La imagen en perspectiva está tomada desde el mirador de los buitres, lugar próximo al castillo de Marcuello y desde el que se divisa buena parte de lo que fuese "Reino de los Mallos". A nuestra izquierda el templo de San Salvador. En la escuadra opuesta, en altura, la ermita de la virgen de la Liena o de la Sierra, edificada sobre la zona más alta en la que hubo castillo y en cuyo basamento pétreo, buen número de sepulturas antropomorfas denotan su antigüedad.
Entre ambos templos el desmonte del terreno señala el lugar donde se va a edificar urbanización con casi 300 viviendas. Si tenemos en cuenta que el actual censo anda alrededor de 137 habitantes, el salto va a ser notable.
Murillo se enfrenta a los Mallos. O quizá son los Mallos quienes lo hacen desde la otra orilla del Gállego. De cualquier forma, la panorámica es sin duda espectacular, sobre todo si, como fue mi caso, se tiene la ocasión de tomar la imagen desde lo alto de las cubiertas del ábside central de San Salvador, aprovechando las obras de restauración del templo.
Mallos que dieron nombre a un efímero reino y ante los que parece competir en verticalidad y altura el perfil de la cabecera de la iglesia de San Salvador , espectacular con sus tres interminables cilindros absidales en cuyo interior se superponen dos iglesias. La inferior o cripta, dedicada al Santo Cristo y la superior de advocación a San Salvador.
La iglesia se consagró en 1110 y de la época del románico pleno es su cabecera y transepto. La nave, más tardía, acusa ya un momento protogótico. Además, ante el ábside norte se elevó edificación que alberga sacristía y pequeña cámara-museo ya en el XVI. Y galería a modo de falsa aragonesa, con sus arquillos de ladrillo sobre la nave.
La zona visible de su cabecera -desde más allá de la carretera para lograr una toma casi ortogonal- es aun más espectacular, si cabe, que las anteriores. Muestra su decidido aire castrense, sobrio y funcional. La nota "discordante" son los capiteles y canecillos que muestran una gran variedad de motivos escultóricos. Pero también es cierto que para apreciarlos hay que tirar de prismáticos o teleobjetivo a modo.
Al extremo occidental del caserío, en el lugar más elevado del mismo y sobre plataforma rocosa cuajada de tumbas de repoblación excavadas en la piedra, se alza la ermita de la Virgen de la Sierra o de la Liena. El actual templo se alza donde estuvo el original, que a juzgar por la tosca ventanita geminada con arquillos de herradura conservada, debió de seguir el estilo de los rudos templos hispanos que a Aragón llegaron bajo influjo del vecino reino de Navarra a mediados del X o principios del XI. Debió de coincidir en el tiempo con la arruinada iglesia prerrománica del castillo de Loarre, a la que se adosó torre-campanario y que también tuvo ventanita geminada documentada por La Figuera.
La reciente rehabilitación del templo es garantía de continuidad del mismo. Y ello siempre es motivo de alegría. Además, permitió la oportunidad de conseguir imágenes realmente infrecuentes, como es el caso de ese bosque de andamios para poder llegar a las bóvedas del templo y restaurar nervaduras dañadas..
La cripta de este templo, con sus tres cabeceras y el acceso mediante escalinatas laterales a las naves, es de las que no se olvidan. Tan magnífica como desconocida. Pide a gritos, eso si, una atención para eliminar azuletes y encalados de sus muros con atención a las pinturas que afloran bajo estas capas.
Sus vanos son diferentes a lo que estamos acostumbrados a encontrar. Adintelados y rehundidos, con dintel en bisel sobre capiteles decorados donde esperaríamos encontrar medios puntos dovelados.
Reseñar que la labra de los capiteles (grifos, aves, arpías..) es de muy buena calidad y perfecto acabado.
En una pequeña edificación adosada por delante del ábside norte y en estancia adecuada a ello hay un pequeño museo donde se guardan piezas valiosas así como el acta de consagración del templo. También la Virgen de la Liena, que según tradición popular se halló en una cueva bajo la iglesia castrense del núcleo original. Virgen-trono en madera policromada, con el niño sobre su rodilla izquierda cuyo estilo se va hacia el XIII.
Población, en fin, en la que hay que detenerse un buen rato, disfrutar de su entorno, su arte, callejear con los ojos abiertos.. Porque siempre hay un detalle interesante que provoca a nuestra cámara de fotos.. No paséis de largo.