El "interior" del templo es de los que, como dice mi amigo
Aramendía, "no hay que preocuparse por la iluminación" pues al carecer de cubierta se
halla tan iluminado como el exterior. La cabecera, siguiendo
el modelo serrablés, consta de cilindro absidal que se cubrió con cuarto de esfera de la que
solo resta su arranque (Imagen 1). Por delante posee un presbiterio atrofiado con el inicio de su bóveda
de medio cañón y a continuación la articulación con la nave. No hay imposta. Hubo ventanal
central del que solo queda su hueco cegado. Hay hiladas por encima del mismo, hacia
el norte, compuesta por grandes bolos que evidencian reformas de su bóveda, probablemente llevada a cabo en el momento en que se abrió el vano cuadrado
existente sobre el antiguo ventanal original (Imágen 7).
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La imagen 3 muestra
el basamento absidal con el arranque de las lesenas. A continuación muestro
la cabecera del templo vista desde ambos laterales, con las estructuras a
ella adosadas: el soporte del campanario al sur y el muro de la sacristía al
norte (Imágenes 4 y 5). La sucesión
nave-presbiterio-ábside se muestran en la imagen
8 que corresponde al lado sur. De la nave queda
buena parte del muro norte, todo el muro oeste y una parte del muro sur (Imágenes
9 a 11). En su periferia
posee una bancada corrida realizada en sillarejo. En el piso del templo aún se distinguen
ladrillos colocados en alguna reforma tardía.
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Esta iglesia, olvidada largo tiempo, fue "redescubierta"
en 1974 por montañeros del grupo "Peña Guara". En 1997
se procedió a su desescombro, limpieza, consolidación de muros
y reposición de algunos elementos caídos de su lugar original. Para
ello se precisó de la colaboración de un helicóptero para
el acarreo de materiales dado el difícil acceso al templo. Esta labor, auspiciada
por el Gobierno de Aragón, la llevó a cabo la empresa "Prames
S. A.". Creo que ese esfuerzo
mereció la pena. Desde aquí muestro el agradecimiento de todos
quienes amamos este arte, nuestra tierra y nuestras raíces,
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Asimismo elevo
una súplica "exigente" de proseguir en el empeño, pues
queda mucho patrimonio en peligro y tenemos el deber de transmitirlo a las
generaciones venideras para que tengan claro quienes son y de donde proceden. Estas viejas piedras colocadas con un patrón bien
definido y en las que aun se siente la espiritualidad y los afanes de un pueblo, no son sino nuestras propias raíces. Más allá de lo puramente religioso, estético o
arqueológico, permanece en ellas nuestra esencia como grupo étnico en busca de sus señas de
identidad. Amadlas y respetadlas.
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