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- ARTÍCULOS Y COLABORACIONES -

 


- LA IGLESIA.POLVORÍN DE S. MIGUEL DE ABÓS-

José Luis Ona González  (Arqueólogo)

Artículo publicado en la revista Jacetania, nº 215, marzo 2007, pp. 22-26


SAN MIGUEL DE ABÓS. JACA

La iglesia-polvorín de San Miguel de Abós

A unos 1.600 m al noreste de la catedral de Jaca se conservan las ruinas de la antigua parroquial del despoblado de Abós, antiguamente a la vera del camino de Ipas y hoy junto a un nudo carretero al servicio de la "variante noreste" de Jaca.
El lugar de Abós ( Avosse , o Abose , en el siglo XI) disfrutaba de una ubicación topográfica favorable: sobre una suave llanura orientada a mediodía, al abrigo de los vientos del puerto gracias a la barrera de Rapitán, y en las inmediaciones del barranco denominado Fondabós ("la fuente de Abós"), tributario del arroyo de Membrilleras (antiguo "río d´Argent"), afluente del Gas.

El viejo lugar de Abós

Abós era en un principio lugar independiente de la ciudad de Jaca y sus términos llegaban por el oeste hasta el río Aragón, en cuyas riberas -en frente de Asieso- conformó la Orden del Temple, a fines del siglo XII, un importante patrimonio en el que destacaban molinos harineros y batanes (A. Conte, La encomienda del Temple en Huesca , 1986, p. 153 y ss.).
En dirección suroeste su término pudo llegar casi a las puertas de Jaca si se pudiera identificar la iglesia de San Juan Bautista y de los Santos Cosme y Damián ("sita en los términos de la villa de Avós y dependiente de la parroquial de San Miguel de Avós" en 1224, según D. Sangorrín, Diccionario Histórico-Geográfico de la diócesis de Jaca , 1918, p. 6) con la iglesia de doble cabecera que los Hospitalarios tuvieron a un tiro de ballesta de la muralla jaquesa (en las denominadas ³eras de San Juan²).

Ya se citan casas, tierras y viñas en Abós en la temprana fecha de 1059, en testamento emitido por Oriol Iñiguez y su mujer Sancha (Lacarra, DocumentosŠ, nº 1). Y en 1187 se registra la donación por parte de Alfonso II de ³la villa que se llama Avos con todos sus términos, poblados, yermos, tierras y bosques, etc.², y de su iglesia de San Miguel, a la iglesia de San Pedro de Jaca ( Idem ).

El último vicario de San Miguel de Abós testó en 1426, y en 1471 -según el Abad Casaus- estaba ya despoblado ( Idem ). Y, tal como ocurrió con otros lugares desiertos de los alrededores de Jaca, sus términos acabaron englobados en los de la ciudad. La antigua parroquial, ya sin parroquianos, tuvo la fortuna de conservarse como ermita, una más de las muchas que salpicaban los alrededores de Jaca (las de Nuestra Señora del Rosario, de la Victoria, de Ipas y de la Cueva, y las de San Gregorio, San Miguel del Puente, San Juan Bautista, San Marcos Evangelista, San Esteban, San Andrés, San Cristóbal y San Salvador).

Su conversión en almacén de pólvora

A comienzos del siglo XVIII la Ciudadela de Jaca carecía de un almacén de pólvora en condiciones. Con motivo de la guerra con Francia, en 1719, se habilitó para tal fin una de las casamatas, que no resultó el mejor lugar para su conservación. Un informe militar de 1744 reconocía que al ser las casamatas subterráneas y muy húmedas "quanta polbora se pone en ellas, en brebissimo tiempo se halla perdida".
Por ello, y por considerarse la zona de Jaca "pais mui sujeto a tempestades de raios y centellas", se trató de buscar ("en diferentes ocasiones") un lugar apropiado fuera de los muros de la ciudadela y de la ciudad, con el fin de evitar estragos en caso de accidente. Reconoce el autor del informe que el ayuntamiento se había comprometido a sufragar el coste de la construcción del nuevo polvorín, pero que hasta la fecha de 1744 no habían encontrado los medios ( Relacion del estado y consistencia de las Plazas del Reyno de Aragon , Cristóbal Cubero, 1744).

Una de esas ocasiones a las que alude Cubero sucedió en 1724. El Servicio Geográfico del Ejército fecha en ese preciso año un plano atribuido al ingeniero militar Francisco Mauleón cuyo título reza "Plano de la Hermita llamada San Miguel de Abos distante un quarto de Legua de la Plaza y Castillo de Jaca, con su nuevo proyecto, y cerco, en caso que debe servir para deposito de la Polvora que oy dia se halla en las casamatas de dicho Castillo". Sobre el plano volveremos más adelante, pero conviene advertir que del título se infiere su condición de proyecto no inmediato ("en caso que debe servir") y ya sabemos que justo 20 años después el proyecto de polvorín en San Miguel de Abós no se había ejecutado.

Sin embargo, el redactor de otro informe fechado en 1756 escribe que "actualmente se conserva [el almacén de pólvora] en la capilla de San Miguel distante media ora de Jaca" ( Relación de las plazas de este Reyno que manifiesta su estado y el de los edificios militares que cada una de ellas contiene , Miguel Marín, 1756).   

No parece que el polvorín resultante obedeciera al cuidado proyecto pergeñado en 1724, pues por otra relación, ésta de 1777, se le considera "almacén provisional de pólvora bastante sencillo", pues "por haver sido anteriormente hermita de San Miguel no está con todas las precauciones que requiere tal edificio" ( Relacion que manifiesta por menor la situacion, disposicion y estado de la Ciudad de Jaca, su Ciudadela, Castillo[s] y Torres dependientesŠ, Fermín de Rueda, 1777).

El almacén, a fines del siglo XVIII, tenía capacidad para almacenar unos "mil quintales" de pólvora y su reparación corría por cuenta de la Real Hacienda ( Relación del estado en que se halla la plaza de Jaca, su ciudadela, edificios militares, vecindario, etc., Alonso González de Villamar, 1786).

Tal vez como consecuencia de la Guerra contra la Convención Francesa (1793-95), que tanto afectó al frente pirenaico, se vio la necesidad de contar con otro almacén complementario al de San Miguel de Abós. Y es en la Relacións redactada por Luis de Baccigalupi y fechada en Jaca el 27 de abril de 1803 donde se alude al nuevo polvorín habilitado en otra ermita de los alrededores de Jaca, que no es otra que la de San Miguel de Larbesa: "Fuera de la Ciudad y a un quarto de hora de ella hay dos Almacenes de Polvora, uno situado cerca del camino de Zaragoza [el de  Larbesa], y otro entre las avenidas del valle de Tena y Francia [el de Abós]".

El plano de 1724

El plano mencionado, que se conserva en los fondos del S.G.E. (referencia: ³Aragón. Huesca. Jaca y alrededores. Nº 52²), llama la atención por su esmerada ejecución.
Una nota bajo el título ayuda a interpretarlo correctamente: "que lo que esta lavado de carmin oscuro, es lo que se puede aprovechar, lo de carmin claro, se debe reedificar, y lo de amarillo se ha de hazer de nuevo".
Se representa en la parte inferior el plano del edificio, con su cerca, y arriba la sección. La escala común está representada en ³tuesas² (toesas).

Se deduce de la nota aclaratoria que el edificio no estaba por aquella época en perfectas condiciones de conservación. En color "carmín oscuro", esto es, la parte "que se puede aprovechar", se representa el ábside completo y gran parte del muro del evangelio (con un extraño atrio adosado de planta semicircular), excluido el tercio correspondiente a los pies. Este último tramo, más la fachada occidental y la práctica totalidad del muro de la epístola (sur) se colorea de "carmín claro", proyectándose su reedificación. Por último, de amarillo va la cerca rectangular con sus dos garitas angulares (NW y SE) y los conductos internos de aireación.

Las mayores novedades que aporta este plano atañen al atrio del muro norte y a la cerca y sus garitas, pues el resto de la iglesia viene a coincidir, en lo esencial, con lo conservado actualmente.
Del atrio cabe destacar su extraña planta semicircular, en cuyo extremo abre una puerta exterior que comunica con la reducida antesala que da paso a la nave. Poco se puede decir de este elemento, hoy desaparecido, a expensas de una futura excavación que exhume su planta y pueda determinar su relación cronológica con la iglesia románica.
La cerca que defiende el almacén dibuja un rectángulo de 10 toesas y media de lado mayor por siete de lado menor (20,5 x 13,6 metros, aproximadamente). En sus ángulos noroeste y sureste, como queda dicho, se plantean sendas garitas de vigilancia, de elegante diseño barroco y planta hexagonal.

PLANTA 1724

ALZADO 1724

Una isleta de propiedad particular

Cabe plantearse si el proyecto de 1724 se llevó a la práctica o si por el contrario -como se infiere de la Relación de 1777- el almacén se acomodó con mayor modestia de medios. Ciertamente, la cerca que se ha conservado (con dos garitas de planta circular en los ángulos SW y NE) no se corresponde con el proyecto de 1724 y, a falta de mejores datos, se podría fechar en algún momento del siglo XIX.

El polvorín de San Miguel de Abós - como su gemelo y homónimo de Larbesa- cumplió su función militar hasta bien entrado el siglo XX. Finalmente fue desafectado por el ramo de Guerra, adjudicándose a un particular que lo utilizó para menesteres agropecuarios. Y lo que no consiguiera ninguna centella inoportuna lo logró un desgraciado incendio. Se perdió entonces la cubierta, se calcinaron sillares y ajedrezados y el ábside quedó sin la debida sujeción, amenazando con desplomarse en cualquier momento.

Con todo, a fines del siglo pasado, y con motivo de la construcción de la ³variante², el monumento corrió serio peligro, finalmente conjurado. Inevitablemente sufrieron su necrópolis medieval y, posiblemente, los restos del viejo despoblado de Abós, pero la iglesia y su recinto lograron salvarse, aunque rodeados de viales y dificultado en extremo su acceso.  

En la "Lista Roja" de Hispania Nostra

Sin embargo, el incendio no acabó con los valores artísticos de la antigua iglesia, muestra interesante de la arquitectura románica, cuyos méritos merecieron que, tras la preceptiva incoación, el Gobierno de Aragón la declarara -por Orden de 19 de septiembre de 2002, del Departamento de Cultura y Turismo- ³Bien Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés².

Este reconocimiento de protección fue ampliado -por su condición de ejemplo de arquitectura militar- a la categoría de Bien de Interés Cultural por Orden de 17 de abril de 2006, del Departamento de Educación, Cultura y Deporte.
Quiere esto decir que la iglesia-polvorín de San Miguel de Abós goza actualmente del máximo grado de protección contemplado por la vigente Ley 3/1999, de 10 de marzo, del Patrimonio Cultural Aragonés.

Tal grado de protección es perfectamente compatible, por desgracia, con un estado de conservación realmente preocupante, de tal modo que puede darse la circunstancia de que el elemento más emblemático de San Miguel -el ábside- se derrumbe con estrépito, tal y como viene anunciando desde hace ya tiempo.

No es de extrañar, pues, que Hispania Nostra - la organización española más importante para la defensa de nuestros monumentos- haya incluido el monumento en la denominada "Lista Roja del Patrimonio" (ver su ficha en http://www.hispanianostra.es/patrimonio/lista_roja/aragon/san_miguel_abos.html ). La ficha incluye una sucinta descripción del edificio: "La iglesia es de nave única rematada en ábside de tambor que cubre con bóveda de cuarto de esfera, de cuidada ejecución. Una imposta biselada, que se extiende al presbiterio, separa paramentos horizontales y bóvedas. Una puerta en el muro sur, junto al presbiterio, más baja que la nave, debió de permitir la entrada al templo. Es de medio punto dovelado, y aunque muy deteriorada se aprecia una moldura doblándola que fue de ajedrezado jaqués. El presbiterio, aparece con su bóveda de medio cañón hundida. Su ábside es de buena sillería; sin adornos, y rematado con ménsulas para soporte de un alero que ya no existe. Reutilizada como polvorín en el XIX".

Tras encuadrarla en el estilo románico y fechar su construcción a mediados del siglo XI, la ficha concluye con una valoración de las patologías y el riesgo que corre el edificio: ³Sin techumbre. Daños por la vegetación y las inclemencias. Grietas. Peligro de hundimiento² .

Futuro incierto

Parece extraño que un monumento de esta categoría permanezca en tan lamentable estado. No es, desde luego, la mejor tarjeta de presentación de la ciudad de Jaca ante los ojos de tantos automovilistas que contemplan sus ruinas abandonadas junto al mismo casco urbano en expansión.
Pero nada se mueve - o lo hace con exasperante lentitud- a favor de su definitiva recuperación.
Tal vez pese la excusa de su condición como propiedad particular. Pero hay que advertir que tras su reconocimiento como B.I.C. la legislación contempla el "interés social" a efectos de expropiación forzosa por parte de la administración autonómica o por el ayuntamiento.

Conviene advertir, llegados a este punto, que sobre San Miguel de Abós se ciernen peligros serios que pueden acelerar su proceso de ruina. Sabido es que la futura autovía dibuja su trazado al lado mismo del monumento. Y no es aventurado suponer que los trabajos y movimientos derivados de su construcción podrían favorecer el desplome del inestable ábside.
Sería razonable, por lo tanto, recabar de los ministerios correspondientes la asignación de fondos procedentes del "uno por ciento cultural" para acometer la necesaria restauración ( el "uno por ciento cultural" se contempla en el artículo 68 de la Ley del Patrimonio Histórico Español, que establece la obligación de consignar en los contratos de obras públicas una partida de al menos el 1% con destino a trabajos de conservación o enriquecimiento del Patrimonio Histórico Español o al fomento de la creatividad artística, con preferencia en la propia obra o en su inmediato entorno ).

Por una recuperación integral

Fue el benemérito Cayetano Enríquez de Salamanca quien primero divulgó las iglesias fortificadas de Larbesa y Abós abogando por una restauración que las liberara de los aditamentos militares. Otros autores y asociaciones  le han seguido en esa idea, propugnando "suprimir todos los elementos añadidos para su uso militar".

En realidad esa supresión no es fácil acometerla con arreglo a los estipulado por la Ley de Patrimonio Cultural de Aragón, que recoge el espíritu de la Ley 16/1985, de 25 de junio, del Patrimonio Histórico Español en lo que se refiere a las restauraciones aplicadas a los monumentos declarados B.I.C.: "Las restauraciones de los bienes a que se refiere este artículo, respetarán las aportaciones de todas las épocas existentes", si bien se admite que "La eliminación de alguna de ellas sólo se autorizará con carácter excepcional y siempre que los elementos que traten de suprimirse supongan una evidente degradación del bien y su eliminación fuera necesaria para permitir una mejor interpretación histórica del mismo" (LPHE, artículo 39, apartado 2).

No es el caso. En Abós las aportaciones militares no sólo son consustanciales al monumento, incrementando su valía histórica, sino que la declaración como Bien de Interés Cultural de 17 de abril de 2006 se debe a su condición de "fortín", es decir: gracias precisamente a esos aditamentos militares.

Y así, apreciando en su justa medida todas las aportaciones -sin caer en el error de sobrevalorar un determinado estilo artístico en detrimento de otros- la futura restauración de San Miguel de Abós habrá de respetar la cerca exterior y la base del pararrayos, entre otros elementos post-románicos.

Con ello no sólo se cumplirá el espíritu de la ley, sino que se rendirá tributo a los militares de la guarnición de Jaca que, con su decisión de convertir aquellas dos ermitas en almacenes de pólvora, contribuyeron a su efectiva preservación. No es aventurado suponer que sin esa transformación, a buen seguro que esos dos monumentos, que todavía estamos a tiempo de recuperar, serían hoy simples campos de ruinas, como tantas otras ermitas desaparecidas. O ni siquiera eso.

José Luis Ona González  
  

 

 


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