LA GUÍA DIGITAL DEL ARTE ROMÁNICO

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SAN GIL DE LUNA - ESTUDIO DE SU TÍMPANO INACABADO


ACCESO RÁPIDO:


 

La iglesia de San Gil de Luna es un templo excepcional en muchos sentidos, comenzando por su influencia hispano-languedociana fruto del momento en que Alfonso II, primer rey de la Corona de Aragón, asumió en 1168 el marquesado de Provenza trayendo hasta estas tierras ese estilo protogótico así como la advocación del templo a dos santos provenzales como son san Gil y san Ginés de Arlés. Consagrado en 1170, fue modelo para las sucesivos que tomaron modelo del mismo, comenzando por Santa María en Ejea de los Caballeros. También es excepcional por la confluencia de dos maestros escultores en el mismo, uno probablemente de la órbita de Leodegario que labra un verdadero claustro interior narrando escenas de la vida de Cristo y un segundo maestro, el que será conocido como maestro de San Juan de la Peña o maestro de Agüero que esculpe los capiteles en altura, los ciclos hagiográficos de san Gil y de san Ginés que adornan el arco triunfal del presbiterio y los capiteles de las ventanas absidales.

Curiosamente el tímpano que adorna la atípica portada norte del templo narra un episodio de la vida de san Gil. Nada excepcional puesto que el templo está dedicado a este santo. El matiz viene dado por el hecho de que quien lo esculpe es el primer maestro, el que labra los capiteles de la vida de Cristo, reconocible por su estilo general y por la forma en que esculpe los arbustos existentes en el mismo. Este hecho nos transmite una clara colaboración entre ambos maestros escultores a la hora de labrar episodios de la vida de San Gil, tanto al interior (capiteles del lado norte del arco triunfal) como al exterior (tímpano).

La escena que nos muestra el tímpano es difícil de interpretar de no recurrir a lo que se narra acerca de la vida de san Gil de Arlés: san Gil o Egidio: "El Protegido o Defendido" en latín; o "cabrito" en griego. Ermitaño de origen griego que vivió entre los siglos VI y VII. Algunas leyendas piadosas lo consideraban un rico heredero emigrado de Marsella y establecido como anacoreta en un bosque, en la desembocadura del río Ródano. Con el tiempo edificó un monasterio.
Se le atribuyen algunos milagros y la piedad en el Medioevo lo llamó abogado de los pecadores por haber ayudado en su conversión al Rey Carlos; Protector de pobres, tullidos, arqueros, por haber sido herido por una flecha; abogado contra el miedo y el íncubo, por ayudar a una cierva en peligro y Defensor contra las enfermedades del cáncer y la epilepsia, llamada "mal de San Gil".

Se le consideró uno de los 14 santos auxiliares. Se le representa como anacoreta, con varios atributos: cierva, lirio, flecha clavada en el brazo, dos puertas (regalo del Papa a su monasterio) y un mensaje celeste en una filacteria por haber descubierto un pecado oculto del Rey Carlos y hacérselo confesar.

Los pasajes de la vida del Santo fueron transcritos por Guillermo de Berneville a mediados  del XII. Al parecer san Gil vivía retirado en una gruta con la sola compañía de una cierva. (Otra vez la figura de la cierva, tantas veces repetida en a lo largo de la historia; desde la de Sertorio hasta la corza blanca de los Becker).

A fin de agasajar a Carlomagno, el señor de Montpelier organizó una cacería en la que participaba el obispo de Narbona. En el acoso a la cierva, una flecha hirió al Santo. Al toque del olifante se reunieron los componentes de la partida de caza viendo que el herido era San Gil al que pidieron todo tipo de disculpas. (Esta es la escena que efigia el tímpano de la puerta norte, con un personaje tocando el olifante, y el obispo postrado ante la vegetación que cubre la cueva).

Hasta aquí la descripción de lo narrado en este tímpano y la constatación a través del mimo del hecho de que los dos escultores del templo trabajaron de modo sincronizado en lo referente a la narración de la vida de san Gil. Cuando se consultan trabajos acerca de este templo todos coinciden en señalar el "deterioro del tímpano" que dificulta su ya de por si escondida lectura. Deterioro atribuido a estar situado a norte o a las pedradas sufridas por la costumbre local de "matar judíos" por Semana Santa aunque lo cierto es que cuando se estudia con detenimiento y a través de imágenes aumentadas del mismo se pone de manifiesto un hecho que ha pasado desapercibido hasta este momento. Me refiero que estamos ante una pieza inacabada en la cual el escultor diseñó figuras y volúmenes para narrar esa escena del momento en que san Gil, herido de flecha en su cueva, recibe el interés y las disculpas del obispo de Narbona al que vemos postrado ante lo que ha de interpretarse como la vegetación que oculta el acceso a la cueva en la que moraba el santo.

En las imágenes 1 a 3 muestro una fotografía directa del mismo y a continuación copias retocadas de la misma perfilando los bordes de las figuras y añadiéndoles color -de modo totalmente aleatorio- para una mejor comprensión de la escena. Las imágenes se abren a mayor tamaño cliqueando sobre las mismas. De este modo puede advertirse en la imagen 1 y también en la imagen 5 (de detalle) el hecho que señalo: las figuras no se acabaron. Están planteadas y en toda su superficie aparece un punteado que ha de atribuirse en su mayor parte a la acción de desbaste del buril para configurar el perfil de las figuras que más tarde se habrán de trabajar en detalle. Es cierto que hay pedradas en el tímpano y que algunas han logrado hacer saltar lascas del mismo (señaladas algunas con perfil amarillo en la imagen 4) pero la mayor parte del punteado corresponde al trabajo del buril. Es evidente que ese punteado se halla en lugares en los que por su situación es imposible que llegase el impacto de una piedra.

El hecho de colocar un tímpano sin haber sido acabado de esculpir, aunque infrecuente, no es excepcional. Yo conozco el caso del tímpano de san Miguel de Daroca (Imagen 6) del cual también señalé que su aspecto no se debe a deterioro sino a que no se acabó de labrar. También podemos hablar de capiteles colocados con premura en su lugar sin que se hubiese concluido su acabado (Ver mi artículo "Capiteles inacabados en Jaca").

Otro aspecto es acertar con la causa que motiva el hecho de colocar una pieza sin haber sido acabada: falta de dinero para acabarla, desaparición del escultor, crisis política que interrumpe la obra, causas sobrevenidas de otro origen que motivan el cese de la obra, etc. y no siempre es factible saber con certeza cuál de esas múltiples causas fue la acaecida. En el caso de San Gil de Luna creo que hemos dado con la causa que motivó el abandono del proyecto inicial del templo -que debió de haber contado con un tramo más hacia poniente- y de la colocación del tímpano en cuestión sin ser concluído adornando una portada abierta de modo atípico por esas mismas circunstancias. La circunstancia se muestra en la imagen 6 y la hemos bautizado como "la falla de San Gil". Se trata de una considerable grieta en la placa de arenisca en la que asienta el templo producida por una fractura y deslizamiento de la misma como consecuencia del descalce del estrato blando sobre la que asienta motivado por las filtraciones de agua.

Creo que la edificación del templo debió de comenzar, como es habitual por su cabecera y que probablemente fue consagrado al concluirse la misma y que al llegar al final del primer tramo de la nave, los constructores se encontraron de modo inesperado con "la falla de San Gil" siendo ese el motivo de la no conclusión del proyecto inicial. Pienso que es lógico creer que en ese momento, con los muros laterales alzados, se tomo la decisión de no proseguir con la obra, cerrando la bóveda del tramo edificado así como el muro occidental por otro equipo constructor menos hábil. El trabajo tosco de los sillares del muro occidental y la especificidad de sus marcas de cantero (cruz y aspa, en su mayoría) lo atestiguan. El muro de cierre se adaptó en su asiento a los distintos niveles del terreno producidos por la falla, como puede verse en la imagen 6. La portada norte debió de ser también un recurso ante esta circunstancia sobrevenida, quedando la duda de por qué se abrió a norte cuando la población está a sur y ese debió de ser el lado lógico de su ubicación. Asimismo, tampoco parece razonable edificar el templo tan próximo a la ladera con el riesgo que ello supone, a no ser que la zona situada al sur del templo estuviese ocupada por otras edificaciones hoy desaparecidas... pero esa es otra de las muchas incógnitas de San Gil que acaso algún día podamos descifrar.

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Huesca; 8 de junio de 2019

Antonio García Omedes

de la Real Academia de San Luis



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