La
iglesia-polvorín de San Miguel de Abós
A unos 1.600 m al
noreste de la catedral de Jaca se conservan las ruinas
de la antigua parroquial del despoblado de Abós,
antiguamente a la vera del camino de Ipas y hoy junto
a un nudo carretero al servicio de la "variante
noreste" de Jaca.
El lugar de Abós ( Avosse , o Abose
, en el siglo XI) disfrutaba de una ubicación
topográfica favorable: sobre una suave llanura
orientada a mediodía, al abrigo de los vientos
del puerto gracias a la barrera de Rapitán,
y en las inmediaciones del barranco denominado Fondabós
("la fuente de Abós"), tributario
del arroyo de Membrilleras (antiguo "río
d´Argent"), afluente del Gas.
El viejo lugar de Abós
Abós era en
un principio lugar independiente de la ciudad de Jaca
y sus términos llegaban por el oeste hasta
el río Aragón, en cuyas riberas -en
frente de Asieso- conformó la Orden del Temple,
a fines del siglo XII, un importante patrimonio en
el que destacaban molinos harineros y batanes (A.
Conte, La encomienda del Temple en Huesca ,
1986, p. 153 y ss.).
En dirección suroeste su término pudo
llegar casi a las puertas de Jaca si se pudiera identificar
la iglesia de San Juan Bautista y de los Santos Cosme
y Damián ("sita en los términos
de la villa de Avós y dependiente de la parroquial
de San Miguel de Avós" en 1224, según
D. Sangorrín, Diccionario Histórico-Geográfico
de la diócesis de Jaca , 1918, p. 6) con
la iglesia de doble cabecera que los Hospitalarios
tuvieron a un tiro de ballesta de la muralla jaquesa
(en las denominadas ³eras de San Juan²).
Ya se citan casas, tierras y viñas en Abós
en la temprana fecha de 1059, en testamento emitido
por Oriol Iñiguez y su mujer Sancha (Lacarra,
DocumentosŠ, nº 1). Y en 1187 se registra
la donación por parte de Alfonso II de ³la
villa que se llama Avos con todos sus términos,
poblados, yermos, tierras y bosques, etc.², y
de su iglesia de San Miguel, a la iglesia de San Pedro
de Jaca ( Idem ).
El último vicario de San Miguel de Abós
testó en 1426, y en 1471 -según el Abad
Casaus- estaba ya despoblado ( Idem ). Y,
tal como ocurrió con otros lugares desiertos
de los alrededores de Jaca, sus términos acabaron
englobados en los de la ciudad. La antigua parroquial,
ya sin parroquianos, tuvo la fortuna de conservarse
como ermita, una más de las muchas que salpicaban
los alrededores de Jaca (las de Nuestra Señora
del Rosario, de la Victoria, de Ipas y de la Cueva,
y las de San Gregorio, San Miguel del Puente, San
Juan Bautista, San Marcos Evangelista, San Esteban,
San Andrés, San Cristóbal y San Salvador).
Su
conversión en almacén de pólvora
A comienzos del siglo
XVIII la Ciudadela de Jaca carecía de un almacén
de pólvora en condiciones. Con motivo de la
guerra con Francia, en 1719, se habilitó para
tal fin una de las casamatas, que no resultó
el mejor lugar para su conservación. Un informe
militar de 1744 reconocía que al ser las casamatas
subterráneas y muy húmedas "quanta
polbora se pone en ellas, en brebissimo tiempo se
halla perdida".
Por ello, y por considerarse la zona de Jaca "pais
mui sujeto a tempestades de raios y centellas",
se trató de buscar ("en diferentes ocasiones")
un lugar apropiado fuera de los muros de la ciudadela
y de la ciudad, con el fin de evitar estragos en caso
de accidente. Reconoce el autor del informe que el
ayuntamiento se había comprometido a sufragar
el coste de la construcción del nuevo polvorín,
pero que hasta la fecha de 1744 no habían encontrado
los medios ( Relacion del estado y consistencia
de las Plazas del Reyno de Aragon , Cristóbal
Cubero, 1744).
Una de esas ocasiones a las que alude Cubero sucedió
en 1724. El Servicio Geográfico del Ejército
fecha en ese preciso año un plano atribuido
al ingeniero militar Francisco Mauleón cuyo
título reza "Plano de la Hermita llamada
San Miguel de Abos distante un quarto de Legua de
la Plaza y Castillo de Jaca, con su nuevo proyecto,
y cerco, en caso que debe servir para deposito de
la Polvora que oy dia se halla en las casamatas de
dicho Castillo". Sobre el plano volveremos más
adelante, pero conviene advertir que del título
se infiere su condición de proyecto no inmediato
("en caso que debe servir") y ya sabemos
que justo 20 años después el proyecto
de polvorín en San Miguel de Abós no
se había ejecutado.
Sin embargo, el redactor de otro informe fechado en
1756 escribe que "actualmente se conserva [el
almacén de pólvora] en la capilla de
San Miguel distante media ora de Jaca" ( Relación
de las plazas de este Reyno que manifiesta su estado
y el de los edificios militares que cada una de ellas
contiene , Miguel Marín, 1756).
No parece que el polvorín resultante obedeciera
al cuidado proyecto pergeñado en 1724, pues
por otra relación, ésta de 1777, se
le considera "almacén provisional de pólvora
bastante sencillo", pues "por haver sido
anteriormente hermita de San Miguel no está
con todas las precauciones que requiere tal edificio"
( Relacion que manifiesta por menor la situacion,
disposicion y estado de la Ciudad de Jaca, su Ciudadela,
Castillo[s] y Torres dependientesŠ, Fermín
de Rueda, 1777).
El almacén, a fines del siglo XVIII, tenía
capacidad para almacenar unos "mil quintales"
de pólvora y su reparación corría
por cuenta de la Real Hacienda ( Relación
del estado en que se halla la plaza de Jaca, su ciudadela,
edificios militares, vecindario, etc., Alonso
González de Villamar, 1786).
Tal vez como consecuencia de la Guerra contra la Convención
Francesa (1793-95), que tanto afectó al frente
pirenaico, se vio la necesidad de contar con otro
almacén complementario al de San Miguel de
Abós. Y es en la Relacións
redactada por Luis de Baccigalupi y fechada en Jaca
el 27 de abril de 1803 donde se alude al nuevo polvorín
habilitado en otra ermita de los alrededores de Jaca,
que no es otra que la de San Miguel de Larbesa: "Fuera
de la Ciudad y a un quarto de hora de ella hay dos
Almacenes de Polvora, uno situado cerca del camino
de Zaragoza [el de Larbesa], y otro entre las
avenidas del valle de Tena y Francia [el de Abós]".
El
plano de 1724
El plano mencionado,
que se conserva en los fondos del S.G.E. (referencia:
³Aragón. Huesca. Jaca y alrededores. Nº
52²), llama la atención por su esmerada
ejecución.
Una nota bajo el título ayuda a interpretarlo
correctamente: "que lo que esta lavado de carmin
oscuro, es lo que se puede aprovechar, lo de carmin
claro, se debe reedificar, y lo de amarillo se ha
de hazer de nuevo".
Se representa en la parte inferior el plano del edificio,
con su cerca, y arriba la sección. La escala
común está representada en ³tuesas²
(toesas).
Se deduce de la nota aclaratoria que el edificio no
estaba por aquella época en perfectas condiciones
de conservación. En color "carmín
oscuro", esto es, la parte "que se puede
aprovechar", se representa el ábside completo
y gran parte del muro del evangelio (con un extraño
atrio adosado de planta semicircular), excluido el
tercio correspondiente a los pies. Este último
tramo, más la fachada occidental y la práctica
totalidad del muro de la epístola (sur) se
colorea de "carmín claro", proyectándose
su reedificación. Por último, de amarillo
va la cerca rectangular con sus dos garitas angulares
(NW y SE) y los conductos internos de aireación.
Las mayores novedades que aporta este plano atañen
al atrio del muro norte y a la cerca y sus garitas,
pues el resto de la iglesia viene a coincidir, en
lo esencial, con lo conservado actualmente.
Del atrio cabe destacar su extraña planta semicircular,
en cuyo extremo abre una puerta exterior que comunica
con la reducida antesala que da paso a la nave. Poco
se puede decir de este elemento, hoy desaparecido,
a expensas de una futura excavación que exhume
su planta y pueda determinar su relación cronológica
con la iglesia románica.
La cerca que defiende el almacén dibuja un
rectángulo de 10 toesas y media de lado mayor
por siete de lado menor (20,5 x 13,6 metros, aproximadamente).
En sus ángulos noroeste y sureste, como queda
dicho, se plantean sendas garitas de vigilancia, de
elegante diseño barroco y planta hexagonal.
Una
isleta de propiedad particular
Cabe plantearse si
el proyecto de 1724 se llevó a la práctica
o si por el contrario -como se infiere de la Relación
de 1777- el almacén se acomodó
con mayor modestia de medios. Ciertamente, la cerca
que se ha conservado (con dos garitas de planta circular
en los ángulos SW y NE) no se corresponde con
el proyecto de 1724 y, a falta de mejores datos, se
podría fechar en algún momento del siglo
XIX.
El polvorín de San Miguel de Abós -
como su gemelo y homónimo de Larbesa- cumplió
su función militar hasta bien entrado el siglo
XX. Finalmente fue desafectado por el ramo de Guerra,
adjudicándose a un particular que lo utilizó
para menesteres agropecuarios. Y lo que no consiguiera
ninguna centella inoportuna lo logró un desgraciado
incendio. Se perdió entonces la cubierta, se
calcinaron sillares y ajedrezados y el ábside
quedó sin la debida sujeción, amenazando
con desplomarse en cualquier momento.
Con todo, a fines del siglo pasado, y con motivo de
la construcción de la ³variante²,
el monumento corrió serio peligro, finalmente
conjurado. Inevitablemente sufrieron su necrópolis
medieval y, posiblemente, los restos del viejo despoblado
de Abós, pero la iglesia y su recinto lograron
salvarse, aunque rodeados de viales y dificultado
en extremo su acceso.
En
la "Lista Roja" de Hispania Nostra
Sin embargo, el incendio
no acabó con los valores artísticos
de la antigua iglesia, muestra interesante de la arquitectura
románica, cuyos méritos merecieron que,
tras la preceptiva incoación, el Gobierno de
Aragón la declarara -por Orden de 19 de septiembre
de 2002, del Departamento de Cultura y Turismo- ³Bien
Catalogado del Patrimonio Cultural Aragonés².
Este reconocimiento de protección fue ampliado
-por su condición de ejemplo de arquitectura
militar- a la categoría de Bien de Interés
Cultural por Orden de 17 de abril de 2006, del Departamento
de Educación, Cultura y Deporte.
Quiere esto decir que la iglesia-polvorín de
San Miguel de Abós goza actualmente del máximo
grado de protección contemplado por la vigente
Ley 3/1999, de 10 de marzo, del Patrimonio Cultural
Aragonés.
Tal grado de protección es perfectamente compatible,
por desgracia, con un estado de conservación
realmente preocupante, de tal modo que puede darse
la circunstancia de que el elemento más emblemático
de San Miguel -el ábside- se derrumbe con estrépito,
tal y como viene anunciando desde hace ya tiempo.
No es de extrañar, pues, que Hispania Nostra
- la organización española más
importante para la defensa de nuestros monumentos-
haya incluido el monumento en la denominada "Lista
Roja del Patrimonio" (ver su ficha en http://www.hispanianostra.es/patrimonio/lista_roja/aragon/san_miguel_abos.html
). La ficha incluye una sucinta descripción
del edificio: "La iglesia es de nave única
rematada en ábside de tambor que cubre con
bóveda de cuarto de esfera, de cuidada ejecución.
Una imposta biselada, que se extiende al presbiterio,
separa paramentos horizontales y bóvedas. Una
puerta en el muro sur, junto al presbiterio, más
baja que la nave, debió de permitir la entrada
al templo. Es de medio punto dovelado, y aunque muy
deteriorada se aprecia una moldura doblándola
que fue de ajedrezado jaqués. El presbiterio,
aparece con su bóveda de medio cañón
hundida. Su ábside es de buena sillería;
sin adornos, y rematado con ménsulas para soporte
de un alero que ya no existe. Reutilizada como polvorín
en el XIX".
Tras encuadrarla en el estilo románico y fechar
su construcción a mediados del siglo XI, la
ficha concluye con una valoración de las patologías
y el riesgo que corre el edificio: ³Sin techumbre.
Daños por la vegetación y las inclemencias.
Grietas. Peligro de hundimiento² .
Futuro
incierto
Parece extraño
que un monumento de esta categoría permanezca
en tan lamentable estado. No es, desde luego, la mejor
tarjeta de presentación de la ciudad de Jaca
ante los ojos de tantos automovilistas que contemplan
sus ruinas abandonadas junto al mismo casco urbano
en expansión.
Pero nada se mueve - o lo hace con exasperante lentitud-
a favor de su definitiva recuperación.
Tal vez pese la excusa de su condición como
propiedad particular. Pero hay que advertir que tras
su reconocimiento como B.I.C. la legislación
contempla el "interés social" a efectos
de expropiación forzosa por parte de la administración
autonómica o por el ayuntamiento.
Conviene advertir, llegados a este punto, que sobre
San Miguel de Abós se ciernen peligros serios
que pueden acelerar su proceso de ruina. Sabido es
que la futura autovía dibuja su trazado al
lado mismo del monumento. Y no es aventurado suponer
que los trabajos y movimientos derivados de su construcción
podrían favorecer el desplome del inestable
ábside.
Sería razonable, por lo tanto, recabar de los
ministerios correspondientes la asignación
de fondos procedentes del "uno por ciento cultural"
para acometer la necesaria restauración ( el
"uno por ciento cultural" se contempla en
el artículo 68 de la Ley del Patrimonio Histórico
Español, que establece la obligación
de consignar en los contratos de obras públicas
una partida de al menos el 1% con destino a trabajos
de conservación o enriquecimiento del Patrimonio
Histórico Español o al fomento de la
creatividad artística, con preferencia en la
propia obra o en su inmediato entorno ).
Por
una recuperación integral
Fue el benemérito
Cayetano Enríquez de Salamanca quien primero
divulgó las iglesias fortificadas de Larbesa
y Abós abogando por una restauración
que las liberara de los aditamentos militares. Otros
autores y asociaciones le han seguido en esa
idea, propugnando "suprimir todos los elementos
añadidos para su uso militar".
En realidad esa supresión no es fácil
acometerla con arreglo a los estipulado por la Ley
de Patrimonio Cultural de Aragón, que recoge
el espíritu de la Ley 16/1985, de 25 de junio,
del Patrimonio Histórico Español en
lo que se refiere a las restauraciones aplicadas a
los monumentos declarados B.I.C.: "Las restauraciones
de los bienes a que se refiere este artículo,
respetarán las aportaciones de todas las épocas
existentes", si bien se admite que
"La eliminación de alguna de ellas sólo
se autorizará con carácter excepcional
y siempre que los elementos que traten de suprimirse
supongan una evidente degradación del bien
y su eliminación fuera necesaria para permitir
una mejor interpretación histórica del
mismo" (LPHE, artículo 39, apartado
2).
No es el caso. En Abós las aportaciones militares
no sólo son consustanciales al monumento, incrementando
su valía histórica, sino que la declaración
como Bien de Interés Cultural de 17 de abril
de 2006 se debe a su condición de "fortín",
es decir: gracias precisamente a esos aditamentos
militares.
Y así, apreciando en su justa medida todas
las aportaciones -sin caer en el error de sobrevalorar
un determinado estilo artístico en detrimento
de otros- la futura restauración de San Miguel
de Abós habrá de respetar la cerca exterior
y la base del pararrayos, entre otros elementos post-románicos.
Con ello no sólo se cumplirá el espíritu
de la ley, sino que se rendirá tributo a los
militares de la guarnición de Jaca que, con
su decisión de convertir aquellas dos ermitas
en almacenes de pólvora, contribuyeron a su
efectiva preservación. No es aventurado suponer
que sin esa transformación, a buen seguro que
esos dos monumentos, que todavía estamos a
tiempo de recuperar, serían hoy simples campos
de ruinas, como tantas otras ermitas desaparecidas.
O ni siquiera eso.
José
Luis Ona González