Al
reír Dios, nacieron los siete dioses que gobiernan
el mundo (...)
Cuando
la risa estalló, apareció la luz(...)
cuando
volvió a reír por segunda vez, brotó
el agua (...)
la
séptima vez que rió apareció
el alma .
( Reinach
)
En
la Antigüedad existía la idea de la fuerza
creadora de la risa. Corresponde a los antiguos egipcios
el mérito de haber dicho todo lo que cabía
decir a propósito de la risa creadora. Lo que
imaginaban acerca de la creación del mundo
aparece en un papiro alquímico conservado en
Leyden y que data del siglo III de nuestra Era. Se
trata de un relato en el que se atribuye a la risa
divina la creación y el nacimiento del mundo.
El
mensaje sobre la risa que nos transmite Aristóteles,
es que solamente una democracia podía tolerar
la franqueza de las antiguas comedias, en la democracia
la risa se caracteriza por su fuerza crítica
y su acción democratizadora. La risa manifiesta
su orientación democrática al dirigirse
a la opinión pública más que
a las altas autoridades jerárquicas.
Con
Mijhail Bajtin (1974) y su trabajo La Cultura Popular
en la Edad Media y en el Renacimiento, la risa y la
cultura popular comienzan a tener su espacio de vida,
de valor insospechado e ineludible del conocimiento
acerca de la cultura de lo cómico.
Antes
de comentar el trabajo de Bajtin es necesario explicar
cómo han ido cambiando las pautas de comportamiento
y los hábitos psíquicos del ser occidental,
a la luz de lo expuesto por Norbert Elias (1987) en
su libro El proceso de la civilización, cuyo
análisis permitirá observar la importancia
de la risa dentro de este proceso.
El
concepto "civilización" expresa la
autoconciencia de Occidente. Según Elias (1987),
siguiendo una especie de "ley fundamental de
la sociogénesis", el individuo, durante
su vida, vuelve a recorrer los procesos que ha recorrido
su sociedad a lo largo de la historia. Así
es cómo, dentro del marco de dicha ley, podemos
estudiar la evolución de las pautas de comportamiento
y de los hábitos psíquicos.
De
acuerdo a este autor (Elias, 1987), a partir de la
Baja Edad Media y del primer Renacimiento hay un aumento
especialmente fuerte del autocontrol individual, al
que hoy nos referimos como "interiorizado"
o "internalizado".
El
Renacimiento, que se gestó durante la Edad
Media, especialmente a partir del siglo XII, trajo
consigo la conciencia de individualidad. El historiador
suizo Jacob Burckhardt (1981) reclama en la segunda
mitad del siglo XIX que, dentro de Europa, la conciencia
de individualidad se desarrolló primeramente
en Italia.
El hombre era consciente de sí mismo sólo
como miembro de una raza, gente, partido, familia
o corporación --sólo a través
de una categoría general--. En Italia se hizo
posible tratar de una manera objetiva el Estado y
todas las cosas de este mundo. Al mismo tiempo el
lado subjetivo se afirmó a sí mismo
con el énfasis correspondiente; el hombre se
convirtió en un individuo espiritual y se reconoció
a sí mismo como tal .
En
el Renacimiento cuya palabra no significa “renacimiento
de las ciencias y artes de la Antigüedad”, sino
qué posee una significación amplia y
cargada de sentido, arraigada en las profundidades
del pensamiento de la humanidad, es cuando existe
una mayor individualización. El ser humano
posee la capacidad de verse desde una perspectiva
distinta a la anterior. En el Renacimiento, la persona
se mueve hacia un escalón superior de autoconciencia
en la que el control de los afectos, constituido
como autocoacción, es más fuerte; es
mayor la distancia reflexiva y menor la espontaneidad
de los asuntos afectivos. Se necesitaba un aumento
de la capacidad de los seres humanos para distanciarse
de sí mismos y de los demás en su actividad
mental. Esto es parte de la evolución
hacia el autocontrol de
los seres humanos.
En
esta evolución, el sistema emotivo del individuo
se transforma de acuerdo con los cambios de la sociedad
y de las relaciones interhumanas. La imagen que el
individuo tiene del ser humano se hace más
matizada, más libre de emociones momentáneas,
es decir, se "psicologiza".
Desde
la perspectiva afectiva, la observación de
las cosas y de las personas en el curso de la civilización
va haciéndose más neutral. Además,
la "imagen del mundo" --señala Elías,
se independiza progresivamente de los deseos y de
los miedos humanos y se orienta cada vez más
a lo que se suele denominar "experiencia".
Desde el punto de vista afectivo lo neutral es la
experiencia.
El
ruso A. Herzen ha expresado pensamientos profundos
acerca de las funciones de la risa en la historia
de la cultura:
La
risa no es bagatela, y no podemos renunciar a ella.
En
la Antigüedad se reía a carcajadas, en
el Olimpo y en la tierra, al escuchar a Aristófanes
y sus comedias, y así se siguió riendo
hasta la época de Luciano. Pero a partir del
siglo VI, los hombres dejaron de reír y comenzaron
a llorar sin parar, y pesadas cadenas se apoderaron
del espíritu al influjo de las lamentaciones
y los remordimientos. Después que se apaciguó
la fiebre de crueldades, la gente volvió a
reír.
Nadie
se ríe en la iglesia, en el palacio real, en
la guerra. Los sirvientes domésticos no pueden
reírse en presencia del amo. Sólo los
pares (o de condición igual) se ríen
entre sí. Si las personas inferiores pudieran
reírse de sus superiores, se terminarían
todos los miramientos del rango. Reírse del
buey Apis es convertir al animal sagrado en toro vulgar.
La
risa busca deshacerse del mundo lleno de injusticias
y reemplazarlo por un mundo mejor. Crea una nueva
realidad que desplaza a la otra que ya no puede mantenerse
porque ha perdido su sentido. La risa es, pues, una
liberación.
Existe
un significado histórico, ideológico
y estético del aspecto optimista, creativo
y alegre de lo cómico.
Mijail
Bajtin revolucionó el concepto de la Edad Media
y del Renacimiento al aplicar una interpretación
humorística a las mencionadas épocas
históricas, y revelarnos una perspectiva popular
y carnavalesca del mundo y de la historia. En La Cultura
Popular en la Edad Media y en el Renacimiento se plantean
los problemas de la cultura cómica popular
de estas dos épocas históricas.
Según
este autor, la risa popular y sus formas constituyen
el campo menos estudiado de la creación popular.
Se ha excluido casi por completo el humor popular
en toda la riqueza de sus manifestaciones.
En
la Edad Media la risa se oponía a las ideas
rígidas que esparcía la Iglesia oficial.
En
la antigua comedia popular el mundo infinito de las
formas y las manifestaciones de la risa se oponía
a la cultura oficial, al tono serio, religioso y feudal
de la época.
Existían
tres grandes categorías de las manifestaciones
de la cultura popular. Por un lado, estaban las formas
y rituales del espectáculo. Por otro, las obras
cómicas verbales (incluso las parodias) de
diversas naturaleza: orales y escritas, en latín
o en lengua vulgar.
Habían
surgido, además, diversas formas y tipos de
vocabulario familiar y grosero. La representación
de los misterios, por ejemplo, acontecía en
un ambiente de carnaval. Las formas rituales y de
espectáculo se organizaban de manera cómica.
Ofrecían una visión del mundo, de la
persona y de las relaciones humanas completamente
diferentes.
En
cierto modo se podría decir que se construyó
al lado del mundo oficial, un segundo mundo y una
segunda vida. Se creó una especie de dualidad
del mundo.
Las
fiestas oficiales reproducían el orden existente.
Además, no eran capaces de crear esta llamada
segunda vida. En las fiestas oficiales se miraba sólo
al pasado y así se consagraba el orden social
presente. En ellas se ponía de manifiesto la
estabilidad, la inmutabilidad y la perennidad de las
reglas. Había una verdad prefabricada que representaba
la verdad eterna, inmutable, perentoria. Por otro
lado, el carnaval apuntaba al porvenir.
Según
Bajtin, la comicidad medieval no era una concepción
subjetiva, individual y biológica de la continuidad
de la vida. Era una concepción social y universal.
La
persona concebía la continuidad de la vida
en las plazas públicas, mezclada con la muchedumbre
en el carnaval, donde su cuerpo entraba en contacto
con los cuerpos de otras personas de toda edad y condición.
La persona se sentía partícipe de un
pueblo en constante crecimiento y renovación.
El
carnaval era la forma festiva no-oficial
de la vida de sociedad medieval y representaba la
cultura folclórica cómica con su idea
optimista de la eterna renovación.
La
risa enseñaba la imperfección del mundo
y a través de ella buscaba transformarle y
renovarle.
Konrad
Burdach, autor del libro titulado Reforma, Renacimiento
y Humanismo , publicado en Berlín en 1918 señala
que "el Humanismo y el Renacimiento no deben
su aparición al descubrimiento por parte de
los sabios de monumentos perdidos del arte y la cultura
antigua, a los que tratan de insuflar nueva vida.".
El Humanismo y el Renacimiento nacieron de una época
que envejecía y cuyo espíritu ansiaba
una nueva juventud.
Bajtin
afirma que históricamente no se tuvo en consideración
el humor del pueblo en la plaza pública como
un objeto digno de estudio desde el punto de vista
cultural, histórico, folclórico o literario.
A su juicio, la naturaleza específica de la
risa popular aparece totalmente deformada porque se
le aplican ideas y nociones que le son ajenas, pues
pertenecen verdaderamente al dominio de la cultura
y la estética burguesa contemporánea.
Por consiguiente, la profunda originalidad de la antigua
cultura cómica popular no ha sido revelada
. Es en este siglo, en concreto en la década
de los sesenta, cuando los especialistas del folclore
comienzan a interesarse por los ritos y los mitos
cómicos. Para una mejor comprensión
de la cultura cómica popular conviene tener
en cuenta una de las experiencias importantes del
individuo medieval: la experiencia del miedo, y cómo
ésta fue afectando al ser humano.
A
lo largo de la historia se han podido identificar
períodos en los que se manifestó miedo
a la risa. Una de las causas mayores del miedo a la
risa es el poder del humor en la vida humana. Para
poder apreciar la fuerza de su efecto hay que partir
del miedo que se experimentaba en la Edad Media, y
descubrir el origen de la risa en el Renacimiento.
La
risa de la Edad Media se convirtió, al llegar
el Renacimiento, en la expresión de la nueva
conciencia libre, critica e histórica de la
época. La risa pasa del estado de existencia
espontánea a un estado de conciencia artística,
de aspiración a un objetivo preciso. La risa
medieval estaba excluida de las esferas oficiales
de la ideología y de las manifestaciones oficiales
de la vida y las relaciones humanas. Se había
disociado la risa del culto religioso, del ceremonial
feudal] y estatal, de la etiqueta social, y de la
ideología elevada. El tono de seriedad
exclusiva caracterizaba a la cultura medieval
oficial.
El
tono serio se impuso como la única forma capaz
de expresar la verdad, el bien y, en general, todo
lo considerado importante y estimable. Esto dio lugar
a que el miedo, la veneración y la docilidad
se constituyeran a su vez en variantes o matices de
ese tono serio. Sin embargo, la risa es tan universal
como la seriedad. Ambas abarcan la historia, la sociedad
y la concepción del mundo.
En
la Edad Media se llegaron a considerar legalizados,
hasta cierto punto y quizás como resultado
de un deseo de control, los ritos cómicos de
La Fiesta de los Locos, de la Fiesta del Burro, de
las procesiones y ceremonias de las otras fiestas.
Durante ese tiempo el Estado y la Iglesia creyeron
oportuno efectuar ciertas concesiones a las expresiones
públicas ya que no podían prescindir
de ellas, de modo que intercalaban días de
fiesta en el transcurso del año.
En
dichas fiestas se permitía al pueblo salirse
de los moldes y convenciones oficiales, pero exclusivamente
a través de las máscaras defensivas
de la alegría. Se podría decir que dentro
de este marco no había casi restricciones para
las manifestaciones de la risa .
Según
Bajtin, en la Edad Media se observa el miedo y la
intimidación infundidos por la seriedad al
igual que en la cultura clásica griega, en
la que la seriedad era oficial y autoritaria, y estaba
asociada a la violencia, a las prohibiciones y a las
restricciones. Sin embargo, una diferencia entre ambos
periodos estriba en que el individuo medieval percibía
con agudeza su victoria sobre el miedo a través
de la risa. Al vencer este temor, la risa aclaraba
la conciencia del sujeto y le revelaba un mundo nuevo.
De este modo, la risa implicaba la superación
del miedo. Además, no imponía ninguna
prohibición. De hecho, el lenguaje de la risa
no es nunca empleado por la violencia ni por la autoridad.
El distanciamiento entre la risa y la autoridad es
tal que se dice, por ejemplo, que los dictadores temen
más la risa que las bombas.
Con
la risa hay un elemento de victoria sobre el miedo
que infunden el poder y las fuerzas opresoras y limitadoras.
La comicidad medieval se opuso a la mentira, a la
adulación y a la hipocresía que se imponían
a través de lo serio. Lo serio era el miedo
moral que encadenaba, agobiaba y oscurecía
la conciencia del individuo.
La
nueva conciencia renacentista de la comicidad medieval
tenía como uno de sus elementos primordiales
la percepción de la risa como una victoria
sobre el miedo. Se pasó de una sensibilidad
medieval a una sensibilidad renacentista. Era un nuevo
sentimiento que se expresaba en innumerables imágenes
cómicas. Lo temible se volvía ridículo.
Es
imposible comprender la aparición de la imagen
de lo grotesco sin tener en cuenta la importancia
del temor vencido . Se juega con
lo que se teme; se hace burla de lo que se teme, de
modo que lo terrible se convierte en un "alegre
espantapájaros.".
La
risa supera al miedo, pero no sólo el miedo
exterior, sino también el miedo interior. La
risa descubre el mundo desde un punto de vista nuevo,
en su faceta más alegre y lúcida. No
es un instrumento de opresión
o embrutecimiento, sino un recurso de liberación
que pertenece a cada individuo .
De modo que no se puede renunciar a la risa, ya que
ésta no es una forma defensiva exterior, sino
interior que no puede sustituirse por la seriedad.
La
libertad que ofrecía la risa durante el carnaval
era un lujo que el pueblo podía permitirse
únicamente en los días de fiesta. La
risa no prescribía dogmas, sino que era una
expresión de fuerza, de amor, de procreación,
de renovación y fecundidad.
La
risa y el carnaval
El
carnaval es el núcleo de la cultura cómica
popular. Está situado en las fronteras entre
el arte y la vida. En realidad — dice Bajtin -- es
la vida misma presentada con los elementos característicos
del juego. Desde esta perspectiva se puede afirmar
que el carnaval no pertenece al dominio del arte.
Las celebraciones carnavalescas ocupaban un lugar
muy importante en la vida de las poblaciones medievales,
hasta el punto de que en las grandes ciudades llegaban
a durar tres meses.
En
el carnaval hay una transformación del mundo
social y del modo de estructurar e interpretar la
vida, pues ignora toda distinción entre espectadores
y actores.
Los
espectadores no asisten al carnaval sino que lo viven,
ya que el carnaval está hecho para todo el
pueblo. Durante el carnaval no hay otra vida que la
del carnaval. Es imposible escapar, porque no tiene
fronteras espaciales. En el curso de la fiesta sólo
puede vivirse de acuerdo a sus leyes, es decir, de
acuerdo a las leyes de la libertad. El carnaval posee
un carácter universal; es decir, es un estado
peculiar por el que cada individuo participa en el
renacimiento y renovación del mundo. Esta es
la esencia misma del carnaval, y los que intervienen
en el regocijo lo experimentar vivamente.
Durante
el carnaval es la vida misma la que interpreta. Durante
cierto tiempo el juego se transforma en vida real.
La
fiesta es el rasgo fundamental de
todas las formas de ritos y espectáculos cómicos
de la Edad Media. Las festividades siempre han tenido
un sentido profundo, puesto que han expresado una
concepción radical del mundo. Las fiestas,
en todas sus fases históricas, han estado ligadas
a periodos de crisis de la sociedad y del individuo.
Durante
la Edad Media floreció en muchos lugares de
Europa una festividad conocida como la Fiesta de Locos.
Sacerdotes, normalmente piadosos, y gentes serias
se colocaban máscaras obscenas, cantaban canciones
desvergonzadas y en toda la noche de jarana no daban
tregua al sueño. Ninguna institución
ni personaje escapaba a la crítica y a la burla
en la gran fiesta de los primeros días del
año ..
La
influencia de la cosmovisión carnavalesca sobre
la concepción y el pensamiento de las personas
era radical: les obligaba a renegar en cierto modo
de su condición oficial -como monje, clérigo
o sabio— y a contemplar el mundo desde un punto de
vista cómico y carnavalesco.
La
risa carnavalesca presenta tres
características: en primer lugar es patrimonio
del pueblo, puesto que todos ríen, la risa
es "general." En segundo lugar, es universal,
contiene todas las cosas y a todas las personas. El
mundo entero parece cómico y es percibido y
considerado en un aspecto jocoso, en su alegre relativismo.
Por último, dicha risa es ambivalente: alegre
y llene de alborozo, pero al mismo tiempo burlona
y sarcástica; la risa niega y afirma, amortaja
y resucita a la vez.
Existe
una diferencia esencial entre la risa festiva popular
y la risa puramente satírica de la época
moderna. El autor satírico que sólo
emplea el humor negativo se coloca fuera del objeto
aludido y se le opone, lo cual destruye la integridad
de] aspecto cómico del mundo. El satírico
se excluye de lo aludido. En ese sentido no juega
con lo que satiriza. Lo que surge es una risa negativa.
La persona se ríe de lo aludido, pero no con
lo aludido puesto que se excluye.
Por
el contrario, en la risa popular ambivalente se expresa
una opinión sobre un mundo en plena evolución
en el que estar incluidos los que ríen. El
pueblo se ríe de sí mismo, y consigo
mismo. Esto es una señal de vida nueva.
En
el carnaval el valor era la risa de la gente —del
pueblo—. Por lo tanto, al desarrollar la capacidad
para reírse de sí mismo, el pueblo se
mueve a otra dimensión de madurez y de perspectiva,
pues se prepara para criticarse a si mismo. Podría
decir, glosando a Bore que la sabiduría popular
reconoce que el pueblo no se morirá si se muere
de la risa.
A
pesar de haber sido relegada, la risa sigue jugando
un papel de gran importancia en la vida social. En
la evolución histórica de la cultura
y la literatura la risa ha funcionado como un elemento
que impide a lo serio la fijación. La verdadera
risa, ambivalente y universal, no excluye
lo serio, sino que lo purifica y lo completa.
Lo purifica de dogmatismo, de unilateralidad, de esclerosis,
de fanatismo y espíritu categórico,
del miedo y la intimidación, del didactismo,
de la ingenuidad y de la ilusiones, de la nefasta
fijación a un único nivel, y del agotamiento.
Julio 2007.