No
es de extrañar que en la mentalidad de los
pueblos primitivos se confundiera la figura de ángeles
y astros como forma de representar la providencia
divina de AQUEL que todo lo ve y lo sabe, y de donde
derivaría el culto de los pueblos paganos
a los astros. Los textos bíblicos, pues,
se limitarían a presentar a los ángeles
como una “desdivinización” de los astros,
dioses, paganos.
Ángel
en griego, significa “mensajero”.
Según
Porter (1995), después del destierro, el
concepto judío de Dios se tornó cada
vez más espiritual, trascendente y universal,
por lo que tras el exilio, el problema de comunicación
entre Él y su Creación, se resolvió
con la existencia de intermediarios y pasaron a
representar y a concebir a Yavhwé rodeado
de una corte de espíritus celestiales que
eran sus agentes y mensajeros. Quizá por
eso, la expresión genésica de “ hagamos
al hombre a nuestra imagen y semejanza”
que tanto ha dado que hablar, pudiera tener aquí
una posible representación.
Jerarquización
y funciones:
En
épocas de espiritualidad, el cielo se concibió
como un Palacio Divino y, a semejanza del terrenal,
el Dios-rey tiene siervos y ministros para todas
sus funciones.
Pero,
sin embargo, ninguna jerarquización se encuentra
en la Biblia , sino en los libros judíos
y especialmente en el Libro de Henoc, 29,2 en el
que se refiere literalmentemente a la primera jerarquización
celestial (“ yo crié los diferentes órdenes
del ejército de los seres incorpóreos
y todo el ejército de las estrellas, los
querubines, los serafines y los ofanines”).
La
Biblia , sólo hablará de los ángeles
(en 40 ocasiones), de los Serafines y los Arcángeles
en dos, y de los Querubines en unas noventa ocasiones.
(Antiguo Testamento).
Habrá
que esperar a Pseudo Dionisio Areopagita en su tratado
“ De la Jerarquía Celeste ”, que fue introducido
en Occidente por el Papa Gregorio Magno y traducido
al latín en el siglo IX por Juan escoto Eriugena
en 870, para poder estructurar el ejército
de Ángeles en tres coros: 1º Serafines,
Querubines y Tronos, 2º Dominios, Virtudes
y Poderes, y 3º Principados, Arcángeles
y Ángeles. Según este tratado, los
ángeles están divididos en nueve jerarquías
que forman tres Órdenes. En primer lugar,
los Serafines, Querubines y tronos, siendo éste
orden privilegiado por estar más cerca de
Dios; estos tienen como misión vigilar su
trono y cantar su gloria y origen.
A
veces, en sus funciones e iconografía coinciden
los Serafines y los Querubines, si bien difieren
por el color y el número de alas, pues mientras
los primeros deben ser ROJOS y CON SEIS
ALAS (excepto cuando se representan
pictóricamente cubriendo el cuerpo desnudo
crucificado de Cristo que serán blancas),
los Querubines son AZULES y CON CUATRO
ALAS.
Los
Serafines (“ los que queman” en su acepción
etimológica), se aluden en el texto de Isaías
6,1-7 ) texto que describe al Señor sentado
en su trono alto y excelso con la orla de su manto
llenando el templo. De pie, junto a él, “
había serafines con seis alas cada uno,
dos para cubrirse el rostro, dos para ocultar su
desnudez y dos para volar”.
Los
Querubines, por el contrario, no sólo son
los “guardas del trono de Dios”, sino que constituyen
el propio trono (“ Pastor de Israel...tú
que te sientas sobre querubines...”, Sal 80,2
y EZ. 10, 1-19). Son el trono móvil.
El “dios-móvil” que permite trasladar al
Supremo a todas partes como luego imitará
el admirado Pontífice Juan Pablo II. Además,
los querubines guardaban la entrada del Edén,
del Arca y, por extensión, de los santuarios
de los templos.
Figuración
artística del concepto :
Se
les relaciona con los genios alados de los templos
babilónicos
Se
les representa con alas por influencia del Antiguo
Oriente Próximo, donde los espíritus
alados son habituales por adscripción a lo
divino. Así, en el arte mesopotámico,
las alas del león, toro y del caballo, eran
expresión visible de su adscripción
a lo divino, que luego tanta trascendencia tendría
en la representación del arte cristiano de
la figura del tetramorfos.
Hasta
tal punto el arte cristiano va a retener la función
simbólica de los seres sobrenaturales alados
que, incluso también a los demonios, como
ángeles caídos, les representará
con ellas, si bien serán de murciélago,
en contraposición a las de ave que portan
los ángeles, que en sincretización
transferida al arte sagrado románico por
influencia de la patrística las relacionan
con las protectoras de una clueca (Mateo 28,37 y
Lucas 13,34).
Utilitarismo
simbológico:
Simbológicamente,
son la Conciliación entre el Espíritu
y la Materia.
Siendo
personajes espirituales, su función esencial
será simbolizar la unión entre el
cielo y la tierra, entre Dios y el hombre, entre
lo material y lo espiritual. Es famosa la representación
del sueño de Jacob en el que los ángeles
subían y bajaban por una escalera que unía
cielo y tierra para transmitir el mensaje del acontecer
plausible para el ser humano de subir hasta un dios
que, en reciprocidad, responderá descendiendo
a la tierra hasta encarnarse con naturaleza similar.
Sobre
las volutas, representa la alta cualificación
espiritual del hombre (que ha conseguido alas),
que ha acertado en la constante elección
de caminos (la volutas en Y) a la que se enfrenta
en la vida (la voluta en Y), representativo en la
Iglesia de San Cipriano , REVILLA DE SANTUJÁN,
Palencia.
Los
ángeles son portadores de la confianza
en la misericordia divina .
El
Ángel que lleva un libro (Iglesia de SAN
GIL, Luna), representa la escena del Juicio Final
como mensajero de Dios: “ Y vi a los muertos grandes
y pequeños, de pie delante del trono; fueron
abiertos unos libros, y luego se abrió otro
libro que es el de la vida; y los muertos fueron
juzgados según lo escrito en los libros conforme
a sus obras” (Apocalipsis, 20,12).
Por
tanto el libro que lleva el ángel es libro
de la vida, pero también de la revelación
que viene a cumplir el mensaje evangélico
de salvación, pues en sentido amplio, el
libro y el cuadrado, simbolizan la revelación
venida del cielo y traída a los hombres para
desvelarles los secretos del mundo y los designios
de Dios sobre él.
Resumiendo,
si entendemos el ángel bajo la tradición
popular, los ángeles serian criaturas intermedias
entre Dios y el hombre, así como el hombre
es un ser intermedio entre el ángel y el
animal, disponiendo los ángeles también,
de una jerarquía establecida dónde
el Serafín sería el máximo
exponente de la pirámide, seguido del querubín
para pasar por toda la graduación angelical
hasta llegar al particular de cada uno de nosotros,
al que gracias quizá a la inocente reminiscencia
infantil, solemos llamarlo “ángel de la guarda”.
Según
nuestra la interacción entre nosotros y esa
criatura angélica, diremos que nos protege
un ángel o que nos acecha un demonio.
II.
DE LOS DEMONIOS
Antecedentes
históricos :
Antes
del cristianismo, ya circulaban entre los hebreos
relatos apócrifos sobre la caída
de los ángeles.
Es
la historia de Lucifer, según los Libros
de Enoch y del arameo Targum, de donde, a la postre,
la tradición cristiana tomaría la
creencia sobre el origen del diablo.
Será,
sin embargo, el neoplatonismo quien aporte las
claves fundamentales sobre la naturaleza y creencia
de los “ daimones ” o demonios (hábil,
conocedor) y de los ángeles guardianes.
Dios
envió a sus ángeles para la tutela
y cuidado de la especie humana que había
empezado a aumentar. Les ordenó, no obstante,
que no perdieran su dignidad manchándose
con el contagio de lo terrenal. Es decir, les
prohibió lo que sabía que iban a
hacer, resurgiendo el mito de la prohibición
edénica del Árbol de la Ciencia.
En
el Capítulo VI del Génesis, se cuenta
que los hijos de Dios, desobedeciendo el mandato,
se unieron a las hijas de los hombres y que esto
fue la causa de que Dios decretara que la duración
de la vida humana no pudiera sobrepasar del máximo
de ciento veinte años, evitando así
que, como hijos de ángeles, fuesen inmortales.
Estos hijos de Dios fueron enviados a la tierra
capitaneados por Azael y Shemhazai a enseñar
a los hombres, pero al revestirse de carne, se
impregnaron de sus pasiones y perdieron las alas.
Son los Nefilim o “Caídos” a los que Rafael
y Miguel hubieron de encerrar en una cueva por
sesenta generaciones, tras regresar al cielo por
la escalera de Jacob.
Los
descendientes de estos ángeles caídos,
no gozan de la naturaleza ni de ángeles
ni de demonios, sino de una naturaleza intermedia.
De ahí que existiera la creencia de dos
tipos de demonios: uno celeste y otro terreno,
espíritus inmundos, cuyo jefe es Lucifer,
autores de todas las maldades que ocurren en la
tierra.
El
diablo en la teológica erudita :
Es
Agustín de Hipona en sus De divinatione
daemonun (406-411) quien por primera vez
trata de la naturaleza y el origen del poder de
los demonios. Para él, estaban formados
por un cuerpo etéreo, intermedio entre
lo material y lo espiritual y, pese a no tener
poder de crear, tenían una sabiduría
que les hacía tener capacidad de engaño
muy superior a la de los humanos, pues no en vano
poseían una larga experiencia acumulada
desde los tiempos de la Creación.
Estas
nociones continuaron durante la Edad Media , y muchos
pensadores como Clímaco o Psellos, afirmaban
que los ángeles caídos perdieron su
esencia angélica y distinguieron entre diferentes
clases según habitaran el éter, el
aire, la tierra, el agua o los infiernos subterráneos,
estableciendo así una jerarquía basada
en la inteligencia y en cuya cúspide del
rango se encontrarían los demonios del éter;
clasificación ésta que sería
seguida por Guazzo en su obra Compendium malificarum
(1068).
El
diablo en la cultura popular :
Frente
a los debates teológicos y academicistas
de los eruditos, el pueblo no identificó
al demonio, originariamente, con la idea del mal.
En
la cultura popular, el diablo es, casi siempre,
una criatura ambivalente en el plano moral que incluso
puede ayudar a aquellos que saben cómo manejarlo.
No obstante, es cierto que en la cultura popular
mediterránea, debido quizá a la identificación
de éstos con las deidades paganas, siempre
aparecen en el papel de adversario, mientras que
en la cultura nórdica o central, limitan
su papel al de cualquier criatura fantástica
(ogro, duende o hada).
En
los ritos cómicos de las fiestas carnavalescas
del medievo (fiesta de los locos, del burro, etc),
los “diablos” estaban autorizados a circular libremente
por las calles, con lo que se propiciaba la concepción
victoriosa sobre el terror moral, el miedo moral
que encadenaba al pueblo y oscurecía la conciencia
del hombre del vulgo a las prohibiciones autoritarias
y, en definitiva, a los castigos de ultratumba e
infernales; es decir al miedo por algo más
terrible que lo puramente terrenal.
Sus
notas características serán las pezuñas,
los cuernos, alas de murciélago y el rabo
acabado en punta de flecha. A veces las extremidades
están deformadas para representar el impacto
de su “caída”, y su color será rojo
o muy oscuro ya que suele vivir en lugares agrestes
o ruinas.
Su
color será rojo o muy oscuro y suele vivir
en lugares agrestes o ruinas
La
hagiografía medieval, contribuirá
a la presentación ridícula de su figura
entre la cultura medieval, pues tanto la literatura
didáctica como la iconografía medieval
reflejarían episodios en los que el santo
en cuestión sometía al diablo a actos
serviles.
Su
representación en la pintura y en el imaginario
colectivo medieval, goza también de la característica
de ambivalencia. A veces aparecerá bajo forma
humana, otras en forma de animal y, mas a menudo,
como una combinación de ambas.