Es habitual admirar
y elogiar el magnífico tímpano de la portada principal del
renovado templo benedictino de San Pedro el Viejo. Ese tímpano
que hoy luce, altísimo, sobre el acceso norte al templo por donde
un día se accediera al cementerio del mismo, es probable que no
siempre estuviese en ese lugar.
Tras
la toma de Huesca en 1096 por Pedro I, el primitivo templo mozárabe
fue reinterpretado en clave benedictina en 1117 y donado al monasterio
francés de San Ponce de Tomières donde profesara el infante
Ramiro más tarde -carambolas del destino- rey.
Como tal se rehizo con
planta basilical de tres naves, más alta la central. Transepto
y tres accesos al mismo: uno en cada segundo tramo de las respectivas
naves laterales. Los mismos se dotaron de bóveda de eje perpendicular
al mayor del templo que requirió un cuerpo supletorio sobre la
cubierta (Imágenes 1 y 2). Por fin, la portada
principal del templo abierta a poniente y decorada con un magnífico
tímpano en el que dos ángeles portan el símbolo más
emblemático en este momento de nuestra historia: el crismón
trinitario, alegoría de Cristo y de las tres Personas de la Divinidad
con todo lo que ello comporta en tiempos en que la herejía cátara
comienza a tomar tanto auge que la Iglesia se defiende
-entre otras formas- con la exaltación de sus dogmas y creencias
en tímpanos y capiteles.
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Con el paso del tiempo
el templo fue remodelado demoliéndose estructuras y alzando otras.
La portada de acceso al claustro, enfrente a la del cementerio, fue eliminada
y trasladada a un tramo más posterior a la vez que se rehacía
casi todo ese lienzo sur. Edificaciones adosadas que excavan alacenas
en los ábsides y alzan cuartos de aseo sobre el Panteón
Real asfixian al monasterio. La fachada de poniente también desaparece
tras edificaciones añadidas que hoy conforman una alegre y colorista
plaza (Imagen 27). Pero su mensaje en piedra
de fidelidad a Roma permanece reubicado en la portada norte. Portada
remodelada por completo, desproporcionada según los
cánones románicos y que a base de acostumbrarnos a su aspecto,
la acabamos dando por convencional.
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El tímpano original
es alargado, con su porción superior plana dejando un sector del
círculo vacío que se aprovechó para insertar una
pequeña escultura del santo co-patrón de Huesca: san Vicente
mártir. (Imágenes 6 a 9). La imagen ampliada
del mismo muestra que la arenisca en que se labró está mucho
más afectada que la del tímpano y que su estilo es diferente.
Quedan importantes restos
de policromía tanto en las figuras del tímpano como en el
aro marco del crismón, en donde hubo una inscripción circular
de la que apenas pueden adivinarse algunas letras sueltas forzando el
color con programas de tratamiento de imagen.
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El tímpano se
prolonga hacia ambos lados, asentando firme sobre los apeos en que se
recolocó. Sus prolongaciones se ocultan tras las dos primeras dovelas
de la arquivolta más próxima al mismo que por ello tienen
la mitad de espesor que el resto (Imágenes 13 y 15).
Es un tímpano "enjarjado"
según definición de Dulce Ocón en respuesta a mi
hipótesis.
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Nos hemos acostumbrado
a ver así esta portada y nos parece normal. Tan normal que hasta
ayer 2 de mayo de 2008 no había reparado en la decoración
de la cuarta de sus cinco arquivoltas. Se compone de diez estrechas dovelas,
algunas muy alargadas. Desde nuestra izquierda, la primera está
completamente meteorizada. Luego hay seis que aparentan motivos a base
de roleos vegetales, pero que examinadas a través del teleobjetivo
dan la sorpresa de poseer pequeñas cabecitas de seres de orejas
puntiagudas que me resultaron tremendamente familiares y que me hicieron
lanzar una exclamación poco adecuada al lugar ante el que me hallaba. Las otras cuatro son
vegetales, diferentes; de otro estilo y momento. Hay una que luce motivos
carnosos iguales a los que podemos ver en ábacos de la sala de
Doña Petronila (Imagen 18) y de los que hay otra
muestra en una dovela reutilizada en la cara posterior de la base del
retablo del altar mayor (Imagen 19). También en
el claustro podemos encontrar un par de dovelas correspondientes a las
de la rosca más externa.
Todo ello viene a corroborar
que la decoración de esta portada es sin duda un pastiche de momentos
y estilos que como decía, a base de repetir la visita, acaba por
parecernos "normal".
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Pero volvamos a la decoración
de esas cabecitas de puntiagudas orejas engastadas dentro de un entramado
vegetal que me hicieron exclamar. En la imagen 20 muestro
varias de las más representativas. De inmediato supe dónde
estaban sus semejantes; porque ya las había comparado hablando
de Loarre y Jaca.
El primer lugar donde hay
un motivo similar es en el Castillo de Loarre decorando el ábaco
de un capitel absidal del lado sur de la iglesia de San Pedro (Imágenes
21 y 22).
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Y el otro se halla en
el Museo Diocesano de Jaca
decorando lo que fuese acceso a sala capitular. En su cesta hay personajes
con serpientes vestidos a la manera clásica. Leoncitos en las esquinas
y alguna de las caritas que recuerda con fuerza a los rasgos de los ángeles
que portan el crismón de Huesca (Imágenes 23 y 24).
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Tímpano sin duda
de buena escultura sin parangón en nuestro entorno. Con gran probabilidad
labrado por maestro tolosano. Toulouse y su área de influencia proporcionaron
modelos y escultoras para decorar Jaca y Loarre. Nos lo están diciendo
esos pequeños adornos que habían pasado desapercibidos y
que ahora hacen que además de los dos primeros sitios haya que
poner en la lista de su trabajo también a San Pedro el Viejo.
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Y por si todo ello fuese
poco, la semejanza del crismón del sarcófago de Doña
Sancha, donde dejó su labra el "maestro de Doña Sancha"
guarda similitudes más que casuales con el de Huesca: El perfil
interno del vano del símbolo "P", el estilo de sus símbolos,
la forma de los radios, tanto los decorados como el que no, el Agnus Dei. Convergencia de estilos
talleres y momentos. No en vano estamos en un lugar clave de cruce de
culturas. La época medieval no podía quedar al margen de
ello.