Quienes amamos el patrimonio y luchamos
por su conservación sabemos que éste necesita,
por encima de todo, de la publicidad. Puede sonar algo
demasiado "empresarial", en exceso "material"
con relación a lo aparentemente platónico
del arte, pero... es la pura verdad.
Hasta hace no más de tres décadas, en
el contexto de una sociedad pobre, casi de subsistencia
como era la española en su mayor proporción,
el patrimonio y la cultura generaban una lógica
indiferencia entre la población, sólo
con la excepción hecha de algún grupo
de intelectuales aislados.
Ahora que nuestro nivel de vida ha mejorado y el turismo
cultural crece de manera alentadora, todo lo relacionado
con el patrimonio está cobrando una especial
relevancia, pero sigue sufriendo el lastre de los vacíos
pasados.
Lo digo porque ese turismo cultural, formado por personas
de conocimientos moderados en arte, es dirigido a los
lugares más estereotipados y las rutas más
convencionales en perjuicio de otros lugares desconocidos.
Esos lugares y rutas frecuentados son consecuencia de
la publicidad.
Tomemos el románico palentino como
ejemplo. No cabe duda que el Camino de Santiago dejó
algunas de las mejores manifestaciones artísticas
del románico español y que en el norte,
en la Montaña Palentina, la abundancia y calidad
de su románico lo hace merecedor de las mejores
alabanzas. Pero lo que hace verdaderamente diferenciador
al románico de Palencia es que un grupo de palentinos
esforzados y amantes de su tierra se organizaron hace
casi una década para crear la Fundación
Santa María la Real en Aguilar de Campoo,
de la que ha emanado en los últimos tiempos una
intensa fuerza promocional, como una llamarada de luz
que ilumina esa porción de Castilla de manera
contrastada con respecto a la penumbra general.
Gracias a ese especial esmero publicitario, la montaña
palentina recibe decenas de miles de turistas todos
los años ávidos por consumir el románico
"más abundante" de Europa. Incluso
en el futuro puede ser declarado Patrimonio de la Humanidad.
La labor de esta fundación es admirable y sueño
con que algún día otras muchas fundaciones,
asociaciones y centros culturales surjan por aquí
y por allá encendiendo nuevas llamaradas que
iluminen más zonas de nuestra piel de toro.
Porque las cosas no siempre son exactamente lo que parecen.
Quien más publicidad hace, más prestigio
y "calidad" añade al patrimonio de
su tierra. Puede ser una entidad de corte privado como
la citada o puede ser un ayuntamiento o gobierno regional
quien dedique grandes esfuerzos en publicitar su románico
creando la sensación de excelencia.
Me acuerdo ahora de la Comunidad de Castilla la
Mancha que desde hace años no sólo
ha sacado con acierto al románico guadalajareño
de la ignorancia general, sino que lo ha hecho destacar
en el panorama del románico español. Es
emocionante recorrer pequeñas carreteras rurales
en la Sierra de Pela, un inmenso despoblado a más
de 1.000 de altitud en el norte de Guadalajara, con
carteles perfectamente señalizados con el texto:
"Ruta del románico"
Cataluña lleva haciendo lo mismo
desde hace mucho más tiempo y el románico
junto con Dalí se ha convertido en la mayor apuesta
turístico-cultural del gobierno autonómico.
En la legendaria villa soriana de San Esteban
de Gormaz van a crear próximamente un
parque románico, mientras que en Valladolid
se lo están tomando muy en serio con el mudéjar
y han creado el "Parque Temático del Mudéjar"
en la villa de Olmedo.
Y estas iniciativas promocionales se refuerzan sinérgicamente
en guías turísticas, libros de viajes,
revistas de ocio, programas culturales de televisión,
etc. estableciendo rutas y destinos turísticos
para el consumo del aficionado.
Por eso es deseable que esa publicidad se generalice
y haga justicia a muchos otros espacios geográficos
menos apoyados. Sobre todo porque el románico
y su conservación se juegan mucho. Más
turismo es más dinero y parte del mismo se reinvierte
en conservación del patrimonio. También
el románico y el turismo cultural ayudan económicamente
a esas comarcas rurales -en muchos casos en serio peligro
de despoblación- para mantener su tono vital.
Navarra es una verdadera joya románica
fruto de su privilegiada situación con respecto
al Camino de Santiago.
Huesca
es mucho más que Jaca, Loarre y San Juan de la
Peña y no digamos Zaragoza, con
un patrimonio románico verdaderamente soberbio
y mucho más ignorado.
En el contexto castellanoleonés, Burgos
debería ser la verdadera referencia del románico
regional. No en vano la Fundación Santa María
la Real ha tenido que dedicar ¡4 tomos! de los
14 que dedica al inventario de Castilla y León
en su Enciclopedia del Románico.
Soria no le va a la zaga, como tampoco
Segovia, ambas con decenas de galerías
porticadas, estructuras singularísimas que también
se merecerían ser promocionadas a la calidad
de Patrimonio de la Humanidad por su inigualable significado
artístico, histórico y social.
El románico asturiano está
completamente eclipsado por el prerrománico y
es una pena porque reserva excelentes sorpresas.
Y llegamos, por último,
al paradigma del hambre publicitario: ¡el
románico gallego!. Quien -como el que
escribe estas líneas- se haya enamorado del románico
fundamentalmente por la armonía y rotundidad
de su arquitectura, debería tener en Galicia
una de sus principales referencias. El románico
gallego -sobre todo en su interior, y no sólo
nos referimos a la Ribera Sacra- es extraordinariamente
denso y con una arquitectura noble y equilibrada como
en pocos lugares se encuentra. Sin embargo su difusión
es, tristemente, muy escasa. Por fortuna, el duro granito
gallego que tan bien ha conservado sus formas durante
800 años, lo seguirá haciendo en el futuro
a pesar del olvido, siempre que la piqueta no se cruce
en su camino.
Pero debemos ser optimistas. A pesar de los vacíos
y oscuridades que sigue habiendo, la evolución
es claramente positiva. Desde hace años la labor
de recuperación monumental es intensa. Quizás
menos que lo que nos gustaría a muchos, pero
lo que no cabe duda es que mes tras mes, año
tras año, los resultados saltan a la vista. Cuando
cogemos el coche y repasamos viejas rutas en cualquier
parte de España siempre nos topamos con alguna
agradable sorpresa. Aquella ermita, aquella portada
o aquel ábside, que estaban en lamentable estado
y casi desahuciados han sido restaurados, luciendo un
fenomenal aspecto. Esta progresión sufre, es
verdad, de esporádicos tropiezos ya que de cuando
en cuando seguimos encontrándonos con tropelías
o desatinos (no querría citar aquí alguno
que me viene a la memoria con doloroso recuerdo...)
En el curioso libro "Ayer y hoy del patrimonio
soriano" Victoria Bustos y Carlos Lafora comparan
el estado de ciertos monumentos de Soria entre dos fechas
que distan una década: 1979 y 1989. El cambio
-con abundantes fotografías que lo atestiguan-
es muy significativo. Pero como conocedor del románico
soriano he de decir que de desde 1989 a 2003 las cosas
han seguido cambiando a mejor. Cualquiera que hubiera
visitado el románico de Soria o Segovia en los
años 70 no reconocería nada de lo que
se ve ahora.
Por eso es importantísimo seguir haciendo publicidad.
Los autores de libros artísticos, revistas culturales,
y sobre todo los creadores de webs temáticas
en Internet tienen un papel de brillante protagonismo
en esta misión.
Me pregunto por la cantidad
de miles de personas que jamás hubieran conocido
las maravillas del románico rural aragonés
si no hubiera sido por haberse topado con esta página
en la Red.
Así es que ¡Ánimo, que entre todos
lo estamos consiguiendo!
Enero / 2003