LA GUÍA DIGITAL DEL ARTE ROMÁNICO
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PORTADAS: EL TRIUNFO DE UN MODELO
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LA NECESIDAD DE CAMBIAR PARA UNIFORMAR
Conocer un monumento es caer en la tentación de creer que ya está todo escrito sobre él. Tantas veces hemos leído, visto y repetido las ideas establecidas que volvemos a verlo mirando el guión aprendido antes que al propio monumento y lo que nos está contando por medio del orden y disposición de sus piedras; que sin duda tienen tantos o más mensajes que el más avezado de los historiadores.
Loarre es magnífico en todos sus aspectos. Y así lo contamos. Pero es también una síntesis de la historia del arte románico en Aragón. Podemos rastrear en sus viejas piedras los sucesivos cambios para adaptarlo tanto a las necesidades defensivas y funcionales del variable momento histórico como a los nuevos gustos estilísticos exigidos por un monarca revolucionario (Sancho Ramírez) en su concepción de la monarquía como sostiene D. Buesa.
Sus sucesivas "capas" nos transportan desde un temprano momento lombardo hasta el éxtasis del románico pleno en la plenitud de sus ideas y formas edificativas.
Lógicamente en ese viaje en el tiempo ha de haber un interfase; es decir, un momento en que cambie el modo de materializar las ideas, postergando las antiguas y abrazando la novedad. Ese momento no suele ser uniforme en lo edificativo, dado que las obras eran largas en el tiempo e irregulares en los niveles de actuación.
Mantengo la hipótesis desarrollada en otro artículo, de que el planteamiento inicial de la iglesia de san Pedro de Loarre fue lombardo y que como consecuencia de la "revolución" de Sancho Ramírez, viró al románico pleno. Pero quedaron vestigios de las antiguas directrices.
En ese artículo hablo de los pilares de triple esquina, como en la fase primera de Jaca. De los detalles que señalan el cambio de estilo y también señalo el "injerto" de la portada meridional de acceso al recinto.
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Sostengo la idea de que esa portada es "injertada". Sus sillares nada tienen que ver con los del muro sur del castillo en la que se halla. No hay coherencia de hiladas ni de tamaños, ni en el modo en que fueron trabajados los mencionados sillares.
Podría parecer una idea peregrina. Una "ocurrencia". Pero sucede que ya hay antecedentes de esta misma forma de actuar en templos próximos al "núcleo de la revolución de Sancho Ramírez". Me refiero a los templos de Santa María de Iguácel en el valle de la Garcipollera y San Adrián de Sásave, primera sede episcopal de los obispos itinerantes en Aragón.
En ambos, su antigua hechura a base de nave única y de notable altura, quizá aúlicos, fue adaptada al nuevo gusto oficial añadiendo portada y decoración tanto exterior como interior en un caso (Iguácel) o sólo portada (Sásave).
Las remodelaciones de Iguácel y Sásave son aceptadas por los historiadores. Sus portadas son cien por cien jaquesas, implementadas en templos "prerrománicos". Voy a mostras las semejanzas de las mismas, que comparten con la de Loarre y que como es lógico, han de tener un modelo común a partir del cual se desarrollaron.
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Es obvio que el modelo común es la catedral de San Pedro de Jaca. Es el gran templo-modelo en el que el revolucionario monarca materializa y centra el cambio en lo artístico. Es su ciudad y la proyecta al modo romano tanto en formas como en modos de convivencia.
Ese templo estaba iniciado en clave lombarda cuando acontece el cambio, tanto en su cabecera como en algunos de sus pilares centrales (Ver artículo de la evolución edificativa).
Las dos portadas que han llegado hasta nosotros contienen sin duda el modelo exportado/injertado en Iguacel, Sásave y Loarre
La portada occidental de Jaca es soberbia. Poco hay que reseñar acerca de ella. Acaso que en origen estaba exenta, mostrando un todo contínuo con los muros de cierre de las naves norte y sur de la catedral. El porche es un añadido de época, y como tal se advierte en la falta de ensamblaje entre los puntos de unión entre sus paramentos. Es significativo que los grandes capiteles situados en el diedro entre porche y muro de portada no son estructurales (Solo puede examinarse el del lado sur, dado que el norte está parcialmente oculto por el cierre del vano en que se halla). No penetran en el muro de la portada, porque ya estaba edificado.
Otro detalle que desentona a primera vista son las pequeñas impostas en altura, que mueren en lo alto del guardapolvo taqueado de la portada (Se resaltan colocando el cursor sobre la imagen 3). No tienen continuidad, claro está, con las impostas del porche; pero si con la imposta exterior del muro sur de la que son continuidad. Tienen sentido prescindiendo del porche añadido. Situando el cursor sobre la imagen 4 se resalta la mencionada imposta así como el nivel original de la nave sur.
La arquitectura de la portada se basa en columnas acodilladas que sustentan arquivoltas decoradas con un gran baquetón central flanqueado por dos más pequeños alternándose con otras de borde liso. Todo ello orlado por guardapolvo de taqueado y con el magnífico tímpano doctrinal trinitario, enjarjado (ver artículo) como modo de integrarse en la arquitectura de la portada.
La otra portada que podemos analizar es la situada bajo la lonja chica, en el muro sur. A pesar de haber sido modificada mutilando y rehaciendo su tímpano, los elementos originales que restan son mayoritarios y permiten leer el esquema: columnas acodilladas con arquivolta de baquetón central grueso flanqueado por otros dos más pequeños. Arquivolta externa de bisel liso orlada de guardapolvo de taqueado jaqués y otra pequeña arquivolta interior, decorativa a base de palmetas que serviría de adorno al desaparecido tímpano (Imágenes 5 y 6)
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El dintel pétreo así como el escudo papal que lo centra, son añadidos modernos. No así los timpanillos con símbolos de Tetramorfos, que se recolocaron verticales a los lados del escudo papal.
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Tras la necesaria introducción y análisis somero del modelo, vamos con los templos en los que se reconoce oficialmente la remodelación "a la jaquesa".
El primero de ellos (Imagen 7) corresponde a Iguácel al fondo del valle de la Garcipollera. Colocando el cursor sobre la imagen, aparece una hipotética forma previa a su restauración.
Otro tanto sucede con el templo de San Adrián de Sásave, mostrado en la imagen 8, templo que fuera sede de los obispos itinerantes en Aragón, tres de los cuales permanecen allí enterrados según reza lápida junto a la portadita sur.
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