Al arrancar las pinturas del ábside de la iglesia
de San
Juan de Maltray de Ruesta surgió la inusual sorpresa de encontrar
bajo la cara del Pantocrator, otra que el pintor realizó en primer
lugar. Por el motivo que fuera y que desconocemos no fue de su agrado
o del agrado del comitente y esa cara quedó oculta bajo la definitiva
hasta que su arranque la sacó a la luz. La
expresividad y fuerza de su mirada son paradigmáticas y de hecho
han servido y sirven para ilustrar la fuerza de la pintura románica.