Los
capiteles que decoran el interior del ábside central lucen (salvo
uno, que ostenta una cabeza coronada) motivos
geométricos y vegetales en una línea ya bien distinta del
resto de los capiteles del templo, de la mano del maestro de Agüero.
Su estilo apunta ya a lo cisterciense y la decoración de entrelazos
del colindante al capitel real, evoca con fuerza a la decoración
del cincovillés templo de Puilampa. No hay dos ábacos iguales.
Todos lucen motivos distintos como decorado de fondo así como las
figuritas talladas en sus esquinas. Tanto
los capiteles como las basas áticas en que apean las columnas son
piezas estructurales del paramento, es decir, se colocaron allí cuando
se estaba iniciando la edificación del templo en una fase en que
aún no se pensaba en su prematuro acabado. Lo que choca con el estilo
más rudo del resto de los capiteles y tímpano, de la mano
del maestro de Agüero, quizá adquiridos ya labrados al importante
taller que debió de existir para surtir a una zona tan amplia como
la que supone la difusión de su peculiar estilo.