"Antonio,
no le tires fotos a Dios con flash, o nos meterá
a todos uno de sus rayos por el culo".
Estas delicadas palabras
me las dedicó en la Catedral de Sevilla Adam
Sommner, el primer asistente de dirección
de Sir Ridley Scott, y en ese instante
no podía imaginar lo proféticas que podrían
llegar a ser.
En ese momento el
vicio de la fotografía no hacía demasiado
tiempo que había hecho mella en mi persona, así
que no podía ni imaginar ninguno de los dos conceptos
siguientes: Lo mucho que se disfruta haciendo una foto
que realmente te apetece hacer, y lo difícil
que nos lo pueden llegar a poner las circunstancias
que nos rodean.
Me explico: Pónganse
ustedes en situación si les place: esa iglesia
románica de Santillana con detalles
góticos ( si han llegado hasta esta página,
saben de que hablo y a lo mejor hasta se solidarizan
conmigo). Ese tipo con pinta de estanquero, que nos
cobra una entrada, -empezamos bien pienso para mis adentros-.
Ese progenitor que paga religiosamente y sin rechistar
la suya y la mía; mientras tanto yo pensando:
"O ya venía sobre aviso, o esto es más
frecuente de lo que yo creía"...
Finalmente accedemos
al templo, y tras un primer paseo me quedo encaprichado
del coro y del descomunal y majestuoso órgano
que en éste se encontraba. Hasta ahí todo
correcto, con la excepción de que, sin yo percibirlo,
el dómine local ya me había localizado
y le faltó tiempo para abordarme con un delicioso
y laico "fotos no", así,
por todo el morro y a bocajarro, como los cantantes
en los aeropuertos.
Me planteo explicarle
que no tengo intención de utilizar flash, ni
de llevarme el órgano a casa, pero el dómine
ya ha desaparecido y en su lugar hay dos tipos con pinta
de ser los primos del estanquero y con una chapa que
pone "vigilante". Hay que joderse, como si
el órgano me cupiese en la mochila. Así
que dándome totalmente por sitiado y rendido
intento utilizar el recurso de los niños pequeños:
Por lo menos se lo diré a papá...
Para cuando llego
hasta mi progenitor, éste ya ha sacado fotos
hasta de los enchufes de la luz, y yo con cara de idiota
pensando: "O ya se lo sabía, o ésto
también es mas frecuente de lo creo"...
En fin, que me quedo sin mi foto del órgano.
Y lo que realmente
me molesta no es la foto en sí. Es que no entiendo
el por qué. Postales con la foto del puñetero
órgano no vi, y no se me ocurren más móviles
que pudiese tener el dómine, aparte del económico,
para hacer de su meta de superación del día
el boicotearme a mi la foto.
El siguiente desencuentro llega en la falsificación
de las cuevas de Altamira que se encuentran
junto a las auténticas. Compras la entrada y
todo es chachi. Y y cuando te dispones a acceder a las
mismas, ya no es el domine que me manda a buscar setas,
no.
Ni siquiera es un
"Por favor no hagan fotos". Qué va...
¡Es que directamente se quieren quedar con mi
cámara y mi mochila!. Vamos, que la agresión
ya es extrema.
Para cuando quiero
investigar como ha resuelto mi padre el conflicto, éste
ya hace rato que se ha largado a estudiar los caracoles
del jardín de al lado sin arquear el gesto ni
un ápice, así que me desengaño
totalmente: Esto es muy frecuente. Y créanme,
no lo entiendo.
Ya que parece que el querer tomar imágenes de
la forma más respetuosa posible de cosas que
nos pertenecen a todos por derecho, y que luego pueden
ser divulgadas mediante éstas (a las 13000 pruebas
de esta pagina me remito), está considerado como
actividad non grata, molesta y pecado nefando, exijo
al menos que todas las demás actividades que
si son realmente molestas se prohíban también,
osease: café para todos.
He aquí mi
lista de reivindicaciones:
Que prohíban
los teléfonos móviles con sonido en todo
el territorio nacional so pena de comértelo en
el sitio.
Que se declare ilegal
el hablar por dichos artefactos en restaurantes, bares,
tiendas, en la cola del supermercado y cualquier sitio
donde pueda coexistir otro ser humano.
Que en los sitios
de cierto nivel cultural (iglesias, museos, exposiciones
etc) no se permita el acceso en sandalias, ni la exhibición
de axilas peludas así como el acceso de críos
con gorras de medio lado o hacia atrás (que no
hacen mal a nadie, pero me molestan tanto como al domine
las fotos), y si son pecosos, y / o pelirrojos, que
no entren ni con gorra ni sin ella.
Que los cuerpos de
seguridad del estado, al detectar vehículos cuyo
equipo de música se oiga desde el décimo
piso de un edifico, abran fuego con sus armas reglamentarias
sobre los altavoces del mismo, y si el conductor opone
resistencia, contra éste.
Que al individuo que
siempre hace la gracia de expulsar gases por cualquier
vía en el cine, se le pueda agredir sin consecuencias
legales, y que los que hablan, comen pipas o abren bolsas
sean expulsados de la sala y vetados de por vida.
Con respecto a la
gente que en cualquier sitio, ocasión y lugar
vocea, grita, hace ruido y te amarga una cena en cualquier
lado, exijo penas de entre 5 y 10 años de cárcel.
También solicito
que a los que te llaman a casa para venderte algo a
la hora de comer, se les integre como primera medida
un manos libres en el culo, y si reinciden, más
hondo.
Que a los conductores
que aun habiendo más sitios libres aparcan mal
y te encierran, se les confine dentro de su vehículo
y sea este arrojado a un pantano sin especies animales
vivas en el (el oxido de hierro va fatal para las branquias)...
Una vez que todas estas infamias hayan sido erradicadas
de la faz del mundo, entenderé y asumiré
que es el turno de los fotógrafos, y me someteré
a la voluntad del domine de turno, de la azafata de
exposiciones y congresos, y de la puta que los parió
a todos. Pero mientras la situación sea la que
es, osease, que la mayor parte de la sociedad española
se comporten como perfectos impresentables en cualquier
parte y lugar, me declaro en total rebeldía.
O dicho mas claro: la próxima vez, antes de que
el pater me huela, ya tendré fotos hasta del
confesionario por dentro.
Y a ver las cuevas de mentira va a
volver su tía. Osea.
Huesca ,4 de Abril de
2004