Afuera sopla el viento. Silba amenazador y casi sobrecoge.
No hay demasiados turistas que impidan mi trabajo. Da tiempo entre foto
y foto, en soledad, para reflexionar acerca de la trascendencia de este
lugar. Arte románico, arte sagrado -como apunta Cobreros- que
responde a cada uno según el nivel desde el que se le interroga.
Piedra sillar escuadrada con precisión
y reverencia. Arco de medio punto como norma. Bóvedas edificadas
en piedra sillar. Cuadrados que nos recuerdan lo terrenal tanto el planta
como en alzado. Arcos y círculos que evocan a la Divinidad. Escultura
integrada con su mensaje que a través del tiempo se nos ha vuelto
menos inteligible pero -lamento contradecir a Marcel Durliat- que lograremos
volver a escuchar con su fuerza plena. El reencuentro con Habacuc no ha
sido sino un acicate para ello. Sin duda hay mensaje en esta "Voz
de Piedra".
Es el Románico, con mayúscula y sin necesidad
de ningún otra palabra para delimitarlo. Es el logro del equilibrio
del hombre con el universo que lo contiene y con su Creador. En palabras
del mencionado Cobreros: "El románico pone al
hombre ante el Misterio. Al solo ante el Solo." Quizá
por ello sea de nuevo fuente de atracción para el descolocado
hombre moderno perdido en un universo que acaso cree comprender pero no acierta
a controlar.
Cada una de las imágenes bajo estas líneas
está enlazada con otra a gran tamaño (1300 píxeles
de anchura) que te permitirá sentir la grandeza y fuerza del
lugar. Disfrutadlas. La próxima visita que hagas a Loarre, tras
sentirlas, no será igual.