La iglesia monástica,
su edificio mejor conservado, se comenzó a edificar en 1693 siendo
colocada su primera piedra el el 21 de octubre y se bendijo el 8 de octubre
de 1705 por el abad de San Victorián fray José Plácido
Coronas Guzmán. Su portada, obra de Pedro Onofre Escol, muestra decoración
barroca en piedra con tres hornacinas que albergan las estatuas de san Indalecio,
san Juan Bautista y san Benito (de nuestra izquierda hacia la derecha) respectivamente
(Imágenes 3 a 5). La desamortización
de Mendizabal en 1835 a partes iguales con la secular desidia de quien tantas
gloriosas ruinas posee, mantuvieron el monasterio alto en semiolvido solo
rescatado por una pequeña hospedería que proporcionaba acogida
en verano a algunos turistas.
La imagen 1 es antigua, de cuando no se había restaurado el monasterio nuevo. A continuación, la imagen 1a es actual (2020) con las obras ya edificadas.
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En el incipiente verano de
2007 ha visto la luz una nueva época para el monasterio nuevo gracias
a la voluntad del Gobierno de Aragón que ha llevado a cabo una decidida
apuesta por la rehabilitación del lugar conservando sus valores
arqueológicos e históricos a la vez que lo ha sabido compaginar
con la modernidad que nuestra época requiere. Cemento, vidrio y acero
enmarcan y protegen al viejo cenobio benedictino. Dos centros de interpretación
introducen al visitante en la historia del monasterio y en el nacimiento
del Reino y la Corona de Aragón. Todo ello con elegancia, estilo,
ambiente de lujo y modernidad que a buen seguro a nadie dejarán indiferente.
También el complemento de la
moderna hospedería (****) dotada de veinte habitaciones y cinco suites.
Y comedor donde es un placer tanto la atención recibida como la calidad
y presentación de lo servido. Bar-cafetería con autoservicio
para comida rápida y tienda de regalos donde todo es una agradable
tentación, completan la oferta. La pradera de san Indalecio,
sus hierba, sus árboles, el chiringuito donde tomar una cerveza dejando
perder la vista en el horizonte con el nuevo y renovado monasterio todo ello merece
la pena visitarlo. Un consejo: es lugar para pasar el día entero visitando
ambos monasterios y disfrutando despacio de arte, cultura, raíces
y gastronomía (Durante un tiempo funcionó bien. Más tardes, cerró alternando periodos de actividad con otros de cierre de hotel y restaurante. Conviene informarse antes de hacer planes).
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En el interior del templo
se disfruta de un cuidado y bello audiovisual. En la parte posterior del
mismo asistimos a la explicación acerca de la creación del
reino de Aragón desde sus orígenes. En las naves laterales,
retroproyecciones así como maquetas detallistas nos acercan a momentos
como la catedral de Jaca, claustro benedictino o palacio árabe de
la Aljafería, según encaje en la explicación.
Luego, sentados en una plataforma
giratoria en mitad del transepto, se nos presenta la Corona de Aragón,
sus orígenes, sus reyes. El juramento que profesaban en la catedral
de San Salvador de Zaragoza, su enorme desarrollo como potencia europea y su declive.
Merece la pena verlo.
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Sobre las ruinas de las dependencias
monásticas se ha elevado una planta cuyo piso está realizado
a base de viguetas metálicas y grandes placas de material transparente
que permite ver en situación cenital las diversas zonas del monasterio
(Imagen 10). Es tremendamente gracioso
ver a los grupos de "la tercera edad" acceder al recinto caminando
solo por las zonas opacas y su desconcierto cuando casi todo el piso es
transparente. Pasitos cortos, algún grito nervioso, ellas agarradas
del brazo formando piña y buscando la periferia del recinto con
pasillos acabados en madera (Imagen 9).
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Cristal, acero, acabados
en madera en suelos y paredes, largos corredores de notable altura entorno
al recuperado patio del claustro (Imagen 6). Modernidad
e historia que se dan la mano. Elegancia hasta en el logo escogido por la
empresa (Imagen 13) que no es sino el rostro de San José
en la escena del emblemático capitel en que el ángel le recomienda
huir a Egipto.
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