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LA GUÍA DIGITAL DEL ARTE ROMÁNICO Webmaster: A. García Omedes - Huesca (España) |
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(Chema Lera)
Misterio, belleza y cabellos trenzados
¿Saben ustedes que incluso tierra adentro podemos quedar atrapados por los encantos de una sirena?
Ni siquiera los senderos de montaña nos alejan del poderoso encantamiento de estos seres nacidos en las profundas aguas primitivas. Las sirenas que fueron antiguas mujeres aves, y las que mutaron a mujeres peces como las nereidas, han sido arrebatadas de sus míticas moradas, convertidas en piedra, y ocultadas entre lazos, tallos, flores, estrellas, cuernos, vides y piñas pétreas. Los artífices de hechizo tan considerable son los maestros canteros medievales.
Podemos hallar sirenas en Luzás, en San Pedro el Viejo de Huesca, en Santa María de Uncastillo, en San Miguel de Liso en Fuencalderas... pero pocas tan fascinantes y enigmáticas como las sirenas encaramadas a un capitel de la iglesia de San Pedro del Castillo de Loarre.
Las sirenas románicas simbolizan, para la iglesia católica, el pecado y la lujuria, así como la voz de la tentación. Muchas veces son por ello víctimas de guerreros o centauros sagitarios. Durante siglos, casi desde sus inicios, el cristianismo emprendió una lucha incansable contra las sirenas, símbolos de cultos paganos heredados de los ofrecidos a las diosas, como Afrodita o Venus. En la Edad Media, el descrédito y la animadversión que suscitaba la mujer entre el clero fue trasladado a la imaginería de la sirena, a pesar de que el cantero aprovechara en ocasiones tal oportunidad para verter sobre la piedra el alma de artista que llevaba dentro, dotando de belleza, sensualidad e incluso tímido erotismo a la figura de mujer semidesnuda que debía tallar.
Habitualmente, las sirenas románicas están asociadas al número dos: llevan dos peces en sus manos o sujetan los extremos de sus dos colas de pez. Dos peces como una representación del dios de las dos caras, Juno. Sin embargo, dos peces en las manos de una pecadora, del pecado mismo, no hace sino ponernos ante uno de los grandes interrogantes, ante una de las mayores paradojas del simbolismo católico medieval: el primigenio símbolo de Cristo, anterior incluso a la cruz, fue también un pez.Probablemente para alejar cualquier sospecha en este sentido aparecieron las sirenas sujetando sus dos apéndices caudales, con lo que, además, se obtenía un nuevo simbolismo relacionado con la evocadora postura resultante.
La fabulosa sirena de Loarre, repetida alrededor del capitel situado en una ventana del muro sur de la iglesia, casi imposible de distinguir a simple vista, envuelta en el claroscuro del contraluz, aparece en soledad; no es atacada por ninguna espada ni ninguna flecha, y lo más llamativo de esta sirena escondida es que, si bien sujeta dos peces en las manos, un tercer pez emerge junto a su cola.Este tercer elemento no es un simple adorno. Su disposición en relación con los demás peces convierte a la sirena en el centro de una figura circular, de un símbolo heliocéntrico que gira de modo similar a un triskele celta. El artista que talló a este ser fantástico femenino, volcó en su obra una gran carga de aquella sensualidad prohibida.
Fue especialmente cuidadoso al cincelar su cabello, una hermosa melena de mujer que, en este caso, peinó recogida en perfectas trenzas.
De nuevo el número tres. De la dualidad cristiana medieval al mágico y mítico número tres: ¿la Trinidad? No parece probable que la iglesia aceptara unir la fe oficial con un ser casi diabólico. La paradoja, los interrogantes y el misterio acompañan a la belleza escondida en la piedra de Loarre.
Chema Lera. Marzo 2009
Chema Lera es el autor del "Bestiario Ilustrado de Aragón" que fue presentado en Zaragoza y Huesca en febrero y marzo de 2009
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