Cambio pues en el
aparejo del ábside norte al poco de empezado, mientras que el ábside
sur se inicia ya desde un principio con aparejo del primer arte jaqués
sin sillarejos lombardistas ni muro rehundido mientras que la lesena medial
se troca en pilastras adosada (Imagen 2) al modo de como
se hizo en el ábside de San
Pedro de Siresa (Imágenes 4 y 5) o de la iglesia
de Iguácel,
templo este edificado por canteros de tradición local no lombardista
entre los años 1040-1050 (Imagen 6). Otro
de los templos donde encontramos el tránsito entre sillarejo lombardista
y aparejo protojaqués, es el de Acín
de Garcipollera (Imagen 3). En amarillo resalto el
aparejo inicial a la vez que aprovecho para recabar atención a este
ábside en el que un par de grietas crecen a ojos vista, dejando ver
la luz del exterior y presagiando un futuro ominoso si no se actúa.
En fin, que desde el inicio de la catedral
de Jaca todo fueron titubeos y probatinas. De entrada se plantea un edificio
lombardista de similar estilo a Obarra,
luego se varía y se orienta hacia algo parecido a San Pedro de Siresa
o Iguácel.. Por fin la tercera y definitiva variación
en la fábrica del templo sucede cuando el ábside sur se halla
edificado hasta un metro de altura. El protojaqués da paso a un decidido
arte jaqués. Es el ROMÁNICO que acude puntual a la cita con
Jaca (Imagen 2).
En palabras del prof. Cabañero: "un
nuevo maestro de obras recién llegado de Italia, proyectó
la implantación de los cimientos de toda la iglesia que estaba concebida
en base a un ritmo arquitectónico según el cual a un tramo
cubierto con una bóveda de arista de la nave central le correspondían
dos tramos cubiertos con bóvedas de arista en cada una de las naves
laterales". Esta definición corresponde
al llamado "tramo lombardo". El nuevo
maestro retoma el diseño inicial y eleva los pilares centrales (resaltados
en amarillo) hasta el nivel de los capiteles. Estos pilares de sección
cruciforme y semicolumnas adosadas tienen un elemento que grita su vocación:
hay una triple esquina en cada uno de sus ángulos.
Porque la intención era voltear bóvedas de arista. Una por
cada tramo de la nave central y otras dos en cada uno de los tramos correspondientes
de las laterales (Imagen 1).
Otro hecho que apunta al primitivo planteamiento
lombardo del templo es la no existencia de arcos triunfales, como acostumbra
en los templos de cabecera benedictina. Las cabeceras telescopadas articulan
con sus presbiterios; pero sin arcos triunfales.
El Maestro de Jaca no se atreve a voltear
bóvedas de arista de esas dimensiones. Como arquitecto el proyecto
le viene grande. Ya no están los lombardos que si sabían cómo
hacerlo. En cambio, en el plano de la escultura es un genio y su obra será
referente obligado en la explosión del arte Románico.
El templo en esa fase debía de ser
una casa de locos, una torre de Babel. Cabeceras a medio elevar iniciadas
en claves diferentes, dos pilares con vocación lombarda alzados sin
que haya proyecto de edificar sus homólogos en los muros laterales
que se alzan débiles, porque ya solo habrán de soportar cubiertas
de madera ante la manifiesta incapacidad del Maestro. Capiteles en su lugar. Otros de diversos
tamaños a medio labrar y afuera, alrededor de la logia: Jaca, la
capital de un reino que mira hacia el sur, hacia el valle del Ebro mientras
crece con hombres libres a la sombra del monte Oroel en espera de que el
poderoso rey de Aragoneses y Pamploneses lo confirme con fueros.