Las
seis grandes semicolumnas adosadas que compartimentan el cilindro absidal, en las cuales apean las nervaduras de la bóveda, acaban en altura
en grandes capiteles de difícil observación dada su situación
elevada y a contraluz. Como contrapartida, están bien conservados
por estar alejados de los ímpetus lapidatorios de energúmenos de otros
tiempos. Y
más difíciles aún de ver y de fotografiar son la
media docena que adorna los tres vanos de la cabecera. Hay entre ellos
verdaderas joyas, como la primera bailarina del maestro de Agüero
o unas arpías que enroscan sus colas en bella escena. A continuación
los muestro.
En el primer
capitel grande, a continuación del grupo de capiteles que relatan
la escena de caza de la cierva de San Gil, hallamos una representación
de la lucha de David con un león que trata de devorar a un cervatillo
(Imagen 2). Según el relato de Samuel (17, 34-37), lo vemos defendiendo a las
reses de su rebaño. Es la simbólica representación de la lucha entre el
bien y el mal que por su parecida iconografía puede confundirse con la lucha entre Sansón
y el león.