LA GUÍA DIGITAL DEL ARTE ROMÁNICO
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GUARRINZA: PIEDRAS, MISTERIO, CREACIÓN
"Quién hizo Qué; Por qué; Para qué"
En algún lugar de mi sitio web he escrito que las iglesias románicas son ciertamente monumentos funerarios desde su inicio. Son dedicadas a unos difuntos que la Iglesia considera santos; y reliquias suyas son depositadas en el altar. El templo es para el creyente garantía de salvación. Es la nave a la que hay que subir para asegurarse un lugar en el más allá. Los fieles se hacen enterrar lo más cerca posible de la iglesia; y si les es permitido, dentro de ella.
Para el antropólogo Ricardo Mur, los dólmenes y megalitos serían "construcciones sagradas levantadas en lugares clave y puntos estratégicos" (Pirineos. Montañas profundas. Edit. Pirineo, 2002).
Es una evidencia el paralelismo existente entre el templo de piedra románico, sacralizado y con restos humanos y exvotos en su interior; y las primitivas construcciones sagradas de hace seis milenios a las que llamamos "megalitos".
El Alto Aragón, cruce de rutas y culturas, también es rico en vestigios de antiguas y primitivas formas de vida humana. Hay una ruta secular que comunica el valle del Ebro con las tierras transpirenaicas. Roma lo oficializó mediante la "Víam Famosam". En san Pedro de Siresa se guarda una lápida que da cuenta de una de sus reparaciones. Es una lápida conmemorativa en mármol blanco, de 57 x 78 cm datable entre los años 383 y 388.
Da cuenta de la ubicación y los problemas de mantenimiento de la vía romana (Viam Famosam) de carácter militar que desde Caesaraugusta atraviesa el Pirineo por el puerto del Palo (Summo Pyreneo) para continuar en la Galia hacia Foro Ligneo, Aspallvga, Ilvrone y Benearnvm (Lescar). La unión con Caesaragusta donde convergen un buen número de rutas, le aporta una especial importancia.
Esa vía de penetración de gentes y culturas facilitó el acceso a condes carolingios que fundaron Siresa. Y con gran probabilidad fuera la elegida por Roland para su regreso a la Galia a pesar de que la historia oficial señale a Roncesvalles.
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Pero mucho antes que todos ellos, abriendo rutas y colonizando tierras vírgenes, llegaron hombres cazadores y recolectores con gran movilidad geográfica, en vaivén, dependiendo de las estaciones. Comienzan a hacerse sedentarios y vuelven estación tras estación a su territorio pirenaico. El valle de Guarrinza, entre la selva de Oza, Aguas Tuertas y el Puerto del Palo; valle transversal por el que discurre el río Aragón Subordán, será sin lugar a dudas un gran espacio sagrado para ellos.
Solo así se entiende la gran concentración de monumentos funerarios existentes en el mismo. El megalitísmo del Alto Aragón tiene un nombre: Guarrinza. Desde los años de la preguerra civil, Martín Almagro los recorre y da a conocer a la comunidad científica. Tras él, muchos investigadores han continuado su labor, conociendo, explorando y dando a conocer este privilegiado lugar.
En este valle sagrado y su entorno, a lo largo de dos mil años las sucesivas generaciones creyeron -mágica o quizá religiosamente- en él y lo eligieron como lugar de enterramiento. Desde el tiempo del neolítico, momento en que se alzaron los dólmenes, hasta el momento en que aparece el ritual de incineración (Mª Teresa Andrés. El Misterio de las Grandes Piedras. 1988).
Hoy identificamos al dólmen con una parte del mismo: la cámara dolménica o cista. Y ello se debe a que en muchos casos ha desaparecido el túmulo que lo cubría. La cista, lugar donde se depositan los restos tiene por lo general una orientación tal que la abertura por donde se depositan los mismos se orienta al cuadrante por donde sale el sol... "orientados", pues como nuestras iglesias románicas. En ese punto la piedra vertical es más pequeña para poder introducir los restos y luego sellar ese lado con otra losa. Después el conjunto se cubría con abundantes piedras de mediano tamaño formando el "galgal" (Imágenes 1 a 3) o con tierra, formando un "túmulo".
Las estaciones se suceden de forma repetitiva y monocorde. Los hombres captan sus ritmos y aprenden a estar en sintonía con la naturaleza. Comprenden que hay un ciclo de regeneración contínuo y perpétuo. El frondoso árbol situado al lado del tronco seco, quebrado por el rayo también les enseña. Comprenden que para que una nueva planta aparezca, ha de morir la anterior y ser enterradas sus semillas. Aprenden que el sol que les da vida se eleva todos los días por el mismo cuadrante de su mundo. Hacia él orientan sus dólmenes. Lo ven triunfar sobre la sombra y después volver al inframundo sumiéndolos en la oscuridad. Están sintiendo los ciclos naturales de "muerte-resurrección".
La naturaleza los sustenta y de ella aprenden. Y en lugares como el valle de Guarrinza, esa naturaleza adopta volúmenes, formas y circunstancias que les sobrecogen. Todavía hoy contemplar sus cumbres, sentir miedo ante una tormenta o disfrutar de sus suaves praderas sin duda nos lo muestran como un lugar cargado de magia.
No es extraño que en esos hombres surja la idea de quedarse allí para siempre, de formar parte de un lugar mágico que de fe de su paso por el mundo, de -quizá- esperar el resurgir que han aprendido de los ciclos de la naturaleza.
De entre ellos el más listo, o el más viejo, o el más sabio; o el que reunía todas esas cualidades, se erigió en mediador entre lo terrenal y lo sobrenatural. Surge el chamán y se imagina dioses; o quizá pone nombre que el inventa a un Dios que intuye pero no conoce. Todo ello tan parecido a nuestros días que sin duda da vértigo.
En una zona de bosque de la Selva de Oza, frente al camping, conocida como "La Corona de los Muertos", se buscaban vestigios de una batalla medieval para clarificar el episodio narrado en la Canción de Rolando; y lo que de momento se ha hallado es un número próximo al centenar de círculos de piedra, sin rastro de cistas, que hacen pensar en fondos de cabaña. Lugares de habitación de quienes se enterraron en Guarrinza (Imágenes 12 a 15).
Cuando las gentes bajan hacia el valle y colonizan nuevas tierras, usarán otros medios de preservar a sus muertos. Pero la idea de vida más allá de la muerta seguirá estando implícita aun cuando varíen las formas materiales de hacerlo. A escasos doscientos metros del Castillo de Loarre (¡Nada menos!) su guarda, José Antonio Santolaria descubrió en 2007 una cueva sepulcral donde estos hombres año tras año depositaban los restos de sus difuntos. Alrededor de una veintena se exhumaron por los arqueólogos. Adornos, cuentas y algún cuchillito de sílex eran sus ajuares. Puedes ver sus restos e intuir su mirada aquí.
El valle de Guarrinza y todo su entorno tienen magia. Montañas de formas y texturas increíbles, flores que no solo son bellas sino que también guardan secretos mágicos para reconfortar a corazones cansados. Los niños con su mente sin prejuicios juegan el "la casa del duende de Aguas Tuertas". Se refugian dentro y salen. Ellos no lo saben pero juegan a resucitar.
Hay vida en el valle. Desde siempre. Si lo visitas, pararte, olvida todo lo que sabes y formula las grandes preguntas: "Quién hizo qué; por qué; para qué". No hay respuesta científica. Nadie te puede contestar. Los que conocen las respuestas ya no te pueden ayudar. Estás condenado a dudar de todo; pero no de que este valle es mágico. Ya lo sabían tus antepasados hace seis milenios. Durante este tiempo, hemos inventado rituales, dioses y religiones a nuestra medida. Volver a Guarrinza y pensar sobre ello es tan bello como inquietante.
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