DIRECTORIO DE LA
VISITA |
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Cuando el castillo primitivo tuvo que
ser adaptado para acomodar a una comunidad monástica agustiniana
comenzaron los problemas de espacio. Por un lado Sancho Ramírez
hubo de alzar sobre la roca y el vacío un templo (que sin duda
supera lo que debería haber sido un templo castrense por lo que
su significado ha de ir mucho más allá), unos pabellones
monásticos y pasos suficientes para la nueva circulación
de monjes, tropa y servicios. Ello dio un nuevo perfil al castillo visto desde su
lado sudeste.
Pero es que arriba, en lo que fue primer
recinto castrense, también hubo de acometer obras para ganar espacio
y dependencias. La obra de los aljibes, por su hechura, debe de corresponder
a la época de su padre Ramiro I. En el recinto militar acomodó
dos pabellones. Uno adosado al ángulo noroeste del que resta su
planta baja dividida y el ventanal que iluminaría la planta baja
(el "mirador de la reina") y otro junto al lienzo interior del
lado oriental de la muralla utilizando el espacio entre la "cocina"
y la "torre de la reina".
De estos pabellones, bien porque no llegasen
a ser acabados o por su ruina, no nos han llegado sino vestigios en forma
de apeos de arcos en los muros o elementos aislados como el ventanal de
la reina.
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El
lado sudoeste del recinto del castillo está ocupado por lo que
subsiste de lo que fuera una gran sala de la época de Sancho Ramírez.
Las
dimensiones de este pabellón son de 32 x 10 m, y se organizó
en dos naves paralelas y a dos niveles de altura (Imágenes
11 y 16).
Desaparecido (o no edificado)
el nivel superior, queda el nivel inferior excavado en la roca.
Esta gran sala debió de ser magnífica tanto por sus dimensiones
como por su iluminación y ornamentación jaquesa. No es extraño
que La Figuera la denominase "Pabellón Real".
De su decoración queda un gran ventanal diseñado para iluminar
desde el sur su planta baja. En origen fue un ventanal geminado con parteluz
y capitel, como hemos tenido la oportunidad de certificar al aparecer dibujos
del castillo de 1637 traspapelados en el "Codex Valentinus",
encargados por el oscense Vincencio Juan de Lastanosa por encargo del conde de Guimerá.
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Cuando
el arquitecto La Figuera lleva a cabo su reforma del castillo en 1915, el
vano ya no es geminado aunque en sus fotografías guarda elementos
que así lo atestiguan (Imagen 2) y que era coherente
con otro
igual existente en el muro de cierre de la sala de armas que se le derrumbara
a La Figuera durante su restauración . Lo cierto es que rehace el
vano con forma de un solo arco, tal como lo conocemos hoy. Perdida la referencia
de la sala que debió de iluminar, lo que evoca no es sino balcón/mirador.
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Otra
consideración acerca de esta sala desaparecida, es que hay opiniones
como la de Martínez Prades de que probablemente no llegase a ser
acabada dado que no aparecieron en su excavación materiales edificativos de la misma. Lo que
resta -además del ventanal- son basas, segmentos de columnas o cimacios
en los muros. (Imágenes 11, 14 y 15). La potencia
del muro occidental no aparenta ser suficiente para contrarrestar una bóveda
pétrea de gran longitud. Por otra parte, no hay indicios de su arranque.
Estos datos apuntan hacia una separación de plantas a base de solera
de madera.
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Desde
el exterior hay evidencia de varias fases edificativas. El basamento irregular
que arranca desde muy abajo, al igual que en la iglesia de Santa María
de Valverde, nos remite a un momento muy antiguo de este enclave castrense
(Imágenes 1, 4 y 6). Por encima de ese sillarejo
tosco e irregular hay otra fase quizá de Ramiro I. Sillares mejor
escuadrados pero sin marcas y sobre ello "injertado" el ventanal
de la reina.
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El
vano poseyó al interior dos columnillas acodilladas, desaparecidas,
restando in situ sus dos capiteles con sus cimacios (Imágenes
17 y 19). La escultura es muy sencilla. Nada que ver con los canteros
que esculpen la escultura de la iglesia de San Pedro. Estos están
más en la línea de quienes hacen capiteles para los vanos
geminados de los pasos intermedios.
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Flanquean
la ventana dos vanos semejantes,
pero con notables diferencias (Imágenes 7 a 9, 12 y 13). El septentrional es aspillerado al exterior
y con dintel plano (Imagen 7), mientras que el meridional
tiene doble derrama y medio punto dovelado (Imagen 9).
Al interior su hechura es de saetera, semejante a los de la torre del homenaje.
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Muchas son las incógnitas
que se abren acerca de esta zona como se puede entender a tenor de lo dicho.
Se apunta hacia la existencia de una torre adosada a la iglesia de Santa
María de Valverde, de la que el vano más próximo a
ella sería de iluminación. Tampoco está clara la funcionalidad
del desaparecido "pabellón real". ¿Acaso biblioteca monástica?
De nuevo se echa de menos un estudio arqueológico completo y serio de la fortaleza.
1617
1819
En
la zona opuesta al mirador de la reina, adosado al interior de la muralla
primitiva, quedan restos de un pabellón estructurado en dos alturas
ocupando el espacio entre la "cocina" y la torre de la reina. La
imagen 20 es activa. Situando el cursor sobre la misma
señalo el volumen de esta estructura.
2021
Subsisten
en el lienzo de la muralla primitiva los arranques de cuatro arcos de
medio punto "injertados" sobre las estructuras previas. También
quedan restos de una chimenea que se hallaría en la planta alta.
Señalan la planta -de madera- algunas ménsulas sobresalientes
y zonas de roza en el muro (Imagen 21 y22). El
hecho de encontrar en este ángulo una estructura de chimenea de
notable dimensión (Imagen 23) hace pensar en que
estuvo aquí la cocina y probablemente, por funcionalidad los pabellones
adjuntos fuesen refectorio tanto de monjes como de tropa.
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