A
vueltas con los obispados de Roda, Huesca, Barbastro
y Lérida
Una
nueva decisión del Vaticano sobre la ubicación
de las obras artísticas que habían
sido objeto de culto en las iglesias de la Ribagorza,
da la razón al obispado de Barbastro que
bien es verdad, sin mucho empuje ni interés
deseaba su vuelta a la diócesis aragonesa.
No es la primera vez que algo parecido ocurre y
no solo entre obispados de diferentes regiones españolas,
sino incluso también, entre los obispos de
la misma provincia, olvidando que la Iglesia Católica
es una y universal y, que los bienes de las iglesias
de Aragón, Cataluña, Francia o China,
son propiedad de la Iglesia Católica Apostólica
Romana, la cual puede situarlos donde quiera; únicamente
podría tener dificultades si intentase llevárselas
fuera del territorio español ya que la Ley
del Patrimonio española lo impide. Debemos
recordar aquí, que gracias a la ceguera caciquil
y a la desconfianza entre las autoridades civiles
y eclesiásticas, Aragón no la tuvo
hasta el 10 de marzo de 1.999, fecha posterior al
traslado de las piezas aragonesas a Lérida.
Es decir: que nuestras autoridades civiles no tienen
vela en éste entierro, al regir en Aragón
la ley española que permitía el traslado
de obras de arte dentro del territorio español
del que, al menos entonces, ambas regiones formaban
parte. Queda pues reducido el problema a un simple
litigio entre dos obispos y un caso de desobediencia
de uno de ellos al Papa. ¿Se declara cismático
el obispo que no reconoce la autoridad del Vaticano?.
Recordaremos ahora antecedentes históricos
de hechos similares y los métodos seguidos
por Roma para zanjarlos.
Fue entre los años 1.100 y 1.102, (hay cierta
discrepancia entre los historiadores) que tomada
a los moros la ciudad de Barbastro por Pedro I de
Aragón, se dispuso el traslado a ella de
la sede de Roda cuyo obispo Poncio ya como obispo
de Barbastro, tuvo que enfrentarse a la pretensión
del obispo de Urgel; San Odón, que consideraba
como pertenecientes a su diócesis la de Roda
y algunas parroquias integradas en ella. San Odón
se dirigió al Papa Urbano II para que le
confirmará la certeza de su pretensión,
pero muy al contrario, Urbano II dio la razón
al obispo de Barbastro amonestando seriamente al
obispo de Urgel y ordenándole "que deje
gozar pacíficamente a Poncio, de todo lo
que él y sus predecesores habían tenido
por espacio de treinta o cuarenta años"
Muerto Poncio en 1.104 y nombrado como sucesor y
nuevo obispo San Ramón, hombre según
sus hagiógrafos de extraordinaria paciencia,
decidió San Odón tomar por la fuerza
lo que no pudo hacer por derecho. San Ramón
informó al Papa Pascual II que ordenó
a San Odón "dejase al obispo de Barbastro,
en posesión pacifica de todo aquello que
los Romanos Pontífices habían asignado
a su diócesis".
No parece que esta carta fuese atendida por San
Odón que continuó ocupando las iglesias
usurpadas. Citados ambos obispos ante el Sumo Pontífice
y nuevamente recriminado San Odón por Pascual
II, este, finalmente, consintió en restituir
a San Ramón las iglesias que le había
arrebatado, quedando momentáneamente zanjado
el problema y devolviendo a San Ramón una
paz que no iba a durar mucho, pues Esteban, obispo
de Huesca, decidió unir a su obispado la
ciudad y territorio de Barbastro, presentándose
ante ella con un grupo de gente armada, que sacando
a San Ramón de su iglesia en donde se había
refugiado, fue expulsado de la ciudad y saqueado
el palacio episcopal.
Enterado de todo Pascual II, escribió dos
cartas; una conminando al rey Alfonso I a que hiciese
respetar la división de límites hecha
por su padre y su hermano de los obispados de Huesca
y Barbastro y otra al obispo Esteban, recriminándole
el trato dado a San Ramón y ordenándole
"que restituya y de satisfacción de
todo al obispo de Barbastro, y de no hacerlo así
en el término de dos meses, le suspende de
los oficios episcopal y sacerdotal, hasta que lo
cumpla y ejecute."
No debió de ablandar este mensaje el ánimo
del obispo de Huesca, que siguió en sus trece
y motivó que a los dos meses, quedase suspendido
de los oficios indicados en ella.
El Papa Calixto II, sucesor de Pascual II tras Gelasio
II que no llego a pontificar un año, en la
Sede de San Pedro, volvió a recriminar y
ordenar al díscolo obispo Esteban, reponer
en su Sede al obispo de Barbastro y presentarse
ante él en el concilio de Auvernia que pensaba
convocar en breve. El obispo de Huesca, ni cumplió
el mandato ni acudió al concilio, siendo
excomulgado por Calixto II, ordenándole al
mismo tiempo se presentase ante él. Volvió
el obispo Esteban a desobedecer en mandato del Papa,
lo que le valió otra pena de excomunión.
Finalmente, aconsejado por los obispos de Pamplona
y Lescar, decidió presentarse en Roma ante
el Papa Honorio II y aceptar la devolución
de los bienes muebles sacados de Roda a cambio del
levantamiento de las censuras lanzadas contra él.
Conseguido esto volvió a Huesca y cumplió
su palabra, pero retuvo los bienes inmuebles de
Barbastro y demás pueblos hasta el Cinca,
muriendo cuatro años después.
Impresionado Alfonso I de Aragón por los
milagros que San Ramón hacía y posiblemente
arrepentido de su comportamiento, ordenó
la devolución de la iglesia de Barbastro,
no a San Ramón muerto en ésas fechas,
sino a su sucesor en el obispado de Roda Pedro Guillelmo.
En 1.149 la sede de Roda fue trasladada a Lérida
en manos ya de los cristianos, llevándose
su último obispo casi todos los objetos de
culto de la catedral de Roda.
En el primer cuarto del siglo XVII, nuevamente fue
conminado el obispo de Lérida; Pedro Antón
Serra, a devolver a la iglesia rotense las reliquias
y sepulcros de San Ramón y San Valero, con
amenaza de suspensión a divinis, pena similar
a la excomunión de los fieles, si no cumplía
el mandato de Roma.
Ignoro si se llego a llevar a efecto la amenaza,
pero lo cierto es que hoy, ambos sepulcros, están
en la catedral de Roda de Isábena.
Siguen
las vueltas entre Barbastro y Lérida.
Actualmente,
otro pleito eclesiástico empaña las
buenas relaciones entre las diócesis de Barbastro
y Lérida, por los bienes que pertenecieron
a pueblos de la demarcación del obispado
de Lérida, hasta que en el año 1.995
pasaron a la de Barbastro.
Personalmente siempre he tenido muy claro que los
bienes citados deberían volver a sus lugares
de origen, mas aun, cuando la Iglesia de Roma, única
y universal así lo ha decidido en diferentes
sentencias de los tribunales Vaticanos, y estoy
plenamente confiado en que así lo hará
el obispo de Lérida, o siguiendo la práctica
ya utilizada en anteriores ocasiones, nombrará
un obispo administrador de la diócesis y
enviará al obispo titular a alguna misión
especial durante el tiempo necesario para que se
cumplan los deseos de Roma.
De cualquier forma, no todos los bienes volverán,
algunos fueron comprados legalmente por el Museo
Nacional de Arte de Barcelona, o abandonados, o
regalados, o despreciados por las autoridades aragonesas.
Los agradables desayunos que en Barbastro mantenía
con don Manuel Iglesias Costa cuando mis correrías
románicas por el Pirineo me lo permitían,
que eran todas las que dedicaba a la Ribagorza y
Sobrarbe, me permitieron conocer muchos aspectos
del litigio, conocimientos de los que no dudo en
absoluto por la honestidad y enorme sabiduría
de don Manuel, que fue mi guía en la localización
de los pueblos con restos románicos, cuando
empezaba mi obra e iba como un pulpo en un garaje.
Entre las primeras citaré como ejemplo el
retablo de la iglesia del monasterio de Sigena,
maravilla gótica, que fue legalmente vendida
al citado museo de Barcelona y que solo comprándoselo
a la Generalidad, que dudo lo vendiese, podría
volver a su lugar de origen. También del
mismo monasterio hay obras de arte en Barcelona,
legalmente permutadas a las monjas por un nuevo
monasterio que el gobierno catalán les construyó
en Barcelona. ¿No tenía dinero suficiente
el gobierno de Aragón para adelantarse al
de Cataluña?.
Pero aun mas sangrante lo ocurrido con las pinturas
al fresco de la Sala Capitular de Sigena.
En agosto de 1.936, el monasterio de Sigena fue
incendiado, ardiendo hasta que se consumió,
sin que nadie, de ningún pueblo, ni de ninguna
institución, se tomasen la menor molestia
en apagarlo.
No ardió todo; hay constancia de que varias
piezas artísticas de cierta importancia se
salvaron de la quema. Se pretendió hacer
un museo, pero la idea no fraguo y las piezas de
arte jamás aparecieron.
En el año 1.948, siendo Juan Ainaut de Lasarte,
director del Museo de Arte de Cataluña, consideró
que la importancia de tales pinturas era clave para
el estudio de la transición del románico
al gótico y que de ninguna manera debían
de perderse. Ofreció a las autoridades competentes,
o mejor dicho incompetentes, la restauración
"in situ" de las mismas, aportando el
museo los materiales necesarios y los técnicos
restauradores, debiendo correr la Diputación
con los gastos de manutención y posada de
los trabajadores mientras durasen las obras. Las
autoridades aragonesas no aceptaron el trato y entonces,
Ainaut de Lasarte, pidió permiso para restaurarlas
en Barcelona y dejarlas en su museo. Nadie tuvo
inconveniente y las pinturas del refectorio de Sigena,
consideradas sin valor y desechables por las autoridades
artísticas aragonesas, fueron arrancadas,
restauradas, y colocadas en el citado museo catalán,
donde pueden admirarse hoy. Sin duda que nuestras
autoridades se sentirían satisfechas de que
los catalanes hubiesen limpiado unas paredes chamuscadas.
Posteriormente, en 1.983, fue comprado por la Generalitat
de Barcelona un lote de bienes muebles por el que
pago 10.000.000 de Pts. Otra venta, en 1.992, supuso
para la Generalitat de Barcelona el desembolso de
25.000.000 de Pts. y finalmente otra entre los años
1.992 y 1.994, por la que pagó 15.000.000
de Pts. terminaron con el patrimonio del monasterio
de Sigena. Ningún organismo aragonés
tenía dinero para hacerlo. Hoy, para que
dichos bienes vuelvan a Aragón tendríamos
que comprarlos y dudo mucho que la Generalitat quiera
venderlos. Estos bienes los tiene en propiedad y
no en depósito.
Otra cosa son los bienes de las parroquias de los
pueblos que pertenecieron hasta 1.995 a la diócesis
de Lérida que sí los tiene en depósito.
Esos, mal le pese al obispo de Lérida, tendrán
que volver a la sede de Barbastro, por deseo de
la Iglesia de Roma que es su única propietaria.
Y recuerdo que la Iglesia Católica es una
y universal.
Octubre 2007.