A pesar
de haber visitado el monasterio en varias ocasiones, impresionado por
la majestuosidad de su iglesia monástica y claustro, no había
caído en la cuenta de que me había dejado de visitar el exterior
de su cabecera. En mi descarga
diré que esta zona se halla fuera de la habitual gira turística.
El 29 de marzo de 2005 acompañado por mis amigos Daniel Zabala y
José Luis Aramendía y con autorización de la Dirección
del Área de Cultura de la Diputación Provincial de Zaragoza
de donde depende el monumento, lo pudimos visitar y fotografiar a placer. Por la mañana,
recién abierto el monasterio, un inmisericorde sol proyectaba las sombras oblicuas
del monasterio nuevo, de los cipreses y de las propias estructuras en sus ábsides. Fue misión imposible tratar de obtener imágenes válidas
de esa impresionante cabecera.
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¿Qué
hice?... Pues tomar unas cuantas imágenes "sol-y-sombra"
y confiar que por la tarde el sol bajase y me facilitara la labor. Recorrimos
el monasterio y al mediodía nos acercamos a comer a Vera de Moncayo
a "La Pasarela" (Buena calidad y esmerada atención;
pero un poco largo de tarifa). Acabando de comer comenzó a llover.
Un magnífico cielo nublado junto con los árboles
recién podados fueron unos buenos aliado para poder mostrar en condiciones la cabecera de esta gran obra.
Un templo
de planta basilical y tres naves consume muchos recursos en su edificación;
pero plantear una cabecera "a lo grande", con deambulatorio al
que abren cinco absidiolos, amén del gran ábside principal
y los dos laterales del transepto... eso precisa una gran estructura social
con recursos y sólidos apoyos de quienes gobiernan en ese momento.
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Esta es una
de las zonas del templo de más raigambre románica. Absidiolos,
ábsides laterales e inicio del gran ábside central así
lo expresan. A partir de la cornisa existente bajo los ventanales del ábside
central, cambia incluso el color de la piedra. Ya en los laterales del mismo,
contrafuertes/arbotantes de regusto gótico señalan un momento que realmente
fue de transición entre ambos estilos (Imágenes
4 y 6). Los absidiolos
lucen en altura decoración de arquillos ciegos sobre canecillos de
rollos, recordando al estilo de lo visto en San Miguel de Daroca. Cada uno posee
un ventanal centrado, rehundido y de sencilla hechura. La mayor parte de
los sillares -perfectamente escuadrados y ajustados- lucen marcas de cantería.
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La
articulación entre cada dos absidiolos se efectúa por medio
de una triple esquina compuesta por el arranque del presbiterio de cada
uno de ellos más un resalte central, prolongación de los contrafuertes
que se elevan en girola y ábside central. Perfecta armonía
de líneas y reparto de cargas que demuestra gran experiencia y conocimiento
de modelos previos. No escapó al ojo crítico de Zabala el
hecho de que en los absidiolos del lado sur, los arquillos necesitaron de
una pieza
intermedia para ajustar, probablemente por su mayor diámetro.
Denota que fue este lado el último en ser erigido.
La
girola, de considerable altura, se eleva sobre los absidiolos y posee sencillos
ventanales con la misma disposición radial ábside mayor-girola-absidiolos
ya vista para los contrafuertes. Armonía y simetría también
en la iluminación. Bajo su cornisa, sustentándola, hay canecillos
de rollos como los vistos en los absidiolos; pero sin arquillos en este
lugar. Idéntico tratamiento reciben los ábsides laterales que alcanzan
la misma altura que la girola. Adosado al
lado norte del templo en ordenada sucesión, las losas sepulcrales
se alinean entre el verde del suelo, los cipreses, la verja de hierro y
en musgo que los tapiza (Imagen 8).
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