, esto es, con
el abrazo de María y su prima Isabel.
A continuación viene la Natividad. María,
recién dada a luz, aparece en primer término
acostada. A sus pies, la figura de San José,
sentado, casi encima del lecho, apoyando su rostro en
su brazo derecho, en una actitud hasta cierto punto
distante y con un semblante aburrido, quizás
dormido. Entre ambos, en un segundo término,
el pesebre con el Niño y los animales, más
bien las cabezas, que le proporcionaban calor. Todo
compuesto según la iconografía habitual
por aquellos tiempos. Al aludir a San José, Marisa
Melero sugiere que se le pudo representar así
para aludir al denominado "Primer sueño
de San José", en el que un ángel
le convence para que no repudie a María y le
explica el misterio de la maternidad de la Virgen, señalando
su origen divino. Sin embargo, como esta misma autora
reconoce, falta la figura del ángel y no es por
el deterioro de la pieza, sino que nunca se representó
en este capitel.
Pero junto a la cabeza de la Virgen aparecen dos mujeres.
En mi opinión son las parteras o comadronas que
atienden a la Virgen. Los Evangelios Canónicos
omiten este tipo de pormenores, pero los escultores
y pintores de la época, apoyándose en
los Apócrifos, introdujeron estos detalles a
la hora de representar las escenas. En el Protoevangelio
de Santiago sólo se alude a una partera pero,
según el Pseudo Mateo (XIII, 3 - 5) , San José
había enviado a buscar a dos comadronas, y éstas
fueron Zelomí y Salomé. Fue la primera
quien declaró que María seguía
siendo virgen después del parto, tras haber hecho
el examen correspondiente de la nueva madre. Salomé,
la segunda, por el contrario, dudó y fue castigada
por ello. Sin embargo Melero, apoyándose en el
denominado "Evangelio Armenio de la Infancia"
(VIII, 9 - 11) , las identifica con Eva -la primera
mujer- y Salomé. Según dicho texto, copio
textualmente, "Eva llegó al lugar del nacimiento
para contemplar la redención con sus propios
ojos, gracias a lo cual Dios la levantó de su
caída y restableció en su dignidad. De
acuerdo a este texto fue Eva quien comunicó a
Salomé la noticia del nacimiento del Mesías
y mantuvo con ella una discusión sobre la virginidad
de María. Salomé no creyó a Eva
y fue castigada por su incredulidad, siendo perdonada
y sanada cuando, ante su castigo, creyó en el
Mesías".
La última imagen de este capitel es la del Anuncio
a los pastores de Belén, representados por dos
de ellos, protegidos del frío con sus mantos
con capucha que les cubre la cabeza. Sus largos cayados
curvos, en forma de gancho, eran instrumentos habituales
entre las gentes de este oficio. Como es lógico,
unas cuantas ovejas, en concreto cuatro, recuerdan el
trabajo de estas personas. La comunicación de
la buena nueva es hecha por un ángel que aparece
a la izquierda del espectador. Señala Marisa
Melero que, mientras el enviado de Dios aparece al mismo
nivel de los pastores, éstos dirigen sus caras
hacia el cielo, sin mirar al ángel. Para esta
investigadora es una mala adaptación de un tema
que se solía realizar con un ángel que
aparecía en el cielo hacia el cual miraban los
sorprendidos pastores. En este caso pinatense, advierte,
no tiene sentido que sus rostros se alcen, cuando su
interlocutor aparece aposentado en su mismo plano. Sin
embargo, también señala que en el Protoevangelio
de Santiago (XVIII, 2) se menciona que dichos pastores
"tenían sus rostros mirando hacia arriba"
.
Observemos de paso en las representaciones femeninas
de este claustro los vestidos y los tocados femeninos.
Tanto María como Isabel, y antes Eva, en la representación
del capitel de los trabajos, o luego las hermanas de
Lázaro, llevan su pelo escondido, oculto por
la toca o pequeño bonete que les cubre la cabeza
que se completa por una banda que pasaba por debajo
de la barbilla. La ocultación del cabello era
sinónimo de vida recatada, mientras el pelo suelto,
las largas melenas, quedaban reservadas para juglaresas,
bailarinas, contorsionistas y ocupaciones similares
que la Iglesia no veía con buenos ojos. La exhibición
o no del pelo femenino contenía todo un mensaje
subliminal en la época románica.
Fijémonos también en los vestidos de las
personas esculpidas en este claustro. Partimos de la
base ya anticipada en los párrafos anteriores,
de que en las pinturas y esculturas románicas
el vestido tiene importancia y permite distinguir al
noble del plebeyo, al caballero del campesino. Los trajes
largos, con tela abundante y, por tanto, holgados, quedan
reservados para Dios Padre, Cristo, la Virgen, los apóstoles
y los reyes, mientras los pastores, campesinos o los
soldados visten de corto, y con ropas ajustadas, como
señal de sus más que escasas economías.
A Dios Padre se le representa en la creación
de Adán del primer capitel con un grueso manto,
quizás orlado en sus bordes, dispuesto sobre
sus hombros, sin embargo cuando Adán ara o sus
hijos hacen las ofrendas van de corto.
5. Aviso
de un ángel a San José mientras duerme
y Huida
a Egipto (Mateo 2, 13 - 15). Puerta de una ciudad con
pequeños personajes asomados. Exento. Un
fuste.
San José es avisado en sueños por un ángel
de que el recién nacido Jesús corría
peligro porque Herodes andaba buscándole para
matarle, por esta razón, dice el Nuevo Testamento,
la Sagrada Familia emprendió la huida a Egipto.
En esta representación pinatense puede adivinarse,
pese a su deterioro, a la Virgen y el Niño, dispuestos
"a mujeriegas" sobre un animal de cuyo ronzal
tira San José, quien, además, lleva apoyado
sobre su hombro izquierdo todo su equipo de viajero:
un bastón o madero en el que cuelgan una manta
para protegerse del frío y un hatillo. A su vez,
delante de José, el artista esculpió una
arquitectura, y más concretamente la puerta de
una muralla en cuya parte alta asoman unos pequeños
personajes. Desde luego, una muralla en la época
medieval era el símbolo urbano por excelencia,
pero, ¿qué ciudad o población se
quiso representar?.
Algunas respuestas se han dado como, por ejemplo, la
propia Belén, que ahora, por seguridad, debían
abandonar, o Nazaret, la ciudad en la que después
de la estancia en Egipto se instaló la Sagrada
Familia. Alude Melero a otras diversas posibilidades
para interpretar esta parte del capitel, pero a su vez
menciona los inconvenientes que ella observa para aceptarlas.
Así, señala que podría ser la ciudad
de Hermópolis por la que pasó la Sagrada
Familia, según fuentes no canónicas, cuando
iba a Egipto, país de su salvación y refugio
momentáneo, y las figuritas serían los
ídolos de la ciudad que cayeron ante la presencia
de Jesús, la Virgen y San José.
El episodio de la caída de los ídolos
aparece en el Pseudo Mateo (XXIII), que a su vez se
inspiraba en una profecía de Isaías (19,
1), tal como recogió Reau . Según dicho
evangelio apócrifo, cuando Jesús se acercó
al templo, los 365 ídolos cayeron al suelo y
se rompieron. Esta autora, después de señalar
este asunto como posible, reconoce que los "personajes
que pueblan la arquitectura no caen ni creo que aludan
a los ídolos de Hermópolis". Sugiere
también que pudiera ser una imagen de Egipto,
cuyos habitantes darían la bienvenida a sus visitantes,
para inmediatamente reconocer que, en este caso, Egipto
suele estar personificado como una figura femenina.
Finalmente se decanta por la identificación de
la muralla con la ciudad de Cairo, basándose
de nuevo en el "Evangelio Armenio de la Infancia
de Cristo" (XV, 4 - 5). En esta obra se dice que,
en dicha ciudad, la Sagrada Familia residió en
un edificio fortificado, e igualmente comenta que Jesús
jugaba en dicha fortaleza con otros niños de
Cairo; y que un día, Cristo se deslizó
milagrosamente desde las zonas altas y ventanas del
castillo hasta el suelo.
Personalmente no me convencen ninguna de las hipótesis
mencionadas en el párrafo anterior, pero también
debo reconocer que tampoco logro dar con la clave para
explicar qué ciudad se quiso representar con
esta puerta de muralla y las cuatro figuritas que en
ella aparecen asomando sus cabezas. Quizás éstas
sólo se hicieron para rellenar el espacio entre
las almenas.
Antes de pasar al siguiente capitel prestemos atención
a los detalles del sueño de San José.
Éste nos muestra su desnudo hombro bajo la gran
colcha que le cubre. Fijémonos también
en el gorrito que le cubre la cabeza que, por cierto,
reposa sobre un gran almohadón adornado con unos
dibujos tallados en forma de círculos con los
que, acaso, se quiso representar que esta pieza estaba
hecha de "ciclatón", un tejido que
se adornaba con círculos entretejidos en seda.
6. Los
Reyes Magos ante Herodes. Un soldado. Los
sabios consultan las escrituras. (Mateo 2, 1 - 6).
Asesinato
de una persona (¿Matanza de los inocentes
(Mateo 2, 16)?, ¿Caín matando a Abel (Génesis
4, 8)?, ¿Muerte del Bautista (Mateo 14, 9 -11)?,
¿Un incidente acaecido entre los canteros?, ¿capitel
con la leyenda de Hiram?). Exento. Dos fustes.
Los artistas románicos representaban con mayor
frecuencia dos episodios del ciclo de los Reyes Magos
siguiendo el Evangelio de San Mateo (2, 1 - 12), pero
no solían esculpirlo completo -el anuncio por
un ángel a cada uno de los reyes, el viaje siguiendo
la estrella, ante Herodes, vuelven a ver y seguir la
estrella tras su salida del palacio de Herodes, la Epifanía
propiamente dicha, el aviso de un ángel para
que no retornaran ante Herodes y el regreso a su país
por otro camino. En el claustro de San Juan de la Peña
el tema de los Magos adquirió gran importancia
pues el taller escultórico representó
varios momentos de este hecho. De todas formas hoy en
día se nos presentan desordenados.
A pesar de que solía comenzarse con los Reyes
Magos siguiendo la estrella, sin embargo, en la actualidad,
en primer lugar está colocado el capitel que
lleva las tres figuras coronadas que aparecen dispuestas
en pie ante el entronizado Herodes cuyo rostro aparece
perdido hoy en día. Dos de ellas aparecen barbadas
y la tercera es imberbe, simbolizando de esta manera
la diferenciación de edad. El gesto de la mano
de la primera de ellas resulta elocuente, pues inquiere
a su interlocutor sobre el lugar de nacimiento de Cristo.
Tras Herodes, un soldado con su espada desenfundada
como preludio, en mi opinión, de la muerte de
los Inocentes. Para Melero, representa simplemente a
un soldado de la guardia real que le sirve de escolta,
pero su espada al aire me lleva a la conclusión
que he comentado.
A este asunto le sigue una escena en la que dos personas,
una de ellas incompleta y separadas por un elemento
vegetal, se afanan en leer las escrituras, representadas
en forma de largos rollos, para responder a las preguntas
de los Magos. El autor siguió fielmente el evangelio
de San Mateo (2, 1 - 5) que refiere que, ante las preguntas
de los Magos, Herodes "se turbó y con él
toda Jerusalén; y congregando a todos los pontífices
y a los letrados del pueblo, les preguntaba el lugar
del nacimiento de Cristo. Ellos le contestaron: En Belén
de Judea pues así esta escrito por el profeta".
Los dedos índice de los dos sabios señalan
con gran expresividad los fragmentos de las escrituras
que recogían que el Mesías nacería
en Belén.
La siguiente escena de ese mismo capitel ha originado
una gran diversidad de criterios para definir lo que
simbolizan los dos personajes. De lo que no cabe duda
es que se trata de una muerte violenta. Un hombre clava
su azada en la cabeza de otro que aparece postrado.
García Lloret, Melero y otros investigadores
coinciden en interpretarlo como Caín matando
a su hermano Abel. La azada, en este caso, recordaría
el oficio de agricultor del primer fratricida. Pero
otros estudiosos no comparten esta idea y apuntaron
diversos significados. Así Durán Gudiol
sostuvo que se había querido escenificar la muerte
del Precursor de Cristo, San Juan Bautista, mientras
Crozet, Canellas y San Vicente pensaron en la Matanza
de los Inocentes.
Veamos las argumentaciones de quienes identifican esta
escena con la muerte de Abel. García Lloret considera
que con ella concluiría el ciclo iniciado con
las ofrendas de los hermanos. Se basa para afirmar que
es el homicidio del hijo de Eva en el hecho de que el
asesino lleve barba y la víctima se represente
imberbe; y en que tengan la misma fisonomía de
los primeros hijos de Eva en el capitel nº 3, afirmación
esta última que yo no comparto . Argumenta además
que esta escena "se inspira en un modelo iconográfico
del primer fratricidio ampliamente difundido en la escultura
tardorrománica" y, finalmente, "porque
la ubicación incorrecta de esta escena no está
exenta de lógica: se incluye en un capitel que
tiene por protagonista a Herodes, símbolo de
la descendencia de Caín entre los hombres, logrando
de este modo un alejamiento respetuoso con respecto
a las escenas de la Anunciación a Santa María,
la Visitación y el Nacimiento de Jesús
que ocupan el capitel nº 4". La cara afeitada
de la persona a la que se mata, no creo que tenga nada
que ver con Abel. Por otra parte, si se trata de los
Inocentes, en este caso sorprendentemente reducidos
a una única figura, es normal que se le represente
sin barba, dada su escasa edad.
Melero justifica lo que también es para ella
la muerte de Abel, en el hecho de que el programa iconográfico
de los episodios de la Infancia de Cristo lo diseñó
algún monje del monasterio que pudo utilizar,
según esta autora, el "Evangelio Armenio
de la Infancia", texto en el que se establece una
relación directa entre la referida visita de
los Magos a Herodes y el crimen cometido por Caín,
y escribe acerca de ello: "La interpolación
del episodio de la muerte de Abel en esta parte del
ciclo iconográfico del claustro de San Juan de
la Peña supone una nueva alusión a la
caída y redención, redención que
se hace derivar directamente de la misericordia de Dios
ante la caída de Adán y sus descendientes,
entre los que Caín fue el símbolo por
excelencia del pecado, justamente por su fratricidio".
Añade prácticamente a continuación,
aunque en nota a pie de página: "Hay que
tener en cuenta, además, la falta de destreza
del artista de San Juan de la Peña, tanto desde
el punto de vista formal como iconográfico, siendo
evidente el desconocimiento de ciertos temas primordiales,
cuyos esquemas utilizó sin ningún tipo
de adecuación, tal y como se ha indicado en el
episodio del "aviso a los pastores". Es decir,
ello podría implicar que la ignorancia iconográfica
del escultor pudo contribuir a no colocar correctamente
algunos de los temas bíblicos solicitados por
el iconógrafo del claustro, quien, por otro lado,
si admitiésemos esta última hipótesis,
hemos de suponer también que no debió
controlar demasiado la correcta realización del
programa solicitado. Sin embargo, sería demasiada
coincidencia que la falta de destreza del escultor colocase
el tema en un lugar tan significativo desde el punto
de vista del programa, como poco frecuente. Por ello
me inclino a pensar que esta ubicación extraña
del tema de la muerte de Abel depende de la fuente literaria
seguida y, en consecuencia, del programa tipológico
diseñada para este claustro".
No es nueva esta interpretación y la adjudicación
de la existencia de la muerte de Abel en este claustro
ya que el maestro Peralta, en el siglo XVI, también
alude a la existencia de este episodio en el claustro.
Debo recordar sus, lamentablemente, escasas palabras,
al referirse a estos capiteles: "hacen puesto todo
el testamento viejo y nuevo ... entrando la puerta del
claustro comienza la creación del mundo y en esto el
pecado de Adan y la muerte de Abel; por la otra parte
comienza por el nacimiento de Nuestro Señor y
luego la adoración de los Reyes y la Circuncision".
De las escenas citadas sólo se conservan más
o menos completas en la actualidad, en mi opinión,
dos de ellas -la de Adán y la Natividad- y la
Epifanía sólo en parte, mientras la última
no se ha conservado, salvo, quizás, unos pocos
restos. Pero es posible que Peralta errara en sus menciones.
Por su trabajo estaba familiarizado con las imágenes
del Antiguo y Nuevo Testamento, pero podía estar
más acostumbrado a interpretar que, cuando un
hombre se abalanzaba sobre otro, se tratara del primer
fratricidio, y no se detuviera en conocer bien la escena
ni en indagar su auténtico significado, ya que
no le interesaba para el trabajo que le había
sido encargado.
Personalmente, y puestos a reconocer la falta de pericia
del escultor a la hora de plasmar los temas, me inclino
por pensar en una peculiar manera de representar el
asunto de la muerte de los inocentes, en un espacio,
además, reducido porque le reservó una
de las caras estrechas del capitel.
Otra hipótesis es que se esculpió un acontecimiento
sucedido en el transcurso de los trabajos, incluso se
ha hablado que quizás pudiera tratarse de una
pelea entre canteros. Personalmente no me inclino por
ella, pero también es cierto que en el claustro
de San Pedro el Viejo de Huesca, del mismo autor o de
un equipo cercano al que aquí trabajo, hay capiteles
con escenas de enigmática comprensión
que bien pueden referir algún acontecimiento
coetáneo al trabajo de los escultores y algunos
hechos que bien pudieron darse en la capital altoaragonesa.
Muy recientemente incluso se ha sugerido que todo este
capitel puede tener una explicación masónica.
En vez de la escena de la lectura de los textos bíblicos,
como tradicionalmente ha sido entendida, el Dr. Falchi
considera que es la interpretación, no de un
texto, sino de un trazado o diseño que sería
el proyecto del Templo de Jerusalén dado por
Dios a David, padre de Salomón, y los dos personajes
serían el maestro Hiram y el rey Salomón
que le entregó dicho plano divino. En la segunda
cara se habría plasmado el punto central de la
tragedia: el asesinato de Hiram, el famoso orfebre,
escultor y maestro constructor del Templo, al ser golpeado
por uno de sus discípulos porque no quiso darles
a conocer sus secretos de la construcción y de
maestro, hecho que sirvió a la masonería
ritual y simbólica para la ceremonia de iniciación
a tal grado. En este caso el arma homicida se trataría,
no de una azada, sino de un pico, instrumento habitual
entre canteros, constructores y escultores. La mano
izquierda del supuesto Hiram aparece tocando su costado
derecho, como indicativo de un golpe anterior recibido
en dicha parte del cuerpo. Y en cuanto a la escenificación
de la agresión por la espalda se debería,
según Falchi, a alguna variante local de la tradición,
y querría significar la iniquidad del crimen
cometido por un traidor. En relación a la tercera
escena representaría el reencuentro de la "palabra
sagrada" de Dios, cuya pérdida vino con
la muerte de Hiram. Los tres maestros se presentarían
ante Salomón y las particulares posiciones de
las manos de los personajes que están frente
al soberano no serían ademanes de inquisición
o pregunta, sino gestos todavía usados en la
masonería moderna. La cuarta cara donde figura
un soldado con la espalda desenfundada, simbolizaría
a la Justicia y la Venganza. Según la tradición
relacionada con Hiram y su muerte sería el maestro
que encontró al jefe de la conjura y lo mató
con un puñal. Y la diferencia entre el puñal
de la leyenda y la espada representada, el Dr. Falchi
la solventa con la explicación de que podría
deberse a una variante local a la hora de plasmar la
narración de toda esta tradición .
Como puede comprobarse muchas son las hipótesis
para este capitel y sobre todo para la escena del asesinato.
7. Hombre
dentro de un castillo o torre (San Juan Bautista
en la cárcel). Mujer
bailando (Salomé) (Mateo 14, 1 - 12) . Otros
restos imprecisos. Exento. 4 fustes.
Ésta resulta ser otra pieza de problemática
interpretación. En primer lugar hay que señalar
que su estado de conservación es muy malo en
buena parte del capitel, lo cual impide conocer que
otros episodios podían completar la escena. Desde
luego en su actual cara norte no cabe duda de que aparece
un hombre dentro de una edificación almenada,
pero ¿a qué hace referencia?. Es frecuente
leer en los estudios sobre este claustro que este capitel
proviene de otro punto del claustro monástico
y ha sido instalado en el centro de esta galería
en alguna de las restauraciones que hubo, quizás
en el transcurso del siglo XIX. Efectivamente este capitel
interrumpe el ciclo de la infancia de Jesucristo. Es
obra esculpida, además, por otra mano distinta
a la que labró los capiteles de las crujías
norte y oeste. Acompañan a esta representación
una figura femenina entre elementos vegetales. En mi
opinión, como ya he señalado en ocasiones
anteriores, es una escena vinculada a San Juan Bautista,
santo titular del monasterio pinatense, y se habría
esculpido al Precursor en la cárcel y la danza
de Salomé.
El resto de las escenas han desaparecido o están
tan deterioradas que impiden su identificación,
pero voy a describir los mínimos restos que han
sobrevivido en la cara orientada hacia el este: de izquierda
a derecha únicamente se intuye la presencia de
un personaje del cual sólo queda una mano y que
está separado de otro por un elemento vegetal.
Parece que ambos se dan la mano. De la segunda figura
humana se ha conservado la parte baja de sus largas
vestiduras y los botines de su calzado que, por cierto,
pisan un tallo vegetal. Ni siquiera se puede adivinar
si se trata de un hombre o de una mujer. En la cara
sur acaso se esculpieron dos personajes, hoy en día
prácticamente perdidos en su totalidad.
Melero acepta la posibilidad
de que se trate del asunto mencionado "quizá
podría tener cierta lógica su conexión
con el tema de la muerte del Bautista por orden de Herodes
y a petición de Salomé y Herodías.
De ser así, este tema formaría parte de
un ciclo hagiográfico dedicado al Bautista situado
probablemente a lo largo de la panda Sur, tal y como
ocurre en otros muchos claustros, como es el caso del
claustro de la colegiata de Santa María de Tudela,
donde a continuación del ciclo neotestamentario,
una de las cuatro pandas, concretamente la sur se dedicó
a la iconografía de diferentes santos. Si cito
este caso es por aludir tan sólo a un ejemplo
que, además es significativo porque pudo determinar
los aspectos formales del claustro de San Juan de la
Peña, pero desde luego hubo otros claustros en
los que se dedicó un amplio espacio al ciclo
hagiográfico".
Por su parte, José Luis García Lloret
mantiene que la identificación con el Bautista
"estaría avalada por la forma arquitectónica
esculpida en el capitel pinatense, ya que este motivo
aparece en todas las esculturas tardorrománicas
relativas al martirio de San Juan Bautista que se localizan
en Castilla" . Para este investigador, en su lugar
debería haber un capitel con escenas de la Matanza
de los Inocentes, dado que este tema ocupa un destacado
lugar en los repertorios iconográficos difundidos
a fines del siglo XII por la escuela silense, de donde,
en opinión de este autor, surgió "la
principal influencia del programa iconográfico
esculpido en el claustro de San Juan de la Peña".
Si aceptamos que su ubicación actual no debió
ser la original, cabe preguntarse qué representación
neotestamentaria debía ir en su lugar, aunque,
por lo general, los investigadores no nos atrevemos
a sugerir cuál pudo ser.
8. Dos
Reyes Magos a pie en la Epifania. Sueño de
los Reyes Magos (Mateo 2, 11 - 12). Exento. Doble fuste.
Pieza deteriorada en la que únicamente han quedado
por un frente dos de los reyes que están de pie.
La figura del otro rey ha desaparecido, al igual que
no se conserva la decoración del lado norte de
este capitel que, es mas que probable, consistiera en
la Virgen con el Niño, la Epifanía propiamente
dicha, escena habitual del ciclo de la infancia. Ratifica
esta teoría el hecho de que el maestro Peralta
mencione expresamente la Adoración de los Reyes,
tal y como acabo de señalar en los párrafos
precedentes. Por otra parte, resultaba muy extraño
que aparecieran en este claustro los episodios menos
habituales de los Reyes Magos y no estuviera la Adoración
que constituía el momento principal y que se
realizó con mayor frecuencia.
En su análisis del claustro refiere Marisa Melero
el problema que se suscita al no poder saber si delante
de los dos reyes conservados estaba el otro, o bien
se ha perdido el que ocupaba el último lugar.
Y señala que este hecho impide, además,
saber la forma de adoración de los Reyes, esto
es, si se plasmó en procesión, seguidos
uno detrás de otro, con todos los oferentes alineados
en el mismo plano, o bien con el primer mago postrado
a los pies del Niño sentado sobre las rodillas
de su madre, inclinándose por la primera opción,
opinión que no comparto. El hecho de que en la
cara sur se dispusiera un elemento vegetal para dejar
completo el capitel, me obliga a llegar a la conclusión
que ha desaparecido el primer mago de la Epifanía,
quien muy probablemente se postraba ante Jesús.
En otro de los lados, un
ángel toca a alguien acostado en una cama
donde, probablemente, se quiso plasmar el aviso del
ángel a los dormidos magos para que retornaran
sin notificar a Herodes el lugar del nacimiento de Jesús.
El estado de conservación no permite aventurar
si estaban los tres magos en la misma cama, y con sus
coronas en la cabeza, como fue habitual en la iconografía
de la época, que resolvía con encantadora
ingenuidad la falta de alojamiento que en aquellos días
había en Belén.
9. Viaje
de los Reyes Magos siguiendo la estrella. Exento.
Un fuste
Marisa Melero, en su propuesta de ordenación
original de los capiteles, señala que esta escena
debería ir en el lugar del nº 5, colocación
generalmente admitida por otra parte. Destaca también
que el autor de estas obras introdujera un episodio
del ciclo dedicado a los Magos de Oriente que no se
representaba habitualmente, ya que solía reducirse
a la escena de la Adoración de los Reyes propiamente
dicha o Epifanía.
En este caso la interpretación desde luego no
ofrece problemas pues se ve perfectamente a los Magos
a caballo. La mano del primero de ellos señalaba
una desaparecida estrella. Lo que ya no puede asegurarse
es si se trata del primer momento del viaje siguiendo
la estrella, o bien el segundo -por otra parte tema
poco frecuente- al salir del palacio de Herodes, tal
y como refiere San Mateo: "Y ellos, oído
el rey, marcharon; y la estrella que vieron en Oriente,
los guiaba hasta que llegó y se colocó
donde estaba el Niño" (2, 9).
En otro orden de cosas, esta representación nos
permite no sólo conocer a la perfección
el equipamiento de un caballo: las riendas, el freno,
el collerón y la silla de montar, sino también
el calzado de un estamento de rango social elevado ya
que calzan unas largas y flexibles botas que sobresalen
por el estribo en que apoyan sus pies los viajeros,
e incluso pueden apreciarse las espuelas que llevaban.
10. Capitel moderno puesto en una de las restauraciones
en vez de la pieza original perdida. Sin escena. Exento.
Dos fustes.
Remito a los comentarios que se hacen al tratar de la
pieza hoy emplazada en el nº 23
11. Tentaciones
de Cristo en el desierto (Mateo 4, 1- 11 y Lucas
4, 1 -13). Un fuste.
Tal y como indica L. Reau, las Tentaciones no forman
en realidad parte de la Vida Pública de Cristo
porque la escena transcurre sin testigos: Sólo
están Jesús y Satanás. Recordemos
el tema según el Evangelio. Tras el Bautismo,
Jesús se retiró a orar en el desierto
durante cuarenta días. Satanás creyó
que, debilitado por el largo ayuno, podía tentarle
con el hambre, el orgullo y la codicia. Y desafió
al Hijo de Dios a convertir las piedras en pan, a arrojarse
desde las alturas porque los ángeles le salvarían,
y a conseguir el dominio del mundo si se postraba ante
él y le adoraba, tentaciones que Jesús
venció.
La imagen
del demonio se representa con formas diferentes
en los dos casos que aquí se han conservado más
completos, pero siempre con apariencia monstruosa, con
grandes cuernos en la frente, un hocico muy alargado,
patas quizás de inspiración caprina y
algo semejante a espolones, mientras en la cara sur
aparece como una figura alada. En el frente este, el
dedo índice de su mano derecha está extendido
y toca al Hijo de Dios mientras la otra señala
cinco bolas. En la cara norte, hay una tercera figura
demoníaca pero ha desaparecido totalmente la
de su interlocutor. Tampoco se aprecia hacia donde pudieron
señalar las diabólicas manos. Tal vez,
como sugieren los estudiosos de la iconografía,
la variable apariencia de Satanás se deba a que
se ha querido representar su polimorfismo, pues de muchas
y diversas formas fue representado por el arte cristiano.
Su desnudo cuerpo se muestra con unos pequeños
círculos en las representaciones pinatenses.
En relación a Cristo hay que mencionar que, actualmente,
sólo una de sus figuras presenta un estado de
conservación aceptable en este capitel, ya que
otra tiene serios deterioros y únicamente quedan
de ella unos fragmentos, y la tercera ha desaparecido.
Finalmente, debo señalar que no parece que el
escultor plasmara los tres escenarios del tema: el desierto,
la parte alta del Templo de Jerusalén y la cima
de un monte donde en cada uno debían situarse
los dos personajes de la escena, Jesús y el diablo.
12 . Llamamiento
a los primeros apóstoles (Mateo 4, 18 - 22;
Marcos 1, 16 - 20). Capitel adosado a la cara este del
machón del ángulo N.W. del claustro. Dos
fustes.
Por el lugar que ocupa el siguiente capitel y, desde
luego por su iconografía, el tema es la convocatoria
o llamamiento de los primeros discípulos. Dice
el Evangelio de San Mateo (4, 18 -19) a este respecto:
"andando junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos:
Simón, llamado Pedro, y Andrés, su hermano,
echando la red en el mar pues eran pescadores. Y les
dice: venid conmigo y os haré pescadores de hombres".
Refiere a continuación el Evangelio que siguió
caminando y encontró a otros dos hermanos, Santiago
y Juan, en su nave, con Zebedeo, el padre de ambos,
y también les llamó. La actividad pescadora
queda reflejada en unos pequeños peces, apenas
marcados, que hay saltando por entre los trazos que
representan las olas.
13. Milagro
de las Bodas de Caná (Juan, 2, 1 - 12). Capitel
adosado a la cara oeste del machón del ángulo
N.W. del claustro. Dos fustes.
Refiere San Juan que Jesús y su madre estaban
invitados en una boda y, ante la falta de vino, la Virgen
pidió a su hijo que solucionase el problema.
Aunque en un primer momento Jesús se resistió,
dijo finalmente a los criados: "llenad de agua
las tinajas. Y las llenaron hasta los bordes",
ordenándoles después presentar el agua
convertida en vino al maestresala. Era el primero de
los milagros de Jesús.
La descripción pormenorizada de la pieza es la
siguiente. Comienza con un criado que llena de agua
una de las tres vasijas, junto a este hombre y en el
vértice del capitel, Jesús bendice el
liquido. Detrás
él, una mujer, la Virgen, señala una copa
con tape, en alusión a la falta de vino que
se había producido en los desposorios a los que
madre e hijo habían sido invitados. A partir
de aquí, de espaldas a María una pareja,
una mujer y un varón, conversan entre sí,
como ajenos al acontecimiento milagroso. Finaliza la
representación con otra pareja similar.
Este milagro de Caná, y las posteriores representaciones
de la comida en Betania y la Última Cena, nos
permiten conocer los grandes manteles que, cubriendo
la mesa, llegaban hasta el suelo, escondiendo en buen
número de ocasiones los caballetes y tableros
con los que se formaban las grandes mesas necesarias
en celebraciones especiales. Notemos el escaso equipamiento
de estas mesas donde tan sólo destacan los vasos
acanalados, que eran muy apreciados por aquel entonces,
y las grandes panes con la forma tradicional de las
hogazas. Vino y pan, pan y vino, los alimentos fundamentales
de aquellos siglos.
14. Encuentro
de Jesús con una mujer (¿la curación
de la hemorroisa (Mateo, 9, 20- 22; Marcos, 5, 25 -
35; Lucas 8, 43 - 48)?, ¿el perdón de
la mujer adultera (Juan 8, 1 -11)?, ¿encuentro
con la hermana de Lázaro (Juan 11, 28 - 33)?)
¿Estamos ante una de las escenas de perdón
de Cristo, ante un milagro relacionado con una mujer,
o se quiso plasmar una escena relacionada con una petición
a Jesús? Realmente ni otros autores ni yo misma
hemos podido argumentar de manera suficiente para inclinar
la balanza definitiva hacia uno u otro lado.
Varios son los episodios en los que Cristo aparece relacionado
con las mujeres y los más populares son la samaritana,
la mujer adultera y María Magdalena. En este
caso puede descartarse la primera de las pecadoras,
la samaritana, porque este hecho solía representarse
con las dos figuras, la masculina y la femenina, de
pie y con un pozo completando el asunto. Podría
tratarse de la mujer adultera llevada por los fariseos
tras ser sorprendida cometiendo su pecado y cuya pena
era la lapidación. Este suceso solía subdividirse
en dos momentos: en el primero se disponía Jesús,
agachado, mientras escribía, y en frente de él
se situaba la mujer atada y los fariseos; y en el segundo,
la mujer aparecía arrodillada a los pies de Cristo
pero, según el evangelista San Juan, ambos estaban
solos cuando Jesús le dijo: "Vete y no peques
más", pero aquí hay más personajes
esculpidos.
García Lloret, Canellas y San Vicente, entre
otros, se inclinan por el encuentro de Jesús
con María que precede a la resurrección
de Lázaro. Según la opinión del
primero, María, a los pies de Cristo, le dice:
"Señor, si hubieras estado aquí,
mi hermano no habría muerto" (Juan, 11,
32) y alude a la presencia en este claustro de un pequeño
ciclo relativo a la Resurrección de Lázaro
que personalmente no me convence. Afirma que "en
la iconografía tardorrománica, María
Magdalena es la única mujer que se representa
arrodillada ante los pies de Jesús". Pero
a lo largo de toda la iconografía cristiana no
es raro encontrar a otro personaje femenino que se presenta
en la misma postura, y ésta es la mujer que padecía
pérdidas constantes de sangre -la Hemorroisa-
que fue curada con el simple roce del vestido del Hijo
de Dios.
Hay algún detalle que inclina a pensar a que,
en realidad, el tema recogido es, efectivamente, la
curación de la Hermorroisa. En el trabajo de
un maestro como el de San Juan de la Peña en
el que, en mi opinión, tienen mucha importancia
los gestos, en concreto la posición de las manos,
-recordemos como la mano de Dios modela la pierna de
Adán, o la mano del ángel se posa sobre
el cuerpo de San José, por sólo citar
un par de ejemplos entre las piezas ya comentadas- no
puede dejar de anotarse que la
mujer, arrodillada, roza con su mano la orla del vestido
de Cristo. María también se arrodilló
para implorar la ayuda, pero no se le representa tocando
el vestido de Cristo. En los tres evangelios en que
se cita este milagro la escena se desarrolla cuando
el Maestro iba rodeado de sus discípulos y, en
efecto, así se representó aquí,
rodeado de los apóstoles que apoyan sus manos
en sus bastones de caminantes. Son seis los apóstoles
que se esculpieron aquí, uno tras Cristo, otro
tras la mujer, atentos al acontecimiento que contemplan,
y los restantes mirándose entre sí, en
grupos de dos. Por otra parte, el gesto imperativo del
brazo de Cristo parece corresponder con las palabras
que recoge San Lucas para este episodio: "Hija,
tu fe te ha salvado, vete en paz".
Los altos bastones en los que apoyan sus manos los apóstoles
rematan en forma esférica y eran habituales entre
los caminantes medievales. Servían para apoyarse
en ellos al andar y para, ocasionalmente, ahuyentar
a los animales salvajes -perros, lobos, etc- que pudieran
salirles en su camino. Sin embargo, el bastón
de Cristo en el claustro pinatense remata unas veces
en bola y otras en una cruz.
15. Resurrección
de Lázaro (Juan 11, 33 - 44). Unción
de Betania (Juan 12, 1 - 8). Traición de
Judas (Mateo 26, 14 - 16)
Ninguna discusión origina la interpretación
del siguiente capitel, ya que se percibe claramente
que se trata de la Resurrección de Lázaro,
el amigo de Jesús. Marta y María se representan
con gesto implorante detrás del ataúd
que contiene el cadáver amortajado de su hermano,
mientras Jesús levanta su brazo en actitud de
bendecir. Todo ello sucede ante la mirada de dos personas
que flanquean a los personajes principales, y cuya indumentaria
es similar a los apóstoles de la escena representada
en el capitel anterior. La caja funeraria lleva adornos
y, dentro de la misma, se contempla el cadáver
cubierto por el sudario, sujeto este, a su vez, con
unas tiras que bien eran de tela o bien de cuero.
En cuanto la Unción en Betania recomiendo el
resumen que ofrece L. Reau sobre este asunto que cada
uno de los evangelistas cuenta de una manera diferente
. Cristo aparece en el centro junto a otras personas,
que García Lloret identifica con Lázaro
y Judas Iscariote porque sigue al evangelista San Juan
(12, 1 - 8) . En la esquina, de espaldas al apóstol
que está tras Cristo en la resurrección
precedente. se yergue la figura de una mujer que lleva
en sus manos el recipiente del perfume, a continuación
una persona, a la que sigue Jesús, que alza una
mano hacia la figura femenina para permitirle aquel
gesto hacia él y en oposición a quien
murmuraba por el excesivo precio del perfume porque
era mejor repartirlo entre los pobres.
Este capitel presenta una escena más. En el frente
estrecho que da al patio claustral interno, efectivamente,
dos personas completan la pieza. Una lleva el tocado
característico con el que se representa en este
claustro a los sacerdotes judíos. La otra, que
se presenta sin cabeza por deterioro, señala
con el dedo índice de su mano derecha la palma
de su otra mano. A las dos personas que llenan la escena
de esta cara orientada hacia el este, García
Lloret las identifica con dos sacerdotes judíos
quienes, escandalizados ante el milagro, deciden la
muerte de Jesús (Juan 11, 45 - 54). Personalmente,
me inclino por considerar que se quiso plasmar la traición
de Judas que Mateo y Marcos refieren a continuación
de la comida de Betania, El elocuente gesto de las manos
de la figura acéfala creo que está en
relación a lo que Mateo refiere así: "Entonces
se fue uno de los doce, llamado Judas Iscariote, a los
príncipes de los sacerdotes y les dijo: ¿Qué
me queréis dar y os lo entrego? Se convinieron
en treinta piezas de plata, y desde entonces buscaba
ocasión para entregarle".
16. Entrada
de Jesús en Jerusalén. (Mateo 21,
1 - 11; Marcos 11, 1 - 11; Lucas 19, 29 - 40; Juan 12,
12 - 19). Exento. Cuatro fustes.
Todos los evangelistas recogen este episodio en el que
Jesús realiza su entrada triunfal en la Ciudad
Santa tras salir de Betania. En esta representación
se ve a Cristo,
bendiciendo, que va a horcajadas sobre los lomos de
una borrica y seguido de un delicioso
pollino y la "turba numerosísima tendió
sus mantos en el camino; otros cortaban ramas de los
árboles y los tendían por el camino",
describe San Mateo (21, 8), aunque el resto de los evangelistas
también refieren este hecho. Por entre unas formas
arbóreas asoman las cabezas de dos personas que
quieren reflejar la multitud que acogió a Jesús
. Los mantos se han convertido aquí en un único
vestido, y las ramas se han reducido a diversas palmas
rematadas en forma en flor de lis sostenidas por varias
personas. La representación de un edificio simboliza
la ciudad de Jerusalén en el que, de nuevo entre
sus almenas, aparecen dos diminutas cabecitas.
17. Anuncio
de la traición de Judas en la Última Cena.(Juan
13, 21 - 30) y Lavatorio
de pies a los apóstoles por Cristo (Juan
13, 1 - 20). Dos fustes.
Los cuatro evangelistas recogen la última comida
de Cristo con los apóstoles, a cuyo término
Cristo pronuncia las palabras "En verdad os digo
que uno de vosotros me entregará". En mi
opinión, la escena está sacada directamente
del evangelio de San Juan quien la describe de la siguiente
manera: "uno de los discípulos, el predilecto
de Jesús, estaba reclinado junto al pecho de
Jesús. Simón Pedro le hizo señal
diciéndole: Pregúntale a quien se refiere.
Recostándose, pues, aquel sobre el pecho de Jesús,
le dice: Señor, ¿quién es?. Y Jesús
responde: Aquel a quien yo dé un bocado mojado.
Y mojando el bocado, lo tomó y se lo dio a Judas,
el de Simón Iscariote". En este caso, Juan
apoya su cabeza sobre el hombro del Maestro, y no sobre
su pecho, con un gesto de amor, y Cristo
lleva su mano hasta la boca del traidor. Curiosamente,
San Juan va barbado cuando no es lo más habitual
en las imágenes de este apóstol y evangelista.
Estos tres personajes centrales aparecen flanqueados
por diversos apóstoles a cada lado, todos ellos
tras la mesa rectangular. De izquierda a derecha en
la Última Cena aparecen un total de siete figuras
repartidas de la siguiente manera: A la izquierda, dos
apóstoles conversan entre sí; a continuación,
Judas, Jesús y San Juan; tras éste, San
Pedro que incitó al discípulo amado a
hacer la pregunta y otro apóstol más.
A partir de éste último comienza la escena
del Lavatorio de pies.
Sobre la mesa aparece una fuente o plato con un pez,
cuya cola toca Judas, detalle que puede interpretarse
de varias formas diferentes, desde una alusión
a los alimentos consumidos aquella noche a una referencia
simbólica al propio Cristo porque desde los primeros
tiempos del Cristianismo el pez ha representado a Dios
Hijo . Pero el hecho de que sea Judas quien toque al
pez y, según los tratados de iconografía
consultados, creo que alude a una tradición recogida
en los autos sacramentales. Según éstos,
Judas consideró insuficiente la ración
que se le había reservado en la cena y, aprovechando
un descuido de Jesús, le robó un pez del
plato . Aquí, efectivamente, el gesto de glotonería
del traidor está reflejado.
Como decía, a continuación se represento
el Lavatorio. En realidad, este segundo episodio debía
ir delante del primero ya que, como bien sabido es,
el lavatorio de pies de los invitados era una antigua
costumbre oriental que precedía a la cena y que
solía realizar la servidumbre o los esclavos.
Jesús, arrodillado, lava los pies de uno de sus
discípulos, quizás Pedro, porque primero
se negó a dejarse servir por el Hijo de Dios
aunque, ante la petición de éste, accedió
finalmente. Detrás de la inclinada figura del
Salvador, otro personaje sostiene en sus manos una toalla.
Para la sugerencia de que podría ser San Pedro
el representado, me baso en el gesto de su brazo izquierdo
que se levanta en una actitud que bien pudiera sugerir
su protesta inicial ante el gesto de Cristo.
18. Judas
y los sacerdotes judíos (¿remordimiento
de Judas y devolución del dinero (Mateo 27, 3
- 5), ¿Judas
recibe el salario de su traición? (Mateo
26, 14- 16). Un fuste.
Hace ya unos años ya señalé que
este capitel, tradicionalmente interpretado como Cristo
ante el Sanedrín, contenía en realidad
otro tema relacionado con Judas. En aquellos momentos
consideré que se trataba de Judas, arrepentido
de su acción, que se presentaba ante los sacerdotes
para intentar devolver las monedas que había
recibido por traicionar al Maestro. Me basaba en que
la figura que centra la escena no llevaba el nimbo crucífero
con que se identifica siempre a Cristo en este claustro.
El personaje que queda a su derecha lleva en su mano
lo que parece una bolsa para las monedas. Sin embargo
bien es cierto que también sería posible
que se hubiera querido representar un momento anterior,
previo al beso de Judas, que no figura en este claustro,
que es cuando recibió el salario de su traición.
Ninguno de los dos temas ha sido habitual en las representaciones
escultóricas y la composición del capitel
no permite inclinar definitivamente la balanza hacia
una u otra de las dos escenas y conocer cuál
de ellas exactamente se quiso modelar. Si el capitel
no ha sido removido en ningún momento, optaría
por la primera alternativa.
19. Monjes
con libros. Capitel adosado a la cara norte del
machón del ángulo S.W. del claustro. Dos
fustes.
Ya en publicaciones anteriores escribí que esta
escena no trataba de los evangelistas, como se había
sugerido por algunos estudiosos del claustro pinatense,
basándose en que tres de las cuatro figuras que
se representan en esta pieza llevan en sus manos un
libro abierto. Realmente, los personajes visten ropas
monacales, apreciándose mejor en la figura principal
del capitel que, a modo de maestro, está rodeado
de sus discípulos. Viste una cogulla que permite
asomar la túnica o hábito inferior. Todos
ellos presentan unos cabellos muy cortos pues dejan
ver completamente las orejas y sus rostros aparecen
rasurados, detalles típicos en el románico
a la hora de representar a los miembros del estamento
eclesiástico. Dado su estado de conservación
no puede apreciarse si iban o no tonsurados, como era
lo habitual. Ya señalé que era más
que posible que fuera una referencia a las muchas horas
que los monjes pasaban con sus lecturas, una de las
obligaciones principales recogidas en la Regla de San
Benito que se observaba en este monasterio, bajo la
dirección de uno o dos de los monjes ancianos,
según especificó el santo de Nursia.
José Luis Solano , atendiendo al objeto que lleva
el personaje principal en su mano, una especie de látigo,
supone que en concreto hace referencia al capítulo
48 de la norma benedictina, cuando se trata del trabajo
manual de cada día. Dicho capítulo empieza
con las siguientes palabras: "La ociosidad es enemiga
del alma; por eso han de ocuparse los hermanos a unas
horas en el trabajo manual, y a otras, en la lectura
divina"; y después de pormenorizar la repartición
de las horas la normativa benedictina menciona que "en
esos días de cuaresma recibirá cada uno
su códice de la Biblia que leerán por
su orden y enteramente ...Y es muy necesario designar
a uno o dos ancianos que recorran el monasterio durante
las horas en que los hermanos están en la lectura.
Su misión es observar si algún hermano,
llevado de la acedía , en vez de entregarse a
la lectura, se da al ocio y a la charlatanería,
con lo cual no sólo se perjudica a sí
mismo, sino que distrae a los demás. Si a alguien
se le encuentra de esta manera, lo que ojalá
no suceda, sea reprendido una y dos veces; y si no se
enmienda, será sometido a la corrección
que es de regla, para que los demás escarmienten"
. La regla del santo de Nursia admitía el castigo
corporal como sistema correctivo .
20. Cristo
en majestad rodeado de ángeles. Capitel que
se presenta adosado a la cara sur este del machón
situado en el ángulo S.W. del claustro. Dos fustes.
La figura de Cristo, Señor de todas las cosas,
aparece inscrita en mandorla y sentada en un trono,
de almohadón cilíndrico. Como es habitual,
su mano izquierda sostiene un libro y la derecha bendice.
La cabeza del Pantocrátor va con nimbo crucífero
y la flanquean dos formas estrelladas. Cuatro ángeles
con lo que parecen ser filacterias en su mano rodean
a Cristo, dos de ellos junto a la mandorla y los dos
restantes ocupan cada uno de los laterales.
21. Capitel moderno puesto en una de las restauraciones
en vez de la pieza original perdida. Sin escena. Exento.
Un fuste.
22. Parejas
de grifos afrontados en sus cuatro caras. Exento.
Doble fuste.
Estos animales fantásticos, mezcla de león
y águila, se representan en las cuatro caras
y llevan entre sus garras un animal, que parece un cordero.
Este animal mitológico, el grifo, que figuraba
como guardián del dios Apolo, al cual estaba
consagrado, se ha representado en el arte también
como figura decorativa desde tiempos inmemoriales. Y
en los tiempos medievales, y más concretamente
en las representaciones románicas, este animal
fabuloso, combinación entre la más importante
ave rapaz y el rey de los animales, ha sido uno de los
más habituales. Su interpretación puede
variar. Así, por su doble naturaleza, Dante lo
consideró como emblema de Jesucristo, Dios y
Hombre a la vez; pero en otras ocasiones ha sido considerado
como la encarnación del demonio. Asimismo, se
le ha relacionado con la elevación al cielo de
Alejandro Magno, que simbolizó la soberbia y
su castigo, y también con la vigilancia, la custodia
de tumbas y tesoros y un largo etcetera. ¿Con
que sentido se esculpió aquí? No es posible
precisarlo. Téngase en cuenta, por otra parte,
que en la mayor parte de las ocasiones los escultores
del Románico lo realizaron con una finalidad
puramente decorativa.
23. Escenas mal conservadas, quizás la
Circuncisión y otras. Bautismo
de Jesús (Mateo 3, 13 - 17). Doble fuste.
Esta pieza debió estar emplazada en el lugar
nº 10 donde hoy está situado un capitel
moderno sin ninguna escena. Allí debieron esculpirse
algunos momentos de la infancia de Cristo. En ella es
más que posible que se representara la circuncisión
(Lucas 2, 21) a la que alude el maestro de obras del
siglo XVI mezclada con la Purificación de la
Virgen y la presentación del Niño Jesús
en el templo (Lucas 2, 22 - 24). Eran estas dos ceremonias
que, según la ley mosaica, debían realizarse
cuando se producía el nacimiento de un varón
que era circuncidado pasados ocho días. Por otra
parte, a los cuarenta días de dar a luz, la madre
debía purificarse, llevar a su hijo al templo
y realizar una ofrenda al Señor. En la iconografía
cristiana es frecuente que los dos actos se hayan fundido
en uno sólo.
El primero de dichos episodios sabemos que existió
según alude el maestro Peralta, tal y como ya
se ha indicado en las páginas precedentes. Respecto
al segundo, Pamela Patton escribió que, en uno
de los capiteles desplazados de su lugar original, se
representó la ceremonia de la Presentación,
e identificó un supuesto altar que le llevó
a esta conclusión que bien pudo completarse con
la figura femenina de la profetisa Ana y/o el anciano
Simeón junto a las tres personas de la Sagrada
Familia. De todas formas, en las arquivoltas de la portada
norte de San Salvador de Ejea, este tema se realizó
después de la huida a Egipto . Melero sugiere
que podría tratarse de Jesús en medio
de los doctores o el Niño perdido y hallado en
el templo. En Ejea, tras la Presentación en el
Templo, se modeló al Niño entre los doctores
(Lucas 2, 41 - 51).
Realmente, las tremendas mutilaciones de la pieza impiden
sacar conclusiones. El deterioro es tan grande que ni
siquiera se puede observar si fue sustentado por dos
o más fustes. Más o menos en el centro
de una de las caras se observan los restos de un pie
o basa del fuste de una columna que, efectivamente,
bien podría ser de un altar, y a su izquierda
se intuye la presencia de un personaje del que sólo
se perciben unas manos en actitud de orar o, tal vez,
oferentes.
Hoy en día en una de las caras de este capitel
del que hablaba en el párrafo anterior aparece
el Bautismo de Cristo . Le extraña a Melero que
uno u otro tema pueda figurar en la misma pieza que
el Bautismo de Cristo y propone diversas hipótesis.
Pero, téngase en cuenta que los Evangelios dejan
una laguna importantísima en la vida de Cristo
, y concretamente es el lapso que transcurre desde el
final de su infancia hasta los momentos previos al inicio
de su Vida Pública. Por ello, no es tan extraño
que en un mismo capitel puedan aparecer uno de los últimos
momentos de la Infancia y el primero que se relaciona
con su etapa de adulto.
En dicho Bautismo, Jesús aparece desnudo dentro
de una gran pila agallonada que recuerda las copas y
cálices y sobre
su cabeza se posa el Espíritu Santo en forma
de ave, correspondiendo al Evangelio de Mateo (3,
16): "Y vio al Espíritu Santo descender
como paloma y venir sobre él". Tuvo que
acompañar a esta figura, por lo menos otra, la
de San Juan Bautista. Es posible que este episodio,
fundamental para el cristianismo, tuviera un amplio
desarrollo que, por cierto, de vez en cuando, se completaba
con la representación de la llegada de Jesús
con algunos de sus discípulos hasta el río
Jordán, tal y como aparece en las dovelas de
la arquivolta de la portada norte de Ejea, e incluso
no fue infrecuente que fuera complementado con varios
ángeles. Falta en el caso pinatense la figura
del Precursor que tuvo que estar situada a la izquierda
del Hijo de Dios, pero sí se ha conservado una
de sus manos que toca el cuerpo de Cristo. A la derecha
de éste, queda un fragmento de una figura con
larga vestimenta que, considero, pudo ser un ángel
que sostendría una toalla para secar el cuerpo
de Jesús o un vestido para cubrir a Cristo, aunque
me inclino más por la primera posibilidad.
24. Escenas
de un episodio, o varios, no identificadas.
Nadie ha dado todavía con la clave para interpretar
esta pieza de la que únicamente puedo hacer la
descripción de las figuras. En una de sus caras
anchas, orientada hoy en día hacia el este, se
aprecia con absoluta claridad que hay un caballo ensillado
cuyo ronzal sostiene con sus dos manos una persona con
largas vestiduras. Dicha figura ocupa ya la parte orientada
hacia el norte del claustro, el frente estrecho hacia
el patio claustral por tanto. A
continuación, otra persona lleva en su mano derecha
una pequeña hoz y con la izquierda sujeta un
cesto. Es posible que se trate de alguna escena
relacionada con un tema de vides. En el resto de la
cara opuesta al caballo se aprecian dos personajes,
muy perdidos, con un bucle vegetal que los enlaza. Si
seguimos rodeando el capitel, en el siguiente lateral
orientado hacia la fuente se ven tres personas, dos
de las cuales sujetan a otra que está tumbada
o medio caída. De los dos personajes erguidos,
uno lleva su brazo izquierdo hacia la cara, probablemente
en un gesto de tristeza. Su brazo derecho es asido por
la siguiente efigie quien, a su vez, toca con su brazo
derecho la vestimenta del personaje semicaido. Nada
más se puede decir, ni siquiera me atrevo a esbozar
una hipótesis sobre su posible significado.
25. Roleos
formando cuatro círculos encerrando figuras de
aves. Exento. Cuádruple fuste.
La litografía de Parcerisa de mediados del siglo
XIX nos muestra este capitel con sus cuatro fustes en
el centro de la panda este del claustro y desde allí
probablemente ha sido desplazado hasta su ubicación
actual en medio del ala sur.
Y a propósito de esta litografía debe
señalarse que a la derecha de este capitel con
roleos y aves se aprecia mínimamente la existencia
de otro que parece haber tenido una decoración
vegetal, no excesivamente saliente y que no se parece
en nada a las piezas vegetales hoy conservadas. Dicha
pieza estaba soportada por lo que parece un único
fuste. Este hecho debe comentarse porque, si el claustro
tuvo originalmente el ritmo de fustes que hemos expuesto
al principio, debería ir uno de dos. Igualmente
la observación del ala norte que aquí
se refleja no se corresponde con el ritmo actual ya
que los tres últimos soportes anteriores al machón
donde se esculpió la escena de la convocatoria
de los apóstoles son de un único fuste.
Cabe preguntarse, por tanto, sobre el grado de fidelidad
real de esta litografía.
Sea como fuere puede aceptarse que en dicha ala este
pudo tener una ornamentación de temática
vegetal y animal, tras terminarse los temas historiados,
que proponen estudiosos como Melero y García
Lloret. La primera autora cita el ejemplo de Tudela
donde "la panda dedicada a temas de animales y
vegetales es también la última desde el
punto de vista narrativo o mejor dicho del programa
desarrollado". El segundo investigador también
admite la posibilidad de que pertenecieran a la arquería
de la crujía oriental y considera que "por
su situación junto al muro lateral de la iglesia
románica de estilo jaqués, habría
sido la primera en construirse".
Otros capiteles y fragmentos
En la esquina que tuvo que ocupar el machón S.
E. se ha dejado un pedazo de un capitel en el que se
representaron
un león opuesto a otro. La explicación
de que esté allí depositado es que parece
que sólo fue labrado en tres de sus caras, por
lo que debió estar adosado al machón citado,
aunque no puede saberse si a su frente norte o al del
oeste. Igualmente, en el podio sobre el que levantaron
las desaparecidas arquerías de las crujías
este y sur han quedado algunas basas de las columnas.
Dispersos por diversas estancias del monasterio se conservan
otros capiteles y restos aparecidos en lugares y fechas
diferentes. Debe advertirse que no todos tienen que
proceder obligatoriamente del claustro, pues hay que
recordar que la iglesia alta ha perdido buena parte
de su decoración románica primitiva y
que, asimismo, los fragmentos encontrados pueden haber
formado parte de la ornamentación de otras estancias
medievales hoy no conservadas.
Depositados hoy en el día en el pequeño
museo existente en el monasterio se encuentran varios
capiteles más que paso a describir mínimamente.
- Una de las piezas está tremendamente
erosionada, pero se aprecia en ella unos roleos que,
en algún caso, encerraban un grifo, con garras
en sus patas, alas y su cabeza girada. El estado del
resto de los animales envueltos por las formas vegetales
no permite apreciar nada más. Doble fuste.
- En otro de los capiteles se ven nítidamente
dos
parejas de leones afrontados entre tallos vegetales.
Su estado de conservación no es bueno. Doble
fuste.
- Pieza
decorada con formas vegetales de caulículos y
hojas lisas. Efectivamente es ésta una versión
que derivó del capitel corintio clásico
aunque muy simplificada. García Lloret considera
que está relacionado con otros similares que
hay en la catedral de Jaca y en los edificios de su
órbita estilística. Doble fuste. En mi
opinión ni este capitel ni el que se va a comentar
a continuación han formado parte de la decoración
del claustro porque sus medidas no coinciden en absoluto
con las proporciones medias de los claustrales.
- En la estancia donde se ubica la boca de un
antiguo horno de pan, y hoy en día se custodian
diversas tapas sepulcrales, está depositado otro
capitel decorado con hojas y bolas que se sostenía
con un único fuste. Tal y como he dicho en el
párrafo precedente, no parece ser del claustro,
sino de cualquier otra estancia románica.
- Gran capitel que hace unos años estaba
situado, invertido y junto con otro, como pie en el
altar del ábside izquierdo de la iglesia alta,
tal y como puede verse en el libro de Buesa Conde editado
en 1975 . Hoy en día, éste y otros restos
están depositados en una estancia tras el horno.
Parecen advertirse unas parejas de leones enfrentados
y mordiéndose las respectivas cabezas, más
otro león en actitud también de morder.
- Pieza de grandes dimensiones donde se representó
un combate o lucha entre animales, tema, por otra parte,
muy habitual en la escultura románica: una serpiente
alada mordisquea una pata trasera de un animal con alas,
tal vez un grifo. A su izquierda, otro animal alado
y con una enorme cola de reptil que, a su vez remata
en una cabeza, ataca igualmente el cuello del bicho
central.
- Un trozo del incompleto capitel de los leones
opuestos instalado cerca de la capilla gótica
de San Victorián.
- Fragmentos de varios capiteles de gran tamaño
con motivos vegetales
- Fragmento de capitel con ornamentación
geométrica
- Canto de un capitel con la cabeza de un ángel
y lo que pudiera ser una mandorla. Tal y como comentaré
más adelante, García Lloret cree reconocer
en él un detalle de una Ascensión de Jesús
a los cielos.
- Cabeza con tocado similar al que aparece en
algunas de las figuras del claustro y brazo alzado.
Fue obra del taller que realizó el ala norte
y oeste del claustro. García Lloret considera
que podría ser parte de una Flagelación,
pero realmente no se aprecia que las manos pudieran
estar realizando tal acto.
- Pequeño fragmento con unas manos.
- Algunos pequeños fustes de columna de
los que iban adosados a los arquerías claustrales,
encima de los ábacos de los capiteles, trozos
de cimacio y otros pequeños restos diversos se
custodian hoy en día en dicha estancia.
Breve relación de la ordenación actual
del claustro
Aunque en las páginas anteriores se han descrito
de manera extensa los capiteles y la interpretación
de sus escenas, he considerado conveniente proporcionar
un breve listado, a modo de resumen, acompañado
de unas mínimas observaciones.
Debo aclarar que se ha respetado el ritmo original que
debieron de tener los fustes de las columnas, aunque
en la actualidad no se hayan conservado ni éstos
ni sus capiteles, ni se hayan rehecho las arquerías
en las restauraciones.
Otras diversas consideraciones sobre el claustro
pinatense
Del ala sur nada sabemos seguro y solo podemos hacer
suposiciones. "Las escenas evangélicas debían
continuar a lo largo de la destruida arquería
sur con los ciclos de la Pasión y Resurrección
de Jesucristo", dice García Lloret. Incluso
entre los fragmentos encontrados en los alrededores
del monasterio ya he hecho referencia a que este autor
cree reconocer fragmentos de la Flagelación y
la Ascensión de Cristo a los cielos, escena que
ubica en un capitel que, según él, tenía
que estar situado en el centro del ala o panda sur.
La segunda serie de capiteles de este ala considera
el mismo investigador que pudieran tener "representaciones
del bestiario (enlazando con las representaciones zoomorfas
de la arruinada arquería este) que incluirían
las clásicas figuras de la bailarina contorsionada
y del héroe que lucha contra un dragón,
que se repiten en todas las realizaciones del maestro
de San Juan de la Peña". En realidad, a
pesar de todas las hipótesis y sugerencias que
se han hecho hasta ahora por quienes han escrito sobre
este claustro, considero que es muy difícil,
por no decir imposible, de momento, desentrañar
el resto de los temas que pudieron representarse en
el claustro pinatense. Tal vez, ojalá, puedan
aparecer nuevas piezas o fragmentos en el entorno monástico
que nos ayudarían a cubrir esta notable laguna.
Apenas voy a tratar de la personalidad del anónimo
escultor o colectivo que moldeó los capiteles
ni de su cronología ya que no es el propósito
de esta obra. Remito a quien quiera conocer más
aspectos sobre este tema a la abundante bibliografía
que hay sobre el tema. Con todo, quiero recoger brevemente
algunas de las conclusiones a las que han llegado o
sugerido diversos expertos en los estudios artísticos,
quizás más idóneos que yo por su
especialidad investigadora en historia del arte.
Efectivamente, tema intensamente tratado desde hace
años ha sido el de la autoría de los capiteles
del claustro pinatense, sobre todo lo relacionado con
uno de los dos talleres escultórico que trabajaron
en el mismo. Se trata de la obra del denominado habitualmente
como "Maestro de San Juan de la Peña",
aunque también se le ha dado el apelativo de
"Maestro de Agüero" , pero ninguno de
los dos ha dejado totalmente satisfecho a todos los
investigadores.
Tampoco las observaciones hechas hasta ahora han conseguido
desarrollar una teoría aceptada por todos, ya
que algunos de los analistas lo han considerado un único
escultor, otros pensaron en un taller escultórico
y, por su parte, Crozet advertía que no era conveniente
ponerle al autor un "apellido" topográfico
-de San Juan de la Peña, de Agüero- porque
ello implicaba considerar el lugar con que se le designara
como el primero de los conjuntos realizados. Sea como
fuere la denominación de "Maestro de San
Juan de la Peña" es la que ha prevalecido.
Tal y como puede comprobarse en el cuadro siguiente,
la relación de obras que tradicionalmente se
han considerado esculpidas por dicho colectivo es larga.
Pronto surgieron nuevas propuestas y así, ya
en 1950, Abbad exponía que uno y otro maestro
- el de la Peña y el de Agüero- no eran
la misma persona , aunque trabajara de manera similar.
Más tarde otros, por ejemplo J. Yarza, consideraron
que ni maestro ni taller, sino escuela o corriente escultórica
, opinión asumida también por Bango en
1992 , o incluso un grupo de escultores asociados .
Por otra parte, en 1995, Marisa Melero consideraba que
era un error seguir atribuyendo determinadas obras en
su mayor parte en tierras aragonesas al citado "Maestro",
y proponía la existencia de tres equipos diferentes,
o varios escultores con sus respectivos talleres, desglosándolos
en las siguientes denominaciones: el de San Juan de
la Peña, el de San Pedro el Viejo de Huesca y
el de Biota , puesto que en una observación detallada,
ella detectaba diferencias claras, no sólo respecto
a la calidad sino también en ciertos componentes
formales entre los que cita, por ejemplo, la proporción
de las figuras. Consideraba que no fue ni un escultor
ni un taller sino "un grupo de escultores con sus
correspondientes talleres que siguen un modelo formal
similar, acercándose a éste más
o menos según su habilidad, capacidad, personalidad,
etc.". Estimaba, asimismo, que el claustro de San
Juan de la Peña no fue el origen de este grupo
escultórico, que otras obras son de mejor calidad,
y consideró además que el orden cronológico
de estos tres talleres debía ser el siguiente:
1º Biota, 2º San Pedro el Viejo y 3º
San Juan de la Peña.
Para complicar aún más las cosas, de vez
en cuando se han sugerido otras obras relacionadas con
el taller pinatense, como es el caso de Canellas y San
Vicente que encontraron "cierta huella de su estilo
en el claustro de la colegiata de San Pedro, en Soria";
y mucho más recientemente García Lloret
adscribió una portada de la iglesia de San Antón
en Tauste, otra en San Miguel de Almudévar y
otra más en San Salvador de Luesia a la misma
autoría de la que escribe: "sus realizaciones
se deben sin duda al trabajo colectivo de un equipo,
pero permiten vislumbrar la existencia de un maestro
principal que actúa como centro motor del taller:
esculpe las principales tallas, posee un repertorio
propio de símbolos, reúne influencias
de diversa procedencia bajo un sello particular, diseña
los conjuntos a decorar e incluso parece ser el ideador
de algunos programas iconográficos".
En relación a las particularidades estilísticas
principales, quienes hemos escrito en una u otra época
sobre el ejecutor de una buena parte de los capiteles
pinatenses siempre señalamos las grandes incisiones
concéntricas, completadas con múltiples
hendiduras en uno de los bordes a la hora de trazar
los ropajes. De igual forma destacamos los abombados
o abultados ojos que tradicionalmente se han denominado
"de insecto", la gran importancia de los gestos
en los personajes representados, la reiteración
de ciertos temas, el corto canon de las figuras, etc.
La tantas veces citada profesora M. Melero, a la hora
de definir el estilo en todas las obras que se señalaban
en el cuadro anterior, escribe además las siguientes
frases como características comunes:
- figuras de canon corto y cabeza desproporcionada
- grandes ojos globulosos remarcados por la curva supraciliar
- mejillas llenas y redondas en los rostros femeninos
- cabellos formados por mechones con aspectos de cuerda
- rizos para los personajes jóvenes
- pliegues a base de incisiones concéntricas
y lineales, completadas por
festones o bordes dentados
- tocados de tendencia cilíndrica en las mujeres,
que sólo dejan ver el
rostro
- y en cuanto a la estructura del capitel: la utilización
de una especie de
dados rayados situados entre el cimacio y la cesta de
los capiteles".
Considera que, a pesar de las coincidencias con Biota
y Huesca, sobre todo en el tipo de plegados, hay diferencias
suficientes para independizar al que denomina "taller
de San Juan de la Peña", aunque señala
una mayor proximidad con el último taller que
con el primero.
Y respecto al claustro pinatense destaca los siguientes
aspectos:
1- volumen relativamente alto de las figuras que se
destacan de la superficie del capitel y contraste con
el tratamiento plano de los plegados. Con todo, las
figuras, señala, se adaptan bastante a la superficie
del capitel.
2- capiteles concebidos como un friso corrido y no como
una suma de caras triangulares por los ángulos
suavizados por la figuración que se desarrolla
de forma continua.
3- debido a la adaptación al marco, la cabeza
de algunas figuras se presentan muy adelantadas al cuerpo
y unos hombros excesivos.
4- las acciones aparecen generalmente "congeladas",
no en movimiento, que dan personajes bastante estáticos.
En relación a los gestos de los personajes considera
que no tiene importancia, al contrario de lo que pensamos
un buen numero de estudiosos del claustro.
5- composiciones sencillas por lo general.
6- habitualmente no se dan diversos planos de profundidad
por lo que es más frecuente las alineaciones
de personas.
7- capiteles 7, 19, 20, 2, 24 y 25, según la
localización actual, con proporciones diferentes
al resto, ya que son más alargadas y con menor
volumen. Y a propósito de estas piezas considera
que varía su calidad de una manera significativa,
aspecto que concatena con el tema de su autoría.
Respecto a ello considera que no hubo dos talleres diferentes,
como generalmente se ha mantenido, sino que hubo un
único taller con un maestro principal que fue
ayudado por canteros, que se responsabilizaron de tareas
menores como desbastar los bloques o hacer las decoraciones
vegetales, y por algunos ayudantes destacados que participaron
en el acabado de algunos capiteles en los que imprimieron
su huella personal, unos con más perfección
que otros. Incluso sugiere que los de peor calidad pudieron
hacerse sin la supervisión del maestro principal.
Opinión absolutamente contraria es la de García
Lloret, entre los analistas más recientes, que
considera que en el claustro hay dos grupos estilísticos
claramente distintos "que actúan a una distancia
cronológica considerable". Piezas como el
capitel de las parejas de grifos afrontados, el de dos
parejas de leones afrontados, los de roleos y figuras
de aves, o el de formas vegetales de caulículos
y hojas lisas, las data en el primer tercio del siglo
XII, y más concretamente hacia 1120 - 1130 y
los considera de estilo relacionado con el círculo
cortesano jaqués . Y también los considera
como que su ubicación original fue el lateral
este del claustro hoy desaparecido.
Y si variadas son las opiniones sobre la iconografía
y la autoría, no lo es menos el tema de la cronología
del claustro que, muy simplificada, paso a exponer.
Incluso la valoración de su calidad es variada.
Para García Lloret este claustro "es una
de las realizaciones más destacadas del anónimo
maestro de Agüero y la que mejor representa su
etapa de madurez estilística". Crozet lo
considera un escultor más bien mediocre, aunque
de gran personalidad. Melero califica al taller como
"de baja calidad", "de poca destreza
formal y escasa formación en la temática
religiosa".
Uno, varios autores o corriente artística; cronología
diversa aportada por los investigadores; sugerencias
variadas sobre las fuentes utilizadas; bueno, limitado
o incluso mal escultor; divergencias en la interpretación
de las escenas, concomitancias artísticas con
la escultura del interior del ábside de la Seo
de Zaragoza, del claustro de Santa María de Tudela,
y la portada norte de San Miguel de Estella, un escultor
formado en la órbita silense ... todo un elenco
de hipótesis variadas, cientos de páginas
redactadas, y muchas más que se escribirán,
pero una única realidad: el claustro de San Juan
de la Peña es un ámbito singular dentro
de las construcciones del más celebre monasterio
medieval aragonés.
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Ana
Isabel Lapeña Paúl,
realizó su tesis doctoral sobre
San Juan de la Peña, monasterio al que le ha
dedicado muchos años de estudio, además
de trabajar sobre Santa Cruz de la Serós, Camino
de Santiago, el rey Sancho Ramírez, o diversos
fueros de Aragón (Ejea, Montalbán, etc.)
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