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El interior del templo monástico
transmite el aura de romanticismo y sosiego que provocan la ruina y el
abandono secular. Tan solo la nave sur conserva buena parte de su
cubierta. La mayor parte de la bóveda del transepto, así
como las de la nave central y norte han desaparecido. En cambios
las bóvedas de presbiterio y ábside centrales están
en su sitio. No en vano estas estructuras arquitectónicas
se definen como "autoportantes". La dificultad para su
ejecución es mayor y conllevan equipos especializados de
constructores, lo que redunda en su pervivencia de no mediar fallo
estructural de su asiento o modificaciones que debiliten su dinámica.
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Los absidiolos laterales
fueron rematados mediante cupulillas de ladrillo, quizá
linternas, que han desaparecido. Escultóricamente los capiteles
que podemos ver en la cabecera son de muy sencilla hechura. Muestran
la sencillez del císter ya rayano en un momento gótico (Imágenes
8 y 9).
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A ras de la parte posterior
del primer tramo de la nave se edificó en un momento tardío
un arco diafragma con vano de acceso apuntado, delimitando dos espacios
volumétricos en el templo. Uno anterior destinado y exclusivo
de la comunidad monástica y otro, posterior, dedicado a los seglares
(Imágenes 16 a 18).
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En el subsuelo del centro
del transepto se excavó una cripta de forma semicircular cubierta
por media esfera muy rebajada. A la misma se accede por escalinata desde
la nave central. Al interior pueden advertirse las inhumaciones de
los monjes, sin que haya ningún dato de relevancia de no ser
las numeraciones de algunos nichos (Imagen 15)
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La nave sur, como ya
se ha dicho, conserva su cubierta. Arcos apuntados y doblados y bóvedas
de crucería simple componen su hechura. Las semicolumnas adosadas
están en la mayoría de las zonas ocultas bajo apliques
que dan sensación de pilastras de sección rectangular.
En algunas zonas donde ha caído el adosado, pueden verse aflorar
de nuevo (Imagen 24).
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