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Trasladadas de la ruinosa iglesia de San Juan de Ruesta, a la orilla del pantano de Yesa que represa el río Aragón ya en la frontera con Navarra, y amenazada por el proyecto de recrecimiento del citado pantano. Cubrían la cabecera del templo y contienen la esencia del arte románico pleno (Imagen 1). En el tambor absidal, un apostolario; con algunos rostros de bonita traza (Imagen 3). Por encima, en la bóveda, Cristo en majestad, rodeado de los Tetramorfos. (Imágenes 4 y 5)

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En el cascarón absidal hay un Pantócrator sedente con las siete lámparas del Apocalipsi, rodeado de los Tetramorfos y dos Serafines. El cilindro absidal se decoró con un hoy deteriorado Calvario a la izquierda del espectador, y un grupo de seis apóstoles en representación de la totalidad de ellos a la derecha. Motivos vegetales dan continuidad a las pinturas. Las expresiones de los Apóstoles transmiten una media sonrisa que les aporta humanidad, a diferencia del rostro severo del Pantócrator que apareció bajo este conjunto pictórico (ver página anterior), de la mano del mismo maestro.

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Cristo, en la bóveda del templo, aparece rodeado de los Tetramorfos, sentado y bendiciendo. Se halla rodeado de las siete lámparas, como imagen del candelabro celeste del Apocalipsis. El siete es uno de los números sagrados más importantes. Siete son los días de la Creación, los Dones del Espíritu Santo, las virtudes, los pecados, los sacramentos, los patriarcas, los colores, las notas musicales, los planeta s... cuando se quiere expresar algo realmente grande, se habla se "setenta veces siete"...