1.- Concepto figurativo
.
El dragón
se concibe como una serpiente alada a la que se
añaden también patas. A veces, su
cuerpo se asemeja más al cocodrilo. Está
relacionado con el fuego, ya que una de sus cualidades
es arrojar llamas por la boca. Al igual que la serpiente,
es un animal guardián de algún recinto
o tesoro. Su destino es ser vencido por el héroe.
También el águila, reina de todas
las aves, es su gran enemiga.
2.- Orígenes y evolución
del símbolo.
No
siempre el dragón fue una criatura demoníaca,
infernal y satánica.
En el imaginario
popular , y en las mitologías
de la creación, el dragón era generalmente
una criatura primitiva y poderosa que debía
ser vencida por los dioses. Posteriormente, héroes
y antepasados asumen el papel de dragón.
En la cultura
mesopotámica de la Creación
( Enuma elish ) la imaginería atribuye
al dragón Marduk la cualidad de hijo del
dios Ea que, tras vencer a la diosa demoníaca
Tiamat y recuperar las Tablas del Destino
adhiriéndolas a su pecho, creó las
Estrellas y los Planetas con la parte superior de
su cuerpo y la Tierra con la inferior, y de sus
ojos, manaron los ríos Tigres e Eúfrates.
También en
la mitología griega, el
dragón aparece como hijo de un dios. Esta
vez, como una enorme serpiente con tres lenguas
y triple hilera de dientes. Su padre era Ares y
su misión consistía en custodiar una
fuente consagrada al dios ( no en vano la raíz
griega de su nombre, dercein , viendo),
y al que Cadmo, hijo de Agenor , hermano de Fineo
– el que sufriera el ataque de las Harpías-
y fundador de la ciudad de Tebas, acabó dando
muerte con la ayuda de Atenea.
En la mitología
romana, aparecerá de nuevo
en su papel de vigilante eterno enroscado en el
manzano (Árbol de la Sabiduría ) que
la misma Madre Tierra regalara a Hera y que era
esquilmado, sin contemplación, por las Hespérides.
Simbolismo éste que, posteriormente, sería
adoptado por la medicina, como ciencia del conocimiento
de los impulsos vitales.
Es, quizá,
en las Escrituras, donde
por vez primera se produce la asociación
del dragón al diablo. Tanto en el Libro de
Isaías (27,1) como en el de Daniel (14,23-27)
aparece la figura del dragón adorado como
un dios en contraposición a Yahvé.
El Apocalipsis está lleno de bestias infernales
serpentiformes. En el Capítulo 20, 2 el ángel
que tiene la llave del abismo “ prendió
al Dragón, la antigua serpiente, que es el
Diablo, Satanás, y lo encadenó por
mil años ”, insistiendo, repetidamente,
en la dualidad opuesta del Cordeo, Jesucristo, el
Bien, frente al Dragón, el Anticristo, la
Serpiente , Satanás, el Mal . En Ap.12,1-18
aparece el símbolo más espectacular
de todo el Apocalipsis, el dragón de siete
cabezas enfrentado a la mujer fecundada por sí
misma, el principio del gran drama de la historia
como expresión de Dios y sentido de la vida
humana, la representación del más
profundo principio de la vida amenazado por el gran
enemigo destructor, el dragón y sus siete
cabezas (el siete es perfección, aquí
perversa)
En la patrística,
Arnobio escribió que “Dios
creó al Dragón, creando igualmente
la naturaleza del diablo, que por su mala voluntad
se convirtió en dragón ”. Para
los Padres de la Iglesia , los dragones eran una
especie de serpientes de enormes dimensiones que
vivían inmersos en aguas pestilentes. Encarnaban
a Satán y a sus colegas. Lucifer era el “gran
dragón”.
En el arte
cristiano, el dragón aparece
como símbolo de Satán o del Infierno.
Desde el siglo III, los emperadores cristianos se
adjudicaron el honor de haber triunfado contra la
idolatría y se hacían representar
pisando al dragón infernal. Así, en
monedas se harían representar Constancio
II, Aecio, Valentiniano III y Marciano atravesando
a Atila, con lanza crucífera, en forma de
serpiente con cabeza humana, copia de Glykón
como represalia y condena al mayor escándalo
pagano de Alejandro de Abonotichos ( 145 a .de C).
El cristianismo concibió la existencia como
una dura y permanente lucha contra el Mal, y nada
mejor para expresarla que el combate del guerrero
y el dragón. Tanto en la Siria cristiana
como en el Egipto copto, se llegó a representar
así a los santos nacionales, incluso a Cristo.
El tema adquirió tal importancia que, incluso,
llegó a tomarse como origen de la dinastía
imperial Abisinia y ya en una leyenda etíope
de hace más de 3.000 años, un dragón
enfurecido de la región de Eritrea que devoraba
doncellas, propició el origen de un héroe,
padre de Belkis, reina de Saba, que, a la postre
conquistaría el corazón de Salomón
y engendraría a Menelik I, primer emperador
etíope.
En la hagiografía,
pronto aparecerán los santos
sometiendo al dragón, a Satanás. Desde
San Sinsinnios en el convento copto de Apolo, en
Baruit, en el siglo VI, a San Teodoro, mártir
de Amasia y Sínope que llevado a Italia por
los soldados de Belisario acabaría por ser
el primer patrón de Venecia hasta que fuera
destronado por San Marcos; el copto San Menas, San
Demetrio, San Mercurio, San Procopio y hasta San
Nicolás vestido de obispo….
Mención aparte
merece en el apartado hagiográfico la figura
de Santa Margarita de Antioquia, quien no en vano
acabaría siendo la patrona de las parteras,
pues tras haber sido devorada por un dragón,
por virtud de la señal de la cruz, desgarró,
de arriba abajo, las entrañas del monstruo
saliendo del vientre del dragón “ sin haber
padecido dolor alguno”, reminiscencia sincretizada
de la leyenda egipcia del hidrus respecto al cocodrilo.
Pero quizá, el más
famoso y difundido santo guerrero vencedor del dragón,
sea San Jorge. Nacido en Lidia y martirizado en
Nicodemia en 303, su figura hunde raíces
en el dios Horus egipcio para acabar como invención
tardía del siglo XII. La versión última,
sería la de Santiago Matamoros, invención
del siglo XII paradigma de la ingeniería
política ( impulsar la Reconquista ) y fiscal
( instauración del impuesto llamado “voto
de Santiago”).
En los bestiarios,
acabará por perpetuarse su
imagen asociada a la del diablo. Así en el
de Cambridge, no sólo constituye una ampliación
del Fisiólogo, sino que sigue a Solino, Ambrosio
y, sobretodo, a Isidoro de Sevilla, para quien el
demonio sería el más enorme de todos
los reptiles, como un dragón, con cresta
o corona.
En alquimia
y según la disciplina de las diferentes
escuelas, se utiliza la representación del
dragón para establecer relaciones con las
diversas fases de la metamorfosis del alma. Se asocia
al dragón la unión de los cuatro elementos,
el fuego que escupe por la boca, el aire representado
por sus alas, su larga cola inspira el elemento
del agua y la tierra sus garras poderosas. Asumido
el dragón como la materia prima, espera ser
sometido por el buscador de la Obra que tendrá
que pacificarlo con suavidad. El dragón es
la fuerza que permite regenerarse y evolucionar,
el dragón es la experiencia que poner en
tela de juicio las ideas mentales que tienes preconcebidas.
3.- Tipología.
Aunque
el modelo iconográfico del dragón
es sumamente variado, su cabeza principal puede
presentar varios aspectos. Así, podemos verlo
con apariencia de un equino en episodios explicativos
del último ataque de Satán ( Beatos
de Morgan, de Fernando y Sancha y el de Silos ),
con forma de dragón y cola de serpiente (
Batipterio de Noara y murales de la abadía
de Saint-Savin-sur-Gartempe ), o en forma de
serpiente ( Apocalipsis de Valenciennes y el
Beato de Berlín ).
Cuando el modelo
artístico sigue fielmente el texto apocalíptico,
a lo largo de su cuerpo irán surgiendo seis
cabezas más ( asimiladas luego a los siete
pecados capitales) que se yerguen despidiendo dos
llamaradas por cada cabeza en evocación a
la lengua bífida de los ofidios, si bien
éstas, una veces nacerán a modo de
pequeñas ramas ( Beato de Berlín
), en forma de cresta, o bien partiendo de
un nudo del propio cuerpo ( Beatos de Valladolid
y de Gerona ) o a lo largo del cuello como
en el insólito de la Tabla de Vic .
4.- Los nombres del Dragón
.
Mientras que el
nombre de Belzebud parece estar reservado a aquellas
representaciones iconográficas donde el diablo
aparece con aspecto físico de negroide (
uthomoniger ) de cayera rizada y labios
prominentes ( recuérdese la archivolta de
Beleña de Sorbe), la característica
ignífera del dragón va a tener su
connotación más importante a la hora
de denominar estas bestias terribles y diabólicas.
Así, Behemot y Leviatán del Libro
de Job al igual que el Belial del evangelio apócrifo
de Bartolomé, serán nombre del diablo
en su vertiente draconiana.
Sin embargo será
RUFUS (“Rojo”) el nombre de aquél
diablo que se presenta bajo la forma del gran dragón.
Y ello, en clara alusión a la descripción
apocalíptica (Ap. 12,3 “ el dragón
descomunal, bermejo..”) y a la evocación
de la capacidad ignífera de la bestia, la
perfección perversa.